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domingo, 21 de junio de 2020

1947. Aguascalientes, toros y aftosa

16 de noviembre de 1947: El Torero de Canela, El Ranchero Aguilar y Carlos González en la Plaza San Marcos

Ya había apuntado en esta bitácora que en el año del 47 la feria de abril transcurrió sin toros (aquí). Después de la actuación de Manolete el 5 de febrero pasó un tiempo largo para que se volvieran a dar festejos en esta capital. Así, los festejos volverían a la calle de la Democracia hasta el día 19 de octubre, cuando Calesero, Félix Briones y Ricardo Balderas se enfrentaran a toros de Peñuelas. En ese festejo se guardó, con las cuadrillas formadas en el centro del ruedo, un respetuoso minuto de silencio en memoria de Joselillo, fallecido cinco días antes a consecuencia de la cornada recibida el 28 de septiembre en la Plaza México del novillo Ovaciones de Santín.

Enseguida se celebró el festejo del que me ocuparé en esta oportunidad y en el mes de diciembre se dieron dos más, el día 12, una novillada en la que para despachar novillos de Presillas alternaron Julián Rodarte, Paco Rodríguez y Rafael Larrea y una corrida de toros el 21 de diciembre con Calesero y Pepe Luis Vázquez (mexicano), quien seguramente estrenaba la alternativa recibida apenas el 23 de noviembre anterior en la Plaza México, la primera concedida en ese ruedo. Los toros fueron de Peñuelas.

La procedencia del ganado lidiado en esos festejos demuestra las restricciones sanitarias en la circulación pecuaria, pues como se ve, los encierros corridos en los cuatro celebrados durante ese periodo – y también en el del 5 de febrero – procedieron de dos ganaderías muy cercanas a esta ciudad de Aguascalientes.

La novillada del 16 de diciembre

El atractivo del cartel residía en la presentación de dos novilleros que habían tenido actuaciones triunfales en la Plaza México. Así, Fernando López, ya apodado El Torero de Canela, y Jorge El Ranchero Aguilar habían visto resonar sus nombres en la temporada novilleril capitalina que recién había finalizado. Uno, tocado por las musas de la inspiración y el otro prendado del sentimiento y la largueza de trazo que levanta a los públicos de sus asientos. Completaba la terna un joven hidrocálido que tenía por señal su valentía, Carlos González. Cosa curiosa, los tres alternaron con el malogrado Joselillo en esa temporada chica.

La crónica aparecida en El Sol del Centro fue firmada por Ramón Morales Jr. Del encierro de Presillas que se lidió en la fecha, refiere lo siguiente:
El ganadero de “Presillas”, ingeniero Luis Manuel Ruiz, volvió a mandar un encierro de gran bravura y buen estilo, que permitió el triunfo de los alternantes. El encierro fue de buena presentación, gordos y bien armados, que desarrollaron un juego bravo y fácil. Sobresalieron los corridos en primero, pastueño al principio que se fue para arriba, segundo, quinto y sexto. El tercero era un bicho reservón y peligros, además de que traía una percha que asustaba, y el cuarto llegó defendiéndose al final por la falta de castigo, pues la Autoridad, haciendo gala de raquíticos conocimientos, cambió el tercio sin que los picadores le hubieran partido el pelo. Los aficionados se encargaron de darle su merecido…
El Ranchero Aguilar

Jorge Aguilar fue el triunfador de la tarde. Se fue con las dos orejas del segundo de su lote, al que toreó con la largueza que le conquistó el gusto de la afición. La crónica ya citada entre otras cosas señala esto acerca de su actuación:
La faena del segundo de la tarde nos gustó más, y le damos más mérito. El de “Presillas” tenía mucho temperamento y la cabeza la traía por las nubes. Aguilar le echó la muleta para abajo, se hizo del toro y luego toreó. Toreó y en qué forma. Sus derechazos, naturales y pases altos, fueron el máximo exponente de lo que apuntamos. Pinchó antes de dejar una buena estocada, dando una vuelta al ruedo como premio a su labor. 
El quinto era más alegre y más noble, y Aguilar le largó cuatro o cinco verónicas, cargando la suerte en sus tres tiempos. 
En los quites, Carlos González se llevó las palmas por tres valientes chicuelinas y un remate de rodillas. Fernando en su turno instrumentó una orticina rematando con una vistosa larga cambiada y afarolada. 
Volvió Jorge a instrumentar sus doblones y luego se estiró en varios pases altos, derechazos, naturalazos y manoletinas, estas últimas con la cara fija en los tendidos, haciendo alarde de desprecio al peligro. Dejó una buena estocada y por unanimidad se le concedieron las dos orejas del bicho. Jorge sacó al ganadero al ruedo y ambos dieron una vuelta al ruedo. 
¡He aquí una próxima figura de la torería mexicana! El tiempo lo dirá...
Fernando López

El Torero de Canela no tuvo una actuación tan redonda como la de Jorge Aguilar, pero logró en su oportunidad, agradar a la afición de Aguascalientes. Ante el que abrió el festejo, realizó una faena llena de momentos artísticos, mal rematados con la espada:
La labor de Fernando fue muy buena. Se mostró artista y fino en el primero, y torero y mandón en el cuarto.  
Sus lances de capa en el primero, así como un quite muy bueno por chicuelinas le valieron las primeras palmas. Después llevó a cabo una faena de mucho mérito. Sí, tiene mérito porque el toro llegó desarrollando casta y fuerza al final. Fernando se dobló con él para restarle facultades, y después de haberlo conseguido, se estiró en plásticos y garbosos ayudados por alto, derechazos valientes y ajustados y manoletinas de verdadera exposición. Hacemos notar que el toro tenía un lado izquierdo de maravilla, mejor que el lado contrario, pero López no lo entendió. Pinchó en tres ocasiones y dejó tres cuartos de espada en lo alto que bastó. Fernando se concretó a dar una vuelta al ruedo, y a lamentarse de su mala suerte con el pincho…
Carlos González

El de casa reaparecía después de haber sufrido un percance y acusó falta de sitio según la relación del festejo, pero suplió sus limitaciones con una dosis de valor muy grande para justificar su inclusión en el cartel y demostrar deseo de ser torero:
El sexto fue un toro muy alegre y muy bravo. Carlos puso la nota electrizante al recibirlo, sin que se lo corriesen, con tres cambios de rodillas, escapándose de un percance mayor, pues el toro se revolvía con gran velocidad y casi se llevaba al torero entre los pitones
En los quites, González volvió a ofrecernos algunas chicuelinas, con más valor que arte; y Fernando comenzó con fregolinas y terminó con saltilleras, poniendo, una vez más, valor y arte. Al rematar perdió el percal y también la cara del toro, llevándose un susto de órdago al enfrontilarlo el bicho sin mayores consecuencias que una maroma.
Carlos, el hidrocálido, inició la postrer faena con pases de rodillas. De pie instrumentó derechazos y lasernistas, viéndose algunas veces comprometido por atravesarse en el viaje del toro. Alargó demasiado la faena, y por ello se dilató a la hora definitiva. Hizo picadillo al bicho y oyó dos avisos. 
De cualquier manera, puso de manifiesto su valor y su dignidad profesional, exponiéndose a un percance, que la providencia no quiso que llegara…
Quiero agradecer a Carlos Reyes Sahagún, Cronista del Municipio de Aguascalientes y a Vicente Agustín Esparza Jiménez el haberme puesto sobre la pista de esta cuestión. No debo dejar de decir que este material lo tenía capturado desde hace tiempo, pero sin tener la idea del contexto en el que los hechos se produjeron. Ellos dos son quienes me llevaron a él.

Dramatis personae

Fernando López se había presentado en la Plaza México el 30 de agosto de 1946, alternando con Nacho Pérez y Curro Ortega, siendo los novillos de La Laguna. Recibió una alternativa en Ciudad Juárez el 6 de noviembre de 1949 de manos de Antonio Velázquez. Renunció a esa alternativa y volvió a actuar como novillero, presentándose en la plaza de Las Ventas de Madrid el 21 de octubre de 1951, alternando con Lorenzo Guirao Morenito de Córdoba y José Cano, en la lidia de novillos de Ignacio Rodríguez Santana. Es uno de los pocos toreros mexicanos nacidos en el Estado de Veracruz, falleció en la Ciudad de México el 4 de mayo de 2007.

Jorge El Ranchero Aguilar se presentó como novillero en la Plaza México el 1º de junio de 1947, alternando con Nacho Pérez y José Rodríguez Joselillo con novillos de La Laguna. Recibió una alternativa en Tlaxcala el 13 de marzo de 1949 de manos de Diamantino Vizeu, con toros de La Laguna, misma que renunció. Recibió una segunda alternativa en la Plaza México el 28 de enero de 1951 de manos de Manolo dos Santos, en presencia de Jesús Córdoba, con toros de La Laguna. La confirmó en Madrid el 4 de mayo de 1952 y le apadrinó Manolo Navarro siendo testigos Luis Briones y Jaime Malaver, con toros de Manuel García Aleas. Falleció en el tentadero de la ganadería de Coaxamalucan el 27 de enero de 1981.

Carlos González se presentó en la Plaza México el 8 de junio de 1947, alternando con Ramón López y Joselillo, con novillos de Santín. Se presentó en Madrid, en la Plaza de Las Ventas el 31 de agosto de 1952, alternando con Lorenzo Guirao Morenito de Córdoba y Enrique Vera, los novillos fueron de Alberto González Carrasco (5) y Juan Sánchez de Valverde (1). Es originario de esta ciudad.

domingo, 22 de marzo de 2020

Aguascalientes 2020. Otro abril sin toros

Plaza de Toros San Marcos
En los últimos 73 años nuestro mes de abril se ha quedado sin toros en tres ocasiones, mismas en las que se han invocado motivos de salubridad general para dejar de ofrecer el espectáculo a los asistentes a las fiestas del santo patrono. 1947, 2009 y este 2020 son los calendarios en los que la tauromaquia ha dejado de estar presente en nuestras vidas durante la primavera.

1947: La fiebre aftosa

A finales de 1946 se decretó que era cuestión de interés general el combate y erradicación de la fiebre aftosa del ganado – principalmente vacuno –, que como epizootia se declaró cuando sin terminar el periodo de cuarentena de unas reses en la Isla de Sacrificios, Veracruz, se introdujeron a tierra firme unos ejemplares de ganado vacuno infectados. El mal se diseminó rápidamente y motivó la formación de una comisión binacional con los Estados Unidos para la erradicación de la enfermedad y el sacrificio, mediante el llamado rifle sanitario de alrededor de un millón de cabezas, de una cabaña que se estimaba en 14 millones. A este último propósito, sería interesante saber en qué medida afecto a la ganadería de lidia la aplicación de esa medida.

El 5 de febrero de 1947 se presentó en la plaza San Marcos Manolete. Alternó con Manuel Jiménez Chicuelín y Luis Procuna. El encierro que se anunció en los carteles para esa corrida fue de Pastejé, pero por venir de la zona del país que se consideraba afectada por la aftosa, no se pudo trasladar a nuestra ciudad, razón por la cual se le sustituyó con una de Peñuelas, ganadería situada en las afueras de Aguascalientes, que en una división que practicaron las autoridades, se encontraba en una zona de contención del mal.

Llegado el mes de abril se preparó la celebración de la verbena anual. Se organizaron las peleas de gallos, se instaló el casino y se prepararon las exposiciones y distintos eventos de tipo social que ocurrían durante las dos semanas que en ese entonces duraban las festividades, pero se anunció que debido a la fiebre aftosa, no se ofrecerían corridas de toros.

En el número 231 del semanario La Lidia de México, aparecido el 9 de mayo de 1947, don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, hacía entre otras, las siguientes reflexiones:
Tradicional, sin punto de comparación, ha sido en la ciudad de Aguascalientes la Feria de San Marcos o Fiestas de Primavera, con sus vendimias y apetitosos platillos regionales, sus incomparables paseos matutinos y vespertinos reuniones de sabor netamente provinciano; sus peleas de gallos, partidas y ruletas, centros de reunión ampliamente animados con el contingente de enorme cantidad de visitantes de todos los rincones de la República. Pero a todos estos atractivos, como acontece en los lugares en los que ha tenido asiento la fiesta, les eran indispensables las corridas de toros, para las que siempre se tuvo cuidado especial en la confección de los carteles, con ganaderías escogidas y lidiadores postineros... 
Pues bien, en este año de gracia de 1947, tomándose infantil pretexto la decantada fiebre aftosa, las autoridades, haciéndose cómplices en el decaimiento del espectáculo, tuvieron a bien no autorizar las corridas de toros durante la feria que acaba de celebrarse. En cambio, no tuvieron empacho en dejar libertad absoluta a las peleas de gallos, partida de ruleta, con beneplácito de viciosos y tahúres, no obstante la prohibición legal existente para tales manejos... 
No ignoran tampoco la afición aguascalentense ni los numerosos asistentes a la feria, las exigencias monetarias de elevadísimo monto puestas en juego para la concesión de la licencia, así como tampoco lo improcedente de tal determinación, contándose, como se cuenta, en las cercanías de la población del pequeñísimo Estado, con ganaderías bravas de una de las cuales, recientísimamente se trajeron toros para ser lidiados en la Plaza México, sin la más insignificante traba, sin tomar en cuenta los peligros de la fiebre aftosa. Sábese además, que en los propios corrales de la plaza descansaba plácidamente un encierro completo, no habiéndose permitido su lidia ni siquiera para seguir la tradición en la fecha central de tan renombradas fiestas primaverales...
Como lo expone don Luis, en el 47, hubo feria pero no hubo toros. Y más gravedad adquiere la afirmación cuando se desprende de ella que para ofrecer al menos un festejo, un encierro estaba confinado en los corrales de la plaza. Entonces, en esos días, simplemente no hubo voluntad de ofrecer a la afición el espectáculo, pero al final el resultado es el mismo, la feria se quedó sin toros.

2009: El año de la influenza

Para el ciclo sanmarqueño de 2009 se anunciaron once festejos. Nueve corridas de toros y dos novilladas. José Tomás era quizás el atractivo del programa aunque venía a una sola tarde y El Juli, Sebastián Castella y Antonio Barrera llevaban el peso por los toreros ultramarinos a dos fechas cada uno. Por los nacionales, Zotoluco, Ignacio Garibay, Rafael Ortega y Joselito Adame eran los que hacían doblete.

Los primeros tres festejos se dieron sin mayores incidencias. Así, el domingo 19 de abril, en la primera novillada, actuaron Fernando Labastida, Jorge Adame y Fernando Alzate con novillos de Malpaso; el viernes 24 de abril se dio la primera corrida de toros con Rafael Ortega, Antonio Barrera, Juan Antonio Adame y Fabián Barba con toros de Medina Ibarra y el sábado 25 de abril, día de San Marcos, actuaron Zotoluco, José Tomás y Arturo Macías, con un encierro de Teófilo Gómez

Para el domingo 26 de abril estaba programada la tercera corrida de la feria. Formaban el cartel el rejoneador Rodrigo Santos y los toreros de a pie Ignacio Garibay, Antonio Barrera y Víctor Mora, quienes enfrentarían un toro de El Vergel para rejones y seis de Carranco para la lidia ordinaria.

Todo estaba dispuesto para que el festejo se llevara a cabo, se celebró el sorteo; a la hora indicada los toreros llegaron a la plaza y a las seis de la tarde, del palco de la autoridad se ordenó el inicio del festejo, se abrieron las puertas y los charros que hacen de alguaciles hicieron el despeje y de pronto… regresaron al patio de cuadrillas, las puertas se cerraron y la concurrencia cayó en la perplejidad.

En el palco del Gobernador del Estado se verificaba al tiempo una airada conversación telefónica. Al otro extremo de la línea se encontraba el Secretario de Salud ordenando la inmediata suspensión de la feria y de todos los eventos y espectáculos que le eran consustanciales. Se imponían desde el Gobierno Federal medidas de distanciamiento social para evitar la propagación de lo que inicialmente se llamó influenza porcina y que después se conoció por su nombre técnico de influenza tipo AH1N1 entre la población.

Entonces, se anunció por el sonido local que la corrida, que estuvo a punto de iniciar quedaba suspendida y de paso se informó a los asistentes que todas las actividades feriales igualmente quedaban concluidas desde ese momento por disposición gubernativa.

Así pues, en 2009 quizás no nos quedamos absolutamente sin feria y absolutamente sin toros, pero fue un año en el que las cosas terminaron abruptamente “por motivos de salud”.

2020: El año del coronavirus

Para este calendario que corre apenas se iba a anunciar la feria. Primero se pospuso el anuncio del programa general de la misma y hace apenas un par de días el Gobernador del Estado tomó la decisión de posponer los festejos para el próximo verano, cuando se estima que la pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud estará superada.

En esta oportunidad ni siquiera se habían anunciado los carteles que compondrían el serial sanmarqueño. De hecho, tampoco se habían iniciado en los medios locales aún las cábalas o especulaciones de quienes serían los toreros, sobre todo los extranjeros que participarían en esos festejos.

Habrá que esperar. Se espera que para finales de junio o principios de julio se pueda ofrecer a la afición y a los feriantes una verbena que sea al menos un sucedáneo de la de San Marcos. Nadie puede predecir, primero, cuál será el resultado de la situación sanitaria que vive el planeta y después, si fuera de las fechas primaverales, esa feria tendrá el mismo impacto en lo económico, en lo artístico y en lo taurino.

Lo que sí es cierto, es que en menos de un siglo, es la tercera vez que nos quedamos sin toros aquí en abril y eso sin duda, para nosotros, es un hecho histórico.

domingo, 26 de abril de 2009

Un final inesperado

Hoy, 26 de abril de 2009, al filo de las seis de la tarde, se anunció la suspensión definitiva de los eventos pendientes de la Feria Nacional de San Marcos para este año 2009 y entre esa suspensión se incluye la de los festejos taurinos pendientes, quedando cubierta por ella, la corrida de toros de esta tarde, que se quedó en el despeje que hicieron los charros que fungen de alguaciles en la Plaza Monumental Aguascalientes.

Los espectáculos masivos, del tipo de los deportivos, taurinos, cines, discotecas y otros similares, constituyen, de acuerdo con las Autoridades Sanitarias, un medio para la dispersión del virus que se señala es uno señalado como H1 – M1 tipo A identificado como del genoma del cerdo euroasiático, conocido coloquialmente como de la Influenza Porcina que ha causado ya varias muertes en el País y que dado el gran atractivo que tiene nuestra Feria, podría diseminarse con rapidez, de haberse insistido en continuar adelante con su desarrollo.

Hace algunos días escribía sobre lo sucedido en el año de 1947, donde por una epizootia de Fiebre Aftosa, nuestra Feria se vio mutilada de su aspecto taurino, aunque en sus demás aristas se llevara a cabo con normalidad, lo que produjo el desencanto de muchas personas, como el gran escritor de nuestra tierra, don Luis de la Torre, El-hombre-que-no-cree-en-nada, quien publicó un candente artículo en La Lidia de México sobre lo que representó esa Feria sin toros.

Así, como las novelas y los cuentos del boom latinoamericano, la Feria de este año tuvo un final inesperado, aunque desprovisto de magia y más bien envuelto en aires cercanos a la tragedia, porque el que una pandemia se cierna sobre nuestras cabezas, verdaderamente lo es.

En este estado de cosas, poco material hay para la valoración en lo que en este espacio nos ocupa, pero de eso me haré cargo en los próximos días.

sábado, 4 de abril de 2009

Hace seis décadas: La Feria de San Marcos sin toros (I)


En realidad hace un poco más de las 6 décadas. Fue en el año de 1947 cuando nuestra feria abrileña transcurrió sin uno de sus ejes, es decir, sin corridas de toros no obstante que en el febrero anterior, se podría haber barruntado un serial de gran tronío, pues se había presentado en la Plaza de San Marcos el Monstruo de Córdoba, que aún sin salir con los apéndices en la espuerta, dejó constancia ante la afición hidrocálida de su trascendencia en el mundo del toreo.

La razón de la ausencia de la fiesta de los toros en la feria, se atribuyó al combate a una epizootia de fiebre aftosa que se había reconocido por un decreto presidencial publicado en diciembre de 1946, en el que se declaró de interés público el combate a esa enfermedad del ganado, principalmente vacuno.

La realidad es que las primeras referencias del mal ya fuera de control se produjeron en el mes de octubre de 1946, cuando veterinarios oficiales del estado de Veracruz reportaron la incidencia de la enfermedad en esa zona de México, aparentemente diseminada por la extracción de una estación cuarentenaria establecida en la Isla de Sacrificios, de ganado cebú importado de Brasil, antes de que se cumpliera el plazo de su estancia en ese lugar.

Las primeras entidades afectadas fueron la propia Veracruz, Tlaxcala, Puebla y el Distrito Federal y el avance del mal amenazó con quedar fuera de control. Lo anterior motivó la alerta de las autoridades sanitarias de los Estados Unidos, país con el que compartimos 3,000 kilómetros de frontera, que a toda costa pretendía evitar el ingreso del mal a su territorio.

Lo anterior motivó la creación de una comisión binacional encargada del combate y erradicación de la fiebre aftosa y la aplicación de una serie de medidas zoosanitarias que incluían la vacunación de la cabaña ganadera existente, la zonificación del país de acuerdo con la incidencia del mal y la utilización del llamado rifle sanitario para exterminar a todo el ganado enfermo o sospechoso de estarlo. La utilización del citado rifle era casi siempre por técnicos norteamericanos, pues en ese entonces, solamente había una escuela de Veterinaria en México, la de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La última circunstancia mencionada, motivó un grave disgusto en la población, pues muchos tenían por todo activo unas cuantas cabezas de ganado. Así, en un estado laico, en el que apenas se cerraban las heridas de la Guerra Cristera, fue necesario que el Arzobispo Primado de México, don Luis María Martínez, en concordancia con la posición estatal, entrara al quite y dejara patente a la feligresía católica – la mayoría de la población mexicana – que la utilización del temido rifle sanitario era indispensable en esas circunstancias y aún en esas condiciones se relatan casos en los cuales los tenedores de ganados en esas condiciones ejercieron actos de violencia contra los que pretendían sacrificar sus animales - aún mediando indemnización -, hablándose de más de algún linchamiento.

Entre el final de 1946 y 1952, que fue el lapso en el cual se llevó esa campaña de erradicación de la fiebre aftosa, se sacrificaron más de un millón de cabezas de ganado de un hato total que rondaba los 14 millones. La zona infestada, fue el Sur de México, que aproximadamente llegaba hasta la ciudad de México; la zona de seguridad que era el Centro del País, llegaba hasta la ciudad de San Luis Potosí y la zona libre, que abarcaba el Norte de la República hasta los Estados Unidos era objeto de rígidos controles y aduanas, con los llamados vados de la aftosa, en los que las personas y vehículos al cruzar de una a otra, debían desinfectar su calzado y rodamientos pasando por tapetes y vados desinfectantes. En cada puesto había una guarnición militar que obligaba a los renuentes a hacerlo, para evitar una mayor propagación del mal.

Quién haya llegado hasta este punto de la entrada, podrá preguntarse: ¿y esto qué tiene que ver con los toros? Pues mucho. En su obra La Fiesta Brava en México y España, 1519 – 1969, Heriberto Lanfranchi dedica un breve párrafo a este problema, mencionando que muchos ganaderos de lidia sufrieron los estragos del rifle sanitario, aunque no se conoce una estadística confiable del número de toros de lidia que hayan sido sacrificados por enfermos o sospechosos de padecer la glosopeda.

Las 10 ganaderías que más toros lidiaron (encierros o toros sueltos) en las plazas de la capital del país en ese tiempo (México y El Toreo), fueron por su orden La Laguna (17 veces), Pastejé (16 veces), Coaxamaluca (15 veces), Piedras Negras (13 veces), San Mateo (13 veces), Torrecilla (11 veces), Zotoluca (10 veces), La Punta (9 veces), Xajay (8 veces) y Tequisquiapan (6 veces), veremos que la mitad de ellas están fuera de la zona infestada, pero dentro de la de seguridad y en el caso de las de San Mateo y Torrecilla, habrá que considerar si los toros que jugaron no estaban aclimatándose en los potreros que tenían en el Estado de México, pues entonces, su situación cambiaría radicalmente, pues aunque nacidos en la zona libre, se desarrollaron en la infestada.

La fiebre aftosa pues impedía el libre movimiento de ganado vacuno, motivó la reducción y hasta la supresión del uso de bueyes en las labores agrícolas y su sustitución por acémilas, la suspensión de la exportación de carne, la disminución en la producción de lana, pieles, lácteos y por supuesto el trasiego de los toros de lidia necesarios para los festejos que ese daban en las plazas de la República. Ya planteaba en una entrada anterior, que para la presentación de Manolete en nuestra tierra, se le anunció con toros de Pastejé, pero la restricción de la aftosa motivó que tuviera que lidiar toros locales de Peñuelas.

Pues bien, ese estado de cosas motivó que en abril de 1947 se anunciara que no habría corridas de toros en la Feria de San Marcos y que el desaguisado se atribuyera a la fiebre aftosa. En la continuación de este asunto, pondré a la consideración de Ustedes la visión de don Luis de la Torre, El-hombre-que-no-cree-en-nada, a quién ya les había presentado, sobre este particular asunto.

Sobre el problema de la fiebre aftosa en México, les recomiendo la lectura de este número especial de la revista Imagen Veterinaria, de la UNAM.

Aldeanos