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domingo, 5 de diciembre de 2021

5 de diciembre de 1971: Mariano Ramos confirma su alternativa en la Plaza México

Mariano Ramos
La temporada de novilladas de 1971, a decir de Daniel Medina de la Serna fue corta, apenas de veintidós festejos. Pero en ese número que el autor de la Cincuentona Monumental… considera breve, aparecieron varios toreros que dejarían su impronta en la historia patria del toreo en diversas capacidades. Así, nombres como los de Rafael Gil Rafaelillo, Curro Leal, David Vito Cavazos, José Antonio Gaona o Miguel Munguía El Inspirado actuaron con mayor o menor éxito en ese serial menor. Pero el nombre que se puso a la cabeza de todos fue el de un torero que tenía sus orígenes en la charrería y que se había formado en la ganadería de Ibarra, a la vera de don Agustín Chávez Magallón. Su nombre era Mariano Ramos.

Desde su presentación en la 6ª tarde de la temporada y hasta su actuación final en ella el 7 de noviembre, en su octava actuación, dejó bien claro que su paso era ascendente, que era un torero de esos que aparecen muy de cuando en cuando. Quedaron sus faenas a Flamenquillo de El Romeral la tarde del 26 de septiembre o la de Agricultor de La Laguna del 31 de octubre, cuando se lleva el Estoque de Plata. Esa tarde, se dijo lo siguiente de su actuar:

El Estoque de Plata fue para Mariano Ramos en una espléndida tarde estival... Mariano, con el segundo de la tarde fue aplaudido con el capote e hizo faena cumbre iniciada con doblones magistrales para continuar con pases de todas las marcas mientras sonaba la música en su honor... Obra maciza, impregnada del mejor torerismo, encontró el colofón de la estocada. Para él fueron las dos orejas ganadas en buena lid y otras tantas vueltas al anillo... (El Informador, Guadalajara, 1º de noviembre de 1971)

Antes, el 10 de octubre de ese 1971, le vimos aquí en Aguascalientes. Alternó con Luis Procuna hijo y Arturo Magaña en la lidia de novillos de don Ezequiel Gutiérrez. Esta fue la impresión que le causó a don Jesús Gómez Medina, cronista de El Sol del Centro:

UN TORERO DIFERENTE, CON MUCHO MANDO Y CLASE ES MARIANO RAMOS... Mucho se había dicho del muchacho, que se reveló en la actual temporada chica capitalina y ayer justificó ante el público de Aguascalientes, el por qué llegó a esta plaza precedido de tales triunfos... En efecto, Mariano Ramos, pese a su corta edad y al poco tiempo que tiene en las filas de la novillería mexicana, demostró que es un torero diferente, muy poderoso, con mucho mando, y si bien los dos primeros adversarios – en la lidia ordinaria – no le dieron margen para el éxito, con el séptimo, de regalo, armó la escandalera... El novillo no era propiamente una “perita en dulce” ya que llegó al tercio final reservón y desarrollando sentido, pero Mariano, con ese valor y ese poderío muleteril, fue mostrando el camino a seguir al astado, exponiendo enormidades y haciendo el toreo de verdad, sin ventajas y sin adelantar en lo absoluto el engaño... Mariano daba la impresión de un torero español, que jamás cita adelantando el engaño, empero sin torear exclusivamente con la muñeca, en sí, que aguantaba a pies juntos la embestida del burel, al que luego llevaba bien acompañado trazando con su muleta la dimensión del pase, surgiendo una faena que mantuvo al público de pie y entregado plenamente a la clase y torerismo de Ramos, que finalizó con tres cuartos en buen sitio, para que doblara el séptimo y último de la tarde, y con ello el triunfo del muchacho, que recibió la oreja de su enemigo... Los tres espadas fueron paseados en hombros de los aficionados, a esas alturas eufóricos, por el resultado de este primer festejo de la temporada 1971 – 72, que se inició con el mejor de los éxitos…

El 20 de noviembre siguiente, Mariano Ramos sería hecho matador de toros en Irapuato por Manolo Martínez, quien en presencia de Francisco Rivera Paquirri, le cedió los trastos para dar cuenta de Campanero de Santacilia

La segunda corrida de la temporada grande 1971 – 72 

El ciclo de corridas de toros se sostendría principalmente con Alfredo Leal, Joselito Huerta, que reaparecería en el tramo final después del evento de salud que tuvo el año anterior, Jaime Rangel, Raúl Contreras Finito, Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Curro Rivera por los toreros mexicanos y con Curro Vázquez, Palomo Linares y Francisco Rivera Paquirri por los hispanos. Se presentarían como matadores de toros y confirmarían sus alternativas Mariano Ramos (2ª) y los ultramarinos José Luis Galloso (6ª) y José Luis Parada (9ª).

El cartel de la segunda corrida de la temporada lo formaron los toros de Tequisquiapan, en esos días de la titularidad de don Fernando de la Mora Madaleno y para enfrentarse a ellos Manolo Martínez, Antonio Lomelín y el confirmante Mariano Ramos, quien resolvió con solvencia el compromiso, pero sin un triunfo señalado. Eso vendría después y en alguna oportunidad, con un toro de esa misma casa. La crónica de la agencia AEE (Asociación de Editores de los Estados), sin firma, publicada en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente de la corrida, resume lo siguiente:

Segunda corrida de la temporada en la Plaza México, que registró lleno completo, en una tarde soleada, aunque con ráfagas de viento.

Se lidiaron toros de Tequisquiapan, bien presentados, bravos y fáciles en su mayoría.

Confirmó su alternativa Mariano Ramos. En el toro del doctorado, nada hizo con el capote. Faena valiente y empeñosa, para una estocada atravesada, pinchazo y media. Silencio.

En el sexto fue ovacionado con el capote y en verónicas y una media, muy templadas. Con la muleta desaprovechó un buen toro, al que se dedicó a cortarle los viajes y andarle por la cara sin mayor lucimiento. Estocada atravesada y pinchazo. Silencio.

Manolo Martínez, nada con la capa. Inició la faena con doblones, emocionantes porque el toro repitió con fuerza. Excelentes tandas de derechazos que enardecieron a la multitud. Agregó al martinete una serie de pases con la zurda entre el entusiasmo general, despachando de estocada saliendo derribado sin consecuencias, cortando dos orejas dio una vuelta al ruedo y saludos desde el tercio.

En el cuarto de la tarde, un toro con poca fuerza, no se acopló. Faena breve, de trámite, para pinchazo y estocada. Silencio.

Antonio Lomelín tuvo deslucida presentación en esta temporada. A su primero, sosote, faena empeñosa entre la indiferencia popular. Dos pinchazos y estocada. Silencio.

Con el quinto se metió muy cerca de los pitones, logrando algunos pases templados con la diestra, pero la faena no logró el vuelo triunfal y acabó diluyéndose. Estocada. Nuevamente fue silenciada su labor”

La crónica aparecida en el ejemplar del semanario El Ruedo de Madrid fechado el 7 de diciembre de ese 1971, esencialmente dice lo mismo que la anterior, pero agrega dos datos que, en retrospectiva, parecen interesantes:

MEJICO, 5. (EFE). – El cartel del domingo estuvo integrado por tres toreros mejicanos. Manolo Martínez fue el padrino de Ramos, y Antonio Lomelín, el testigo, porque José Luis «Galloso», que era el diestro español al que la Empresa tenía en cartera para esta fecha, toreó el día anterior en Bogotá y no se contó con la seguridad de que pudiera hacer el viaje oportunamente para actuar al día siguiente en la segunda corrida de la temporada en la plaza México... Ramos ha anunciado que el año próximo piensa hacer campaña en ruedos españoles. Se trata de un torero que hace recordar a los viejos aficionados a Fermín Espinosa «Armillita». con el que tiene una gran similitud, según dicen los amigos mejicanos, aunque en su alternativa no ha tenido una buena tarde.

El toro de la confirmación se llamó Antequerano y pesó 450 kilos.

Dan a entender, maliciosamente creo, que la confirmación de Mariano Ramos llegó casi “de carambola”, sin estar programada, cuando la realidad es que era uno de los eventos importantes de la temporada grande, pues se trataba del triunfador del serial de novilladas inmediato anterior.

Mariano Ramos para la historia

Mariano Ramos toreó más de mil corridas de toros. La de la efeméride la celebró en Torreón, el 23 de julio de 1988, cuando en solitario, vestido de rosa mexicano y oro, enfrentó en solitario, por su orden, seis toros de San Judas Tadeo, Javier Garfias, La Concha, Castorena, La Guadalupana y Valparaíso, cortando dos orejas a Pollito el primero de la tarde y otras dos a Milenario, el tercero.

Toreó 80 corridas en la Plaza México y dejó para la historia varias faenas como las de los toros Abarrotero de José Julián Llaguno el 6 de enero de 1974, toro que fue indultado. Después vendrían las de Azucarero de Tequisquiapan, el 9 de febrero de 1975, la de Mil Amores de Mariano Ramírez el 20 de febrero de 1977 y la que puede considerarse como el epítome de su tauromaquia, la de Timbalero de Piedras Negras, el 21 de marzo de 1982, tema del que ya me he ocupado por estas páginas virtuales. Terminaría su andar por las arenas de la colonia Nochebuena el 6 de enero de 2002, cuando alternando con Federico Pizarro y Juan José Padilla, despachó toros de doña Celia Barbabosa.

Acerca de Mariano, escribió Conchita Cintrón:

Hace años hubo una tarde histórica, en Sevilla, en la cual realizó Mariano Ramos una faena cumbre… Yo tengo dos horas disponibles para describir lo que realizó y no me es posible hacerlo… pues la expresión artística, cuando se revela en toda su plenitud, es tan rica en matices como difícil de analizar… Todo arte se resume en belleza, aunque no todo lo bello se considera arte. El arte, diría yo, nace del propósito de expresar belleza; de la necesidad imperiosa de comunicar un mundo interior, incompatible con las limitaciones impuestas con lo mortal… Por existir belleza sin arte puede haber interpretaciones con momentos hermosos que no llegan a ser expresión artística. Son actuaciones superficiales que, en los toros, incitan al aplauso entusiasmado del aficionado popular que grita, gesticula, y se preocupa muchísimo por la actitud de la presidencia… pero en cambio, a su lado, nunca faltará gente más exigente (¿o será más sensible?) totalmente al margen de la algarabía del tendido. Son personas que esperan algo más profundo de los toros… Aguardan ese momento que nos ofreció ahora Mariano Ramos; ese momento sublime en que el artista de elección, expresando una emoción que le rebasa el alma, le revela en el espectáculo grandioso el encuentro del hombre con la eternidad…

Mariano Ramos nunca anunció una campaña de despedida, ni toreó una corrida a propósito, simplemente fue diluyéndose su presencia de los carteles. En 2008 se le homenajeó en la Asociación de Matadores por haber cumplido 37 años de alternativa. Falleció en la Ciudad de México el 5 de octubre del año 2012, a los 59 años de edad.

domingo, 27 de junio de 2021

Relecturas de verano (X)

Antonio Velázquez. Corazón de León

En días recientes ha salido a los estantes – físicos y virtuales – una obra que es un acto de justicia que los aficionados no hemos sido capaces de hacer a favor de Antonio Velázquez, figura mexicana del toreo que recibió la llave de la Edad de Plata del toreo en México y representó con valor y con una enorme dignidad a su patria y a su tierra en cualquier ruedo en el que se haya presentado.

Afirmo que los aficionados no hemos sido capaces de hacer ese acto de justicia literaria a favor de la memoria de Antonio Velázquez, es porque ésta es limitada a tres o cuatro acontecimientos: el hecho de ser la última figura del toreo salida de las filas de los banderilleros; su tímido asomo a las filas de los matadores de toros aquella tarde del gran encierro de Pastejé en El Toreo de la Condesa; su resurgir del ostracismo una noche ante Cortesano de Torreón de Cañas o aquella horrorosa cornada que en Cuatro Caminos le diera el toro Escultor

Pero afortunadamente el licenciado Antonio Velázquez de la Osa nos ha presentado, con el amor del hijo, pero al mismo tiempo con el rigor del profesional, un interesante recorrido por la vida del torero y del hombre desde que llegara a este mundo en el barrio del Coecillo, uno fundacionales de León, Guanajuato, donde en principio su destino parecía estar designado a ser parte del taller familiar de zapatería. Pero la afición de Antonio y su tenacidad le llevaron por las veredas de la fiesta de los toros y le convirtieron en uno de los símbolos de la torería mexicana.

La narración que hace Velázquez de la Osa es apasionada, pero anclada en la objetividad. Narra los triunfos de su padre y también presenta aquellas tardes en las que la suerte le fue adversa y procura, en la medida de lo posible, ligar su apreciación personal con la de aquellos que en los medios de comunicación de la época en la que los hechos se produjeron, para dejar claro el equilibrio de su narración. Y es que, me consta, hablar o escribir de la gente de uno, es una de las tareas más complicadas que existen.

Pero quizás algo que nos presenta la obra y es algo de lo que poco se habla en la trayectoria del torero, es su paso como dirigente de la Asociación de Matadores de Toros en el último tramo de la década de los cincuenta del siglo pasado. Le correspondió un asunto delicado para poner orden en las relaciones con la torería hispana, cuando, cuenta:

En 1957, varios diestros mexicanos fueron a España con la mira de hacer campaña en cosos de ese país, lo cual casi nadie logró. Entre los toreros que fueron a la península estuvo Jesús Córdoba, quien tenía un cargo sindical en la asociación. Mucho después de su arribo a Madrid, vio con pena que ninguno de los mexicanos, ni él, eran contratados por las empresas españolas… se planteó en las oficinas del sindicato español, un problema. ¡Qué en México existía un adeudo con un diestro hispano!, y se le exigió a Jesús Córdoba… un espada mexicano que se encontraba en España debía liquidar un dinero que se debía…

Al final, Antonio Corazón de León, se dirigió al Sindicato Nacional del Espectáculo en España y declaró suspendido – roto – el convenio que permitía la actuación de toreros mexicanos allá y españoles aquí, pues decía que en cuanto llegara el invierno, casi de manera milagrosa, los problemas que impedían que los nuestros torearan allá se solucionarían para que los hispanos pudieran actuar aquí. Justicia a secas fue lo que impartió y al final, después de un par de años, se resolvieron las cuestiones de manera equilibrada para ambas partes.

Otra cuestión que aborda y que es algo de lo que la mayor parte de las veces poco o nada se habla, es de la silente y discreta labor de Lupe Vargas, su mozo de espadas, ese personaje de la fiesta que es un poco de todo. Escribe Antonio Díaz – Cañabate:

No creo que ningún magnate del mundo, por muy poderoso que sea, pueda tener nunca a su lado un servidor de las condiciones excepcionales y valiosas de un mozo de espadas. Hablo claro está, de los verdaderos mozos de espadas, porque ya sé que en el planeta de los toros abundan los pícaros que a todos los menesteres taurinos llevan su picardía. Un auténtico mozo de espadas es el hombre de confianza del matador y algo más: sus pies y sus manos. Un torero puede prescindir de mucha gente que le rodea en la plaza y fuera de la plaza, pero jamás de su mozo de espadas…

Lupe Vargas, nos cuenta Toño Velázquez de la Osa, se convirtió en la sombra de su padre, y en el decurso de la narración al hablar de quienes fueron integrantes de su cuadrilla, dejaba ver como era suficiente una mirada para poner orden en la lidia. En el caso del mozo de espadas, ni siquiera es necesario eso, él tiene que pensar en avanzada y anticipar lo que su torero quiere o va a necesitar, pues como escribió un día Conchita Cintrón, es una figura ejemplar del fiel servidor y Toño cumple, siguiendo la idea de la Diosa Rubia, el hecho de que nunca se le puede olvidar cuando ha servido bien a su torero, en este particular caso, hasta el último día.

Antonio Velázquez. Corazón de León, nos relata cómo ganó el torero trofeos como la Prensa de Oro en 1944; la Oreja de Oro en 1945 y 1950; el Estoque de Oro en 1948; y la historia de los 9 rabos que cortó en la capital mexicana 2 en el Toreo de la Condesa: el de Cortesano de Torreón de Cañas, y el de Segador de Rancho Seco y 7 en la Plaza México a los toros Amapolo de Piedras Negras; Arlequín y Fandanguero de Coaxamalucan; Rey de Copas de La Punta; Bandido de Piedras Negras; Cubanito de Torrecilla y Asturiano de Pastejé

Amigo Antonio, has logrado una obra de prosa fluida, equilibrada, con testimonios que son invaluables, recabados con paciencia al paso del tiempo para estructurar una obra que recuerda y hace un sentido y justo homenaje a un torero, tu padre, al que, como decía al principio, los que tenemos afición por esto, no le hemos hecho la justicia que le es debida y tu obra es un acto que, puede y debe ser el punto de partida para que se revise la historia de nuestra fiesta y se le otorgue el sitio que le corresponde.

A los potenciales lectores, recurriré a la manida expresión que me transmitió Leonardo Páez, estamos delante de un libro de esos que no se caen de las manos. Se trata de un libro que puede servir de punto de partida para investigar historias particulares de la vida del torero y de las circunstancias particulares en la que ésta se desarrolló. En suma, es una obra que puedo recomendar – si en algo vale mi recomendación – de manera amplia.

¡Enhorabuena Antonio!

Nota bibliográfica: Antonio Velázquez. Corazón de León. – Antonio Velázquez de la Osa. – Rafael Cue. Comunicación Taurina. – 1ª Edición, 2020. – 415 Págs. – Sin ISBN.

domingo, 25 de agosto de 2013

Una tarde trágica en El Toreo de la Condesa

La temporada de novilladas de 1941 en El Toreo de la Condesa tuvo una duración inusitada. Constó de 46 festejos, celebrados entre los meses de junio y octubre – celebradas en jueves y domingos – de ese año y destacaron entre los que llegaron a matadores de toros Cañitas, Espartero, Chicuelín, Luis Procuna, Guerrita, Antonio Toscano, Juan Estrada y Pepe Luis Vázquez. Varios de los actuantes no trascendieron con espada y muleta, pero llegaron a la fama vistiendo de plata, entre ellos Rafael Osorno, Felipe González, Sixto Vázquez (picador), Javier Cerrillo y Rutilo Morales. Por su parte, el malogrado Félix Guzmán toreó 8 festejos y en la tarde del 13 de julio, fue tal su triunfo, que los aficionados que llenaban la plaza lo levantaron al tendido y allí fue paseado en vilo por los asistentes alrededor de la plaza. También destacó la presentación de Conchita Cintrón quien actuó en un festejo.

Las novilladas de los jueves se caracterizaban por ser festejos de oportunidad. Por lo general, en ellas se programaba a seis novilleros que buscaban triunfar para obtener la repetición, ya fuera en otro jueves o en una tercia dominical.

Para la noche del jueves 28 de agosto de 1941 fue anunciado un encierro guanajuatense de Quiriceo, para que lo enfrentaran Luis de la Sota, Ignacio Cruz Ortega, Julio Calleja, Lorenzo Cortéz, Rubén Ramírez y Santiago Vega. El programa anunciador señala que en las cuadrillas iban Carlos Vázquez El Costeño, Francisco Ríos, Bernardo Bustamante Habanero, Nicolás Echeverría El Chato, Rafael Azuela Lara y José Palafox como picadores. En tanto, entre los banderilleros irían Genaro Martínez, Emeterio Herros, Miguel Gallardo, Ramón Robles, Rodolfo Rodríguez y Ángel García. El puntillero, dice el programa para los seis toros, sería Macario Castelán Gallinito.

La novillada no concluyó normalmente. Tras de que se arrastrara al cuarto de la tarde tuvo que ser suspendida porque solamente quedaba uno de los espadas en el ruedo – Lorenzo Cortéz – y habían ingresado en la enfermería el banderillero Miguel Gallardo y por su orden los novilleros Ignacio Cruz Ortega, Luis de la Sota, Rubén Ramírez, Julio Calleja y Santiago Vega, además de un aficionado que se tiró de espontáneo y un picador que no identifican las relaciones de la época que pude consultar. ¡Ocho heridos en una tarde! Aunque alguna de las informaciones que consulté, elevan el número hasta diez de ellos.

Reportaje gráfico aparecido en La Lidia
México D.F., 27 de agosto de 1943
La crónica del festejo publicada en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo, señala lo siguiente:
Los toros eran de la ganadería de Quiriceo. La más trágica corrida en el mundo se celebró ayer en la plaza de “El Toreo”. México, 28 de agosto. – Pese a cuanto se había dicho de la suspensión de las novilladas de los jueves, dizque en busca de nuevos valores taurinos, esta tarde, en “El Toreo”, se celebró la más trágica de las corridas de que se tenga memoria en los anales históricos de la fiesta brava… La tragedia batió esta tarde un récord mundial de lidiadores heridos en la plaza, al resultar cogidos cinco novilleros, dos banderilleros, un picador, un monosabio y un espontáneo de diez años de edad, que fue víctima del toro “embolado”. El único ileso de los matadores fue Lorenzo Cortéz, pero la corrida se suspendió por el escándalo del público y el temor de que el ruedo siguiera siendo bañado de la sangre de los noveles aspirantes al arte de Cúchares… El público, en formidable bronca, pidió a la autoridad que presidía la novillada que la suspendiera, ya que los aficionados se dieron cuenta de que los novilleros y demás gente de coleta fueron obligados por la empresa a lidiar toros de cartel con peso de 500 a 600 kilos… Entre los lesionados se cuentan los novilleros Ignacio Cruz Ortega, Luis Sota, Rubén Ramírez, Julio Calleja y Santiago Vela, éste con una horrible cornada en el vientre que lo tiene a las puertas del sepulcro… Solamente se lidiaron tres toros, pues para los demás ya no hubo personal… Las cruces Roja y Verde se vieron atareadas para conducir a sus enfermerías a los pobres aspirantes a toreros, mientras que la policía de la Octava Delegación levantaba acta tras acta… Los toros eran de Quiriceo, con edad y peso reglamentarios para corridas formales.
La ganadería de Quiriceo se formó en el año de 1924 por los hermanos Jorge y Eduardo Jiménez del Moral, que tenían ya la ganadería de Parangueo, ambas en el Estado de Guanajuato. Formaron el nuevo hierro con vacas de esta última ganadería – resultado de un cruce de ganado nacional y toros de origen Parladé – y agregando 40 vacas y 6 sementales de Campos Varela, también de origen MurubeYbarra - Parladé. Después, en 1937 agregaron sementales salmantinos de Graciliano Pérez Tabernero – dos – y uno de Antonio Pérez de San Fernando

Respecto del festejo y especialmente del ganado que en él se lidió, Heriberto Lanfranchi relata lo siguiente:
¡La corrida más sangrienta en la historia taurina de México! Ocho toreros, entre novilleros y subalternos, fueron heridos de más o menos gravedad por los astados de Quiriceo y Atlanga (viejos, cornalones y resabiados, es decir, completamente impropios para noveles) que se lidiaron y en el cuarto de la tarde tuvo que suspenderse tan injusta novillada…
En su comentario, Lanfranchi añade un hecho que no resulta ni del programa anunciador del festejo, ni de las crónicas periodísticas, en el sentido de que entre los novillos jugados esa tarde salió alguno del hierro tlaxcalteca de Atlanga. Otra versión escuché alguna vez del periodista Víctor Manuel Esquivel, en el sentido de que en realidad el encierro provenía de una ganadería que se formó con simiente de Piedras Negras y que fue fundada por Próspero Badillo y concluyó sus días en la tenencia de Roberto Sánchez Tapia. La realidad es que fuera de esas dos afirmaciones, la tarde es conocida como la de los quiriceos

El 27 de agosto de 1943, en su número 40, el semanario mexicano La Lidia publicó un reportaje gráfico de los sucesos que en ese día llegaban a su segundo aniversario. De los textos contenidos en el reportaje, escritos por Luis Gómez, extraigo lo que sigue:
Lo trágico de las corridas de toros. Un río de sangre fue la novillada del jueves 28 de agosto de 1941. Cinco novilleros heridos, un banderillero, un monosabio y un espectador también a la enfermería. Toros de Quiriceo… Parte facultativo: Los médicos estuvieron ocupados completamente. El más grave de todos es Santiago Vega, cornada de 11 centímetros interesando pared abdominal y epiplón. Es herida que pone en peligro la vida. Ignacio Cruz Ortega, una herida de 2 centímetros en el cuello y fractura de la clavícula izquierda. Rubén Ramírez, puntazo de 8 centímetros en una pierna. Julio Calleja, herida en la cintura. Miguel Gallardo, herido en la región inguinal. Luis de la Sota, conmoción cerebral…
Las fotografías del reportaje – que ilustra esta entrada – son de Enrique Sosa.

En el cincuentenario del hecho – 1991 – se publicó esta gacetilla acerca de la efeméride:
Hace 50 Años… 28 de Agosto de 1941… Una de las corridas más sangrientas que ha habido en la plaza de toros El Toreo fue la de ayer jueves, por culpa de la empresa, que contrató a novilleros para que lidiaran a toros de gran trapío, con un peso promedio de 600 kilos. No pudieron con el paquete y cinco fueron cogidos y enviados a la enfermería, al igual que dos banderilleros, un picador, un monosabio y hasta un espontáneo que se lanzó ruedo al ver lo mal que lo estaban haciendo los espadas. Los novilleros corneados fueron Ignacio Cruz Ortega, Luis de la Sota, Rubén Ramírez, Julio Calleja y Santiago Vega que se encuentra gravísimo; los banderilleros, Miguel Gallardo y Genaro Martínez; el picador Bernardo Bustamante; el monosabio, Francisco Bravo y, el espontáneo, Ignacio Macías…
Rubén Ramírez (28/08/1941)
Esta versión también amplía a 10 los heridos esa tarde y agrega los nombres de las personas que las anteriores no contemplan.

De los seis novilleros anunciados para esa trágica tarde, solamente volvió a actuar en El Toreo Ignacio Cruz Ortega – después llegaría también a la Plaza México – y un lustro después Santiago Vega y Luis de la Sota se presentarían en la plaza más grande del mundo, pero Julio Calleja, Lorenzo Cortéz y Rubén Ramírez no volvieron a actuar en la capital de la República.

Tuve la fortuna de conocer a don Rubén Ramírez – hidrocálido – y contaba que efectivamente los novillos que se lidiaron esa tarde eran descomunales y fuera de toda proporción para seis principiantes. Para él, dijo, fue el final de su carrera en los ruedos, pero nunca le quitó la afición.

domingo, 16 de septiembre de 2012

José... el de Tepatitlán

Carnicerito en
El Toreo de la Condesa

José Loreto González López nació en Tepatitlán de Morelos, Jalisco, el día 8 de septiembre de 1904. Hijo de un propietario de expendios de carne en la ciudad de Guadalajara, toma de allí su nombre artístico, Carnicerito, que estrena en plazas de los pueblos aledaños a la Perla Tapatía, como miembro de una Cuadrilla Juvenil Jalisciense que comandaba Juan Gómez Palmero.

Se presenta como novillero en la plaza El Progreso de Guadalajara en 1924 y en El Toreo de la Ciudad de México en 1926, en un festejo mixto en el que el matador de toros José Gómez Roca Joseíto de Málaga mataría dos toros de Piedras Negras y Carnicerito y el estadounidense Sidney Franklin darían cuenta de cuatro novillos de La Noria.

Marcha a España en 1930 y aunque empieza su campaña hasta el 4 de mayo en Tetuán de las Victorias, concluye la temporada a la cabeza del escalafón de novilleros. Esto le permite llegar a la alternativa la temporada siguiente, en Murcia el 13 de septiembre, cuando Domingo Ortega le cede el primero de los toros de Miura  lidiados esa tarde – llamado Cebolleto – ante Jaime Noaín. Confirma la alternativa en Madrid cinco días después, llevando de padrino a Manolo Bienvenida, quien le cedió al toro Estudiante, número 5, de Celso Cruz del Castillo y con el testimonio de Domingo Ortega. Se le anuncia Carnicerito de México para evitar confusiones en los carteles con Bernardo Muñoz Carnicerito de Málaga.

Sufre 36 cornadas en una carrera que dura algo más de dos décadas, sin merma de su valor. Es a Carnicerito al que toca despenar al piedrenegrino Cobijero, que segó con sus astas la vida de Alberto Balderas, la tarde del 29 de diciembre de 1940. 

Para el día 14 de septiembre de 1947, se anunció en Vila Viçosa, Portugal, una corrida en la que participarían los rejoneadores Alberto Luis Lopes y Conchita Cintrón y en la lidia a pie, Carnicerito y Etelvino Laureano. Los toros según algunas versiones, fueron de Esteban Augusto de Oliveira; según otras, de Castro Hermanos, de Cabrera, de la provincia de Alentejo, aunque la relación de la muerte del torero, publicada en el diario ABC de Madrid del 15 de septiembre de 1947, señala que finalmente se lidió un encierro de Pancas de Alcochete, también portugués.


Conchita Cintrón, en su libro autobiográfico Aprendiendo a Vivir”, publicado en México por la Editorial Diana en el año de 1979, refiere así los sucesos de la última tarde de Carnicerito de México:

…Cuando un toro cárdeno, escurrido de carnes y feo, y herrado con el número 3 cogió mortalmente a “Carnicerito de Méjico”, éste saltó la barrera con la extraordinaria fuerza que le caracterizaba, y cayendo junto a mí, regó el ruedo y el callejón con su sangre.  
- Conchita – dijo horrorizado –, ¡me ha matado! 
Quitándome los zajones, le amarré con sus correas la pierna destrozada. Varios espectadores, un amigo – Martiño Ribeiro – y un bombero le cogieron en brazos y fuimos corriendo hacia la enfermería, pero en la plaza de toros de Vila Viçosa no había enfermería. Empezó entonces la tragedia, que acabó a las siete y media de la mañana con la muerte del valiente y simpático matador de toros.  
Le acompañé siempre pues él no conocía a nadie en aquella tierra. Tres bomberos, dos curiosos y yo hicimos una carrera dantesca por el empolvado camino que nos llevaría al hospital. Corriendo entre coches parados, cuyos dueños estaban cómodamente instalados en el tendido, ignorando lo que pasaba fuera del ruedo, llevábamos en una hamaca sobre ruedas la figura ensangrentada de un torero vestido de luces. Mientras corríamos a su lado, yo rezaba con él para darle las esperanzas que perdió desde el primer instante. 
- ¡Quiero morirme en mi tierra!, – decía – ¡Quiero ver el cielo de mi Méjico, y dejan que me muera así! 
¡Qué minutos aquellos que parecieron horas, cuando sobre mis manos, adormecidas de la presión de las correas de los zajones, corría a chorros la sangre caliente de tan generoso compañero! ¡Qué espantosa sensación de inutilidad sentí ante la impotencia para contener la hemorragia! 
Por fin, el hospital, ¡gracias a Dios! Aparecieron los médicos y se le hizo una operación de urgencia, pero no había sangre para la necesarísima transfusión. Estaba muy mal, en estado de “shock” gravísimo. 
Como a las once de la noche abrió los ojos, al verme aún vestida de corto, dijo con interés y cariño: 
- No te preocupes, tú tienes que torear mañana. Debes descansar. Yo estoy bien. 
Pero al caer en la inconsciencia clamaba por mí: 
- No me dejes – decía –, que siento que me muero como “Manolete”..., me voy como él..., ya lo verás... Hace un mes le mandaba yo pésame a su pobre madre... “Señora - decía el telegrama -, lo siento...”. 
Padecía yo la desesperación de no poder tranquilizarle... 
¿Cuándo llegaría la sangre para la transfusión? 
Eran cerca de las siete de la mañana cuando me dijo: 
- ¿Sabes? No más le ruego a Dios que me de valor: 
Protesté: 
- Pero José, tú vas a mejorar; si no tienes nada. 
Haciendo una mueca, consiguió guiñarme un ojo, sonriéndose: 
- Lo siento... – repitió como en sueños –, lo siento por mi mujercita y por mi madre. 
Le habían aplicado suero y plasma. ¿Cuándo llegaría la sangre? 
Momentos más tarde, al quererle arreglar las almohadas mientras Asunción iba a buscar el oxígeno, se quedó inmóvil. En ese momento entró el gran cirujano doctor Jardín, que había venido desde muy lejos para hacerle una transfusión de sangre. 
A las ocho de la mañana estábamos frente a su cuerpo, en una pequeña capilla, rezando por su alma, aunque no podíamos creer su muerte. Llorábamos todos, aunque de agotados, ni lágrimas teníamos. 
Y a las cuatro de la tarde estábamos casi todos los de la capilla en el patio de cuadrillas de Portalegre. Seguramente que en aquella plaza no había enfermería, Pero, ¿quién, antes de torear, iba a preocuparse por esos detalles?...

Un par con el sello de Carnicerito
El parte facultativo rendido por el doctor Lopes Silveiro señala en lo sustancial: …herida incisa en la cara anterior del muslo derecho, de unos veinticinco centímetros de largo, por cinco de profundidad, con dos perforaciones en los vasos femorales...

Don Carlos Septién García El Tío Carlos, recopiló en el año de 1948 una parte de sus crónicas y escritos de toros en un libro titulado Crónicas de Toros y que ya había reseñado por aquí. Bajo el epígrafe de Martirologio de 1947, se agruparon sus recuerdos de Manolete, Carnicerito y Joselillo, los tres fallecidos en el tramo de dos meses en ese año y de ese Martirologio, tomo la parte dedicada a Carnicerito, la que, aunque dedicada al torero caído en su día, contiene conceptos que hoy, siguen teniendo validez y aplicación a lo que la fiesta vive.

En memoria de Carnicerito
Apenas quince días después de que en la México se rindiese un responso solemne y silencioso a la memoria de Manuel Rodríguez, la plaza entera hubo de ponerse de pie para recordar calladamente a otro hombre que dio su vida a los cuernos de los toros: José González “Carnicerito”, muerto el día quince en Portugal como resultado de una cornada recibida en el muslo derecho cuando toreaba en una pequeña plaza de aquél país. 
Muy probablemente la mayoría del público asistente a la novillada de ayer no conoció a José González. Hacía ya largo tiempo – cinco años – que no actuaba en la plaza capitalina. Este cronista lo recuerda en la que – salvo falla de memoria – fue su última actuación en “El Toreo”: una tarde a principios de 1942 en la que, alternando con Silverio Pérez y Ricardo Torres, lidió una corrida importada de la ganadería de la Viuda de Soler, desecho portugués de algunas ganaderías españolas. No fue, ni con mucho, un éxito la tarde aquella. Y el valeros “Carnicerito” que aún en esa ocasión, con toros poco propicios y público hostil había hecho lo imposible por atrapar la atención de la multitud, se esfumó definitivamente para México. Después apareció por Europa y pasó a España cuando vino el arreglo del conflicto hispano – mexicano. La plaza de sus triunfos había sido Barcelona; y a ella volvió toreando algunas corridas. El nuevo rompimiento lo perjudicó grandemente porque comenzaba a resarcirse de sus épocas adversas. Con todo, permaneció en la Madre Patria desde donde buscó torear en Portugal y Francia. Así fue como llegó en compañía de Conchita Cintrón a la plaza de Villa Viçosa para encontrar la muerte. La muerte “de los grandes” como había dicho él de Manolete, apenas quince días antes. 
La gente no lo conocía ciertamente. Pero supo y sintió que independientemente de lo que José González hubiese sido en su carrera artística, había muerto como torero: es decir, como un holocausto. Porque si Manolete alcanzaba con su muerte la plenitud de héroe y de sacerdote que había sido en su arte, “Carnicerito” llegó a la misma entrega consciente de que su muerte le daba el sitio de honor y de grandeza que su vida le había regateado. “Muero como Manolete” – dijo próximo a expirar –. “Muero como los grandes” – quiso decir –. Y así nos explicamos ese íntimo eco de satisfacción que se adivina en las palabras entrecortadas de los cables. “Si no hubiese estado sugestionado por la muerte de Manolete se habría salvado” – declaró el médico que lo atendiera –. Y es que hubiese sido mucho más fácil curar la herida del cuerno que la otra, incurable, de adentro. La ambición de plenitud. 
Y la muerte venía a colmar esa sed del hombre, bienvenida la muerte. No el suicidio, que es deserción; la muerte que llega porque se está defendiendo la vida. O por algo todavía mejor: porque se está tratando de cuajar en arte la vida y de quitar, con cada lance y cada pase, un baluarte a la muerte. 
Su sacrificio – unido al reciente de Manuel Rodríguez – nos invita a asomarnos a la verdad fundamental del toreo. Que consiste en esa ambición visceral de nuestra raza por asomarse a valores auténticos. La belleza y la gracia, la gallardía y la elegancia, la severidad y el rito, deben probar que son genuinos para poder reclamar entonces la pasión y la entrega de nuestros pueblos. Por eso el torero debe crucificarse en el cuerno. Porque entonces habrá demostrado la verdad esencial de su arte. 
No es cierto por ello que “Carnicerito” sea otra víctima de la barbarie de la fiesta de toros. Lo que sí es, se llama de otro modo: ofrenda a la exigencia de autenticidad de nuestra raza. Él lo sabía bien porque era torero. Y cuando entendió que el pitón del toro se llevaba con su sangre la vida misma, se dispuso a morir en paz. 
Porque había probado que él era auténtico, ante sí mismo y ante los demás. Auténtico como torero, como hombre y como mexicano. 
“Carnicerito” sabía que aquella cornada era para él la plenitud. 
El público que anteayer guardó el austero minuto de silencio durante el paseíllo solemne, no conoció – probablemente – al torero en vida. 
Pero lo conoció en la muerte y lo halló auténtico. 
Y pidió para él la plenitud eterna.

Una docena de años antes
Dominguín lo puso en Tetuán
Este artículo de El Tío Carlos, fue publicado en el diario El Universal de la Ciudad de México, el día 18 de septiembre de 1947.

El cadáver de Carnicerito se trasladó a México a bordo del vapor Mocala, desde Lisboa, lugar hasta donde llegó Maude Rodríguez, la viuda del diestro a recibirlo, ya que residía junto con el torero residía en Barcelona desde algunos años antes.

Así es como recuerdo a un torero mexicano que tuvo por divisa el valor y que hace 65 años dejó la vida en las astas de los toros.

domingo, 19 de diciembre de 2010

24 de diciembre de 1939: Conchita Cintrón se presenta en El Progreso de Guadalajara


Anuncio de la presentación de Conchita Cintrón
Informador, Guadalajara, 20 de diciembre de 1939

Escribía Pepe Alameda que Conchita Cintrón reunía en el ruedo la elegancia de Gaona y la llama de José. La realidad es que la presencia Conchita Cintrón representa un parteaguas en la historia del toreo, puesto que si bien, la presencia de la mujer en los ruedos data de tiempos anteriores a la aparición de ella en el primer plano de la fiesta, es su actuar y la manera de hacerlo, lo que viene a dar un giro definitivo a lo que se considera la manera en la que las damas pueden participar en los festejos taurinos. En suma, Conchita Cintrón abre en definitiva la puerta a la mujer en los ruedos y demuestra de paso, que tienen las cualidades necesarias para destacar a la mayor altura en esto. Por ello es que Gregorio Corrochano escribió de ella en su día: El día que se baje del caballo se tendrán que subir a él muchos toreros.

Conchita Cintrón llegó a México el año de 1939, de la mano de El Rey del Temple, Jesús Solórzano, quien advirtiendo su potencial le organizó su primera campaña mexicana y de hecho, su ingreso profesional a la torería. La propia Diosa Rubia lo narra de la siguiente forma:

...apareció Jesús Solórzano, y con su entrada en el tentadero, tres vidas cambiaron de rumbo.

- Oiga Usted Da Camara - le oí decir una mañana al descansar con nosotros de su faena -; estos bueyes son muy marrajos. ¿Por qué no lleva usted a Conchita a mi tierra? ¡Allí podría torear ganado de casta!

- Sería una idea magnífica - asintió Ruy -; pero en Méjico no tengo las facilidades necesarias para una cosa así. Por eso había pensado más bien en la posibilidad de llevarla a Portugal o a España, donde tengo muchos amigos, aunque esto, por lo de la guerra civil, no sé cuándo será.

- ¡Vaya! - protestó Chucho -. En Méjico también hay buenos amigos y ganaderías. Mi cuñado es dueño de una de las ganaderías más grandes del mundo, y le aseguro que le ofrecerá las becerras que quiera... si quiere le arreglo un contrato que le pague a Conchita y sus acompañantes la estancia y los viajes de ida y vuelta. Se entrenaría en La Punta; después torearía en algunos pueblos, para terminar debutando en El Toreo de Méjico. ¿Qué le parece?

¡Hecho! - exclamó mi maestro -. Si el padre de Conchita está de acuerdo y si usted habla en Méjico con su cuñado y con la empresa, creo que sería un programa inmejorable; por mi parte estoy de acuerdo en embarcar…

Informador 24/12/1939
Al final de cuentas no resultó fácil hacerla debutar. El propio Solórzano tuvo que arrendar El Toreo por un par de tardes y constituirse en empresa para poder cumplir lo ofrecido y así, el 20 de agosto de 1939, Conchita Cintrón, Manuel Jiménez Chicuelín, Jesús Guerra Guerrita y su paisano Alejandro Montani daban cuenta de un encierro de Matancillas, propiedad precisamente de los señores Francisco y José C. Madrazo, cuñados del Rey del Temple.

Algo más de cuatro meses después, la víspera de la Navidad de 1939, don Ignacio García Aceves la llevó a su plaza de El Progreso, en la Perla de Occidente. En esta ocasión para formar cartel – no para alternar, pues lidiaba sus toros previo a los toreros de a pie – con Carlos Arruza, Jesús Guerra Guerrita y Andrés Blando. El encierro sería de la ganadería tlaxcalteca de Zacatepec.

La impresión que causó la torera peruana fue magnífica. La relación de los sucesos que apareció publicada en el diario Informador de Guadalajara al día siguiente, escrita por su cronista titular, Tío Castuera, refleja el gran interés y la emoción que la actuación de Conchita Cintrón generó. La parte medular de ella dice lo siguiente:


Ya era justo que la anhelante afición tapatía desbordara su entusiasmo en la plaza de El Progreso en alguna fiesta de las que han pasado ya en la presente temporada, en la cual, aunque se han puesto los factores necesarios para el éxito de las corridas, éstas no habían alcanzado el calor ni entusiasmo peculiar de la fiesta máxima, unas veces por culpa de los toros y otras en su mayoría, debido a la apatía de los concursantes.
Pero ayer todo se olvidó, ante la magnificencia del espectáculo que revivió todos sus fuertes tonos, lo bello y emocionante que encierra la brava fiesta y el público que llenó las graderías se sentía satisfecho en muchos de los pasajes de la corrida, como fueron los proporcionados con sus dos bichos por la torera peruana Conchita Cintrón, que fue una revelación de arte y de simpatía, ya que la chiquilla de Sudamérica realizó una verdadera labor de arte. La enorme voluntad de la debutante, y la resolución férrea de que hizo gala, fue bastante cuña para que apretaran los machos los novilleros que tenían que hacerse cargo de la segunda parte de la fiesta, y a esto sin duda alguna obedeció que todos echaran la casa por la ventana, porque no podían consentir que una persona del sexo débil, de cuerpo fino, pero con una alma entera y pujante, llegara a conjuntar los lauros del triunfo desde los primeros instantes que se pasó delante de sus enemigos, y que ellos los que también tenían que aparecer en la escena taurina, tuvieran que hacer el tristísimo papel de derrotados. Así pues, para que la fiesta saliera redonda cooperaron Carlos Arruza, Andrés Blando y Jesús Guerra, Guerrita.


Y pasemos a lo que vimos.


Desde que se abrieron las puertas de cuadrillas y estas aparecieron llevando al frente a Conchita, que montaba al caballo Ojitos para cruzar las arenas del vetusto coso, motivando la clarinada de entusiasmo del conjunto, los impresionantes movimientos fueron como augurios de que veríamos una fiesta de toros cabal y satisfactoria. La esperanza de todos los aficionados en que estaban fundados sus presagios, se fueron confirmando en cada instante que pasaba y que veíamos a la clásica peruana estirar los brazos con suavidad impecable para instrumentar los lances que tanto envidiarían cientos de coletudos que se remolinean en ruedos provincianos o pueblerinos.


El calor empieza a sentirse en el tendido, las exclamaciones de la gente nerviosa intensifican la sensación y las suertes consumadas con arte y con sabor levantan el alboroto para terminar con atronadores aplausos y dianas de la murga.


‘¡Qué corrida!’, gritaban los exaltados. ‘Sí lo que sigue ya no vale nada, nos damos por satisfechos.’, tal era el éxito que estaba alcanzando la torera de los ojos azules, que se había echado a los bolsillos de su corta guayabera al público tapatío.


También se colocó a gran altura como rejoneadora, porque siendo una hábil caballista, logró realizar su obra de elogiosa manera.


Como muletera también, señores, hay que hablar muy despacio; porque solo así se puede concebir la fuerza de su brazo dominador, que adornado de sus faenas con pases de aliño y apañados, llega al fin de la tarea con una seguridad como la de los buenos, dejándose ver de sus enemigos, echándose sobre los puñales de la fiera y sepultando el acero centímetro a centímetro para rubricar la muerte de sus toros con una facilidad suma. Pues esto que la obra de Conchita Cintrón para triunfar firmemente, la recordaremos con entusiasmo…


El encierro de don Daniel Muñoz destacó por su bravura y sobresalieron las actuaciones de Carlos Arruza y Andrés Blando. A Guerrita se le fue vivo el primero de su lote y escuchó dos avisos en el que cerró plaza. Me llama la atención la crónica del Tío Castuera en dos sentidos: el primero, en cuanto a que hace una evaluación bastante más amplia del toreo de capa y de muleta de Conchita Cintrón y en segundo término de que no hace referencia alguna a los trofeos obtenidos por los diestros actuantes, como dejando ver que dentro de lo valioso del conjunto de sus actuaciones, salían sobrando. Lo que merecía ser recordado era la torería que llevaban impregnada, no los retazos de toro que les pudieran haber sido entregados.

Así fue la presentación triunfal de Conchita Cintrón en Guadalajara, una ciudad en la que, primero establecería su centro de operaciones en México y posteriormente, ya retirada de los ruedos residiría por muchos años.

Apostilla final


Informador, Guadalajara, 20 de diciembre 1939

Como se ve del cuerpo de la crónica, El Progreso se llenó en un festejo novilleril. En Tepatitlán, – la tierra de Carnicerito, a menos de 50 kilómetros de Guadalajara –, se inauguraba una plaza de toros con dos carteles de tronío Balderas y Solórzano mano a mano en el primero – en la misma víspera de la Navidad – y el segundo con el mano a mano de Armillita y Silverio. No cabe duda de que cuando hay imaginación y buen gusto, las plazas se llenan, aunque haya competencia cerca.




martes, 13 de julio de 2010

Juan sin Miedo (II/II)


La recuperación

Después de un mes de convalecencia, Juan parte para Madrid, siempre acompañado de su hermano Manuel. Ya anda Pepe del Rivero, el empresario mexicano por aquellas tierras… Rivero, Juan y Manuel se encuentran una mañana muy temprano por la carrera de San Jerónimo. Rivero va acompañado del periodista Enrique Uthoff, no se han acostado. El torero, en cambio, se acaba de levantar para hacer ejercicio.

- ¿Cómo sigues Juan? ¿Ya estás completamente bien?
- Ya estoy bueno, no me queda más que esto:

Juan se abre la camisa y enseña la terrible cornada en vías de cicatrización. Se le aprecia un agujero, debajo de la tetilla derecha, cerca de las falsas costillas. El agujero está cubierto con un algodoncito.

- ¿Y esto qué es?, pregunta el empresario horrorizado.
- Es una fistulilla que cerrará, dice el doctor que pronto se me cerrará sola.

Entonces Juan se quita el algodoncito, le da una chupada al puro, aspira el humo y lo arroja por aquél agujero.

- ¡Tápate eso, no seas bruto!, le dicen a una Rivero y Uthoff, que parten sin apenas despedirse.

Días después se anuncia la reaparición del temerario Juan Silveti, a quien muchos llaman ‘El Resucitado’.
Así transcurrió uno de los episodios en los cuales se fincó la leyenda de Juan Silveti Mañón, iniciador de una dinastía de toreros mexicanos y valiente entre los valientes, el único y auténtico Juan sin Miedo.

Algo de su trayectoria

Juan Silveti Mañón fue un torero longevo. Alternativado el 16 de enero de 1916, vistió el terno de luces hasta el año de 1942 y llevó siempre con gallardía, en cualquier lugar del mundo, el traje nacional, pues su ropa de diario era precisamente el traje estilizado que usan los hombres del campo mexicano, al cual, en un personalísimo atrevimiento, despojaba de sus alamares y botonadura de plata y los adornaba con vistosas calaveras, mismas que mostraban su muy mexicano desprecio a la muerte. Juan Sin Miedo siempre aderezaba su charra vestimenta con un pavoroso revólver, al que nuestro Arturo Muñoz, La Chicha, llamaba con cierto gozo Doña Genoveva.

Fue conocido en todo el mundo taurino. Triunfó en las principales plazas y tan solo un desliz político le impediría mostrarse ante sus públicos en la plenitud de su madurez profesional. Resulta que en las postrimerías del régimen interino que encabezó el Licenciado Emilio Portes Gil, se dio una corrida en El Toreo, en la que actuaba El Tigre de Guanajuato. Leal a sus amigos, en esa oportunidad el torero sacó una muleta en la que con unas contrastantes letras amarillas aparecía la leyenda ¡Viva Calles!, en adhesión a su amigo don Plutarco. La idea no pareció adecuada a quienes trataban de pacificar el país y con tal pretexto, se desató una persecución en contra del torero, misma que culminó con su forzado traslado a tierras sudamericanas, en las que toreó en Colombia, Ecuador y Venezuela.

Volvería a México el diestro, pero ya sus actuaciones irían declinando en cuanto a su número. Vistió de luces en la Capital de la República por última vez el 1º de mayo de 1942, en El Toreo de la Colonia Condesa, en cartel de ocho toros, encabezado por la Diosa Rubia, Conchita Cintrón y llevando como alternantes a pie al Cachorro Paco Gorráez y al valentísimo Carlos Vera Cañitas. La cuarteta se enfrentó a ocho toros de Romárico González (La Laguna) y El Meco se llevó la oreja del segundo de su lote, la que paseó en son de triunfo en cuatro vueltas a la periferia. Juan Silveti Mañón nunca se despidió expresamente de los redondeles, quizás nunca quiso que su recia personalidad se quebrara en un adiós premeditado, por lo que sin dejar de frecuentar las plazas y sin dejar de esparcir su aroma de torero, dejó las hazañas en los ruedos para otros.

Su tauromaquia

El Hombre de la Regadera fue un torero que tuvo como signo el valor, aunque como escribió Don Tancredo, no era un valor privado de inteligencia. El torero declaró en su día a José López Pinillos Parmeno lo siguiente:



…Lo que pasa es que como el arte tiene sus reglas y hay que cumplirlas, cuando al toro le da por impedir que se cumplan, le coge a uno el toro… Pa’mí las principales son no huir y parar siempre… El secreto del toreo es parar… no con los pies, sino con el capote y la muleta…

Y a su vez dijo en entrevista a Rafael Morales Clarinero muchos años después:

Yo era un torero de muy pocas cosas: cambios de rodillas, media verónica, muletazos con la derecha; rematando la serie, estoqueaba seguro; y dentro de esto, podía con los toros… Mi mayor preocupación fue poder con los toros… Los toros buenos los torea bien o bonito cualquiera; el chiste está en saber lidiar a todos. El quitarles poder, en la actualidad, no lo hacen ya los matadores, sino los de a caballo…

De sus propias apreciaciones alcanzo a deducir que Juan sin Miedo entendía correctamente el valor y la importancia de la técnica y el oficio del torero, pero igualmente respetaba su necesidad de expresar su manera de ser en su quehacer en los ruedos. Por eso Juan Silveti fue un torero que sorteó las muchas dificultades y pruebas que la vida y los toros le pusieron delante y lo hizo con éxito, pues al final de cuentas, la intención del torero es trascender y con creces la ha colmado.

El personaje

Juan Silveti, decía al principio es un ícono de la fiesta mexicana. Tanto así, que en el año de 1938 se filmó una película inspirada en él - Juan sin Miedo - y en la que el torero llevaba uno de los papeles estelares. Le acompañaron en el reparto Jorge Negrete – el hijo de Juan sin Miedo –, María Luisa Zea y Emilio El Indio Fernández entre otros. Antes, en 1927, participó en El Tren Fantasma, un documento recuperado por la filmoteca de la UNAM en la colección de DVD’s taurinos que sacó a la luz y en la que, sin ser taurino el asunto, tiene ocasión de mostrarnos en el campo, la reciedumbre de su tauromaquia.

Escribió Don Tancredo:

Con un mechón de pelo sobre la frente y el cigarro puro entre los labios, invariablemente vestido de charro, su natural arrogancia destacaba en todas partes y era un tipo clásico en el ambiente taurino mexicano, en contraste con los torerillos de alfeñique y espaditas de aluminio, aguas perfumadas y manos con uñas bien pulidas y barnizadas. Tosco, hombruno, fue siempre Juan Silveti lidiador como los de antaño, como aquellos bravos capitanes de cuadrilla que no hacían deporte, que no jugaban frontón, que vivían en constante juerga y usaban bastones de hierro y cuando se vestían de luces se enfrentaban a fieras de cinco años y quinientos kilos, toros con la edad y el trapío de las estampas clásicas y que lucían cornamentas rústicas, sin saber de peluquerías… Fue Silveti un torero – hombre, no un torero – niño…

Aquí dejo estos apuntes acerca de la vida y de la historia de un gran torero. Ojalá les haya resultado interesante.

Las fotografías de Juan Silveti que ilustran esta serie de entradas, las tomé del repositorio de tarjetas postales antiguas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

jueves, 28 de enero de 2010

José Alameda. A 20 años de su partida

Necesaria aclaración: Esta entrada la había publicado hace ya un año. Sin embargo, dada la importancia que para mi tiene la figura de Luis Carlos Fernández y López Valdemoro, taurinamente José Alameda, me tomo el atrevimiento de reproducirla en su integridad hoy, en el vigésimo aniversario de su partida.



Hoy se cumplen 20 años de la desaparición física de Luis Carlos Fernández y López Valdemoro, universalmente José o Pepe Alameda, quien llegara a México en 1939, exiliado como muchos de sus compatriotas, por causa de sus ideas o de las ideas de alguno de los suyos, en este caso su padre, don Luis Fernández Clérigo, quien fuera Diputado a las Cortes Españolas durante la República y Subsecretario del Consejo de Ministros y en otras cuestiones, padrino de uno de los hijos de Chicuelo y Dora la Cordobesita.


El olvido de su título de abogado en París le llevó primero a emplearse en la operación de una tienda de regalos ubicada en la Avenida Juárez de la Ciudad de México, frente a la Alameda Central y de allí a iniciar correrías con diversos grupos de intelectuales, entre ellos Xavier Villaurrutia, director de la revista El Hijo Pródigo, en la que publicó un ensayo titulado Disposición a la Muerte, en el año de 1944, flanqueado por escritores como Luis Cernuda, José Bergamín, Octavio Paz, José Gaos y Alfonso Reyes. Es precisamente en este ensayo donde propone por primera vez lo que sería su rúbrica personal en los asuntos de la fiesta: El toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega.


Llega a la crónica taurina por casualidad, pues comenzó a suplir al titular de la sección en la emisora XEBZ por 1941, pero su estilo fluido en el hablar y la pureza del lenguaje que utilizaba le consiguieron pronto la titularidad del espacio y la posibilidad de escribir sobre el tema en algunos diarios de la Ciudad de México.


No obstante, la verdadera vocación de Alameda estuvo siempre en la poesía, en lo puramente literario. La actividad que le procuraba la existencia le alejaba de esos círculos, no obstante que su actividad decreció notablemente cuando las cámaras de televisión fueron echadas de las plazas. Intentó entonces reintegrarse a la enseñanza del Derecho, a la poesía, pero su contrato de exclusividad con Televisa se lo impedía y eso le causaba gran frustración.


Sus Ensayos sobre Estética, de contenido puramente filosófico, en su día subvirtieron los ambientes académicos de la capital mexicana, dado que se consideró una real herejía científica el que quien considerado un cronista de toro, se metiera a hablar de temas tan especializados y es que su actividad en torno de la fiesta, fue siempre como una máscara que no dejó ver al real José Alameda, que tuvo precisamente como otra de sus frustraciones, el ser reconocido solamente en esta arista de su existencia.


Cuenta don Julio Téllez:


Ricardo Garibay, intrigado por el silencio de las mafias literarias, decide visitarle en su casa. A la media hora de platicar y comentar su obra, le dice: ‘¡Oiga Pepe, usted, es un gran escritor!’; yo lo sé, respondió Pepe. Pero además, ¡usted también es un gran poeta!, replicó Garibay, también lo sé, respondió Pepe; y nosotros ¿por qué no lo sabemos?, inquirió Garibay. No me lo explico, respondió Pepe, agregando, yo lo sé desde hace mucho, y perdone la inmodestia, pero sí soy un gran poeta.

No cabe duda que hoy en día, necesitamos al menos otro Pepe Alameda que nos enseñe a entender los intrincados vericuetos de lo que en esta fiesta sucede.
Décima a Conchita Cintrón

Por el ruedo del ensueño
te sueño toda de oro
y todo de negro el toro
fundidos en un empeño
casi verdad, casi sueño.
Y me pregunto por qué,
ni siquiera en sueños sé
como juntas, amazona
la elegancia de Gaona,
con la llama de José.


Su bibliografía: En verso publicó Sonetos y Parasonetos, Seis Poemas al Valle de México, Oda a España, Perro que nunca vuelve, Ejercicios decimales y el libro – disco José Alameda. El Poeta. En prosa llevó a la imprenta Disposición a la Muerte, Ensayos sobre Estética, El Toreo, Arte Católico, Los Arquitectos del Toreo Moderno, La Pantorrilla de Florinda y el Origen Bélico del Toreo, Los Heterodoxos del Toreo, Crónica de Sangre, Retrato Inconcluso que son sus memorias, Historia Verdadera de la Evolución del Toreo y El Hilo del Toreo.






Homenaje a Manuel Machado

Sabio poeta Manuel
lidiador sin pretensiones
que juega a pares o nones
su literario cartel.
Con la gracia de un Luzbel
defenestrado en Sevilla
mientras más baja, más brilla,
cae al ruedo, cita al toro
y clava el dardo sonoro
de su inmortal banderilla.

martes, 17 de febrero de 2009

Una mujer universal


Conchita Cintrón ha hecho el último paseíllo. Personificó la clase y la feminidad en un ambiente que generalmente se ha considerado cosa de hombres. Su personalidad es el claro ejemplo de lo que es la auténtica unidad en la pluralidad diversa. Torera en el ruedo, esposa, madre de familia, extraordinaria escritora. Una mujer en toda la extensión que el término admite. Y no hacía manifestaciones. Hoy le recuerdo con la décima que José Alameda le dedicara en su día y que viene de un genio a otro genio...





Décima a Conchita Cintrón

Por el ruedo del ensueño
te sueño toda de oro
y todo de negro el toro
fundidos en un empeño
casi verdad, casi sueño.
Y me pregunto por qué,
ni siquiera en sueños sé
como juntas, amazona
la elegancia de Gaona,
con la llama de José.

Aldeanos