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sábado, 6 de mayo de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (XIV)

Rafaelillo y Miraflores de Rancho Seco


Hipotético monterazo
: No estoy seguro de que lo que en este apartado hago sea correcto, o siquiera adecuado, pero esto lo dedico a mi amigo, don Carlos Hernández González Pavón, quien seguramente, hace 50 años, acompañó a su padre a esta corrida y la disfrutó, como yo lo hice desde el tendido, junto con el mío.

La corrida del cierre de la Feria, se anunció con la actuación del diestro colombiano Pepe Cáceres, Raúl Contreras Finito y el tijuanense Rafael Gil Rafaelillo, quienes enfrentarían un bien presentado encierro que trajo a nuestra feria don Carlos Hernández Amozurrutia desde Tlaxco, Tlaxcala. Prácticamente en la víspera del festejo, se anunció que se integraba al cartel el Centauro Potosino, Gastón Santos, quien tuvo una destacada actuación el 25 de abril anterior.

La Feria de San Marcos de 1973 tuvo una inusual y no vuelta a repetir presencia del campo bravo de Tlaxcala. El 25 de abril se lidió un encierro de Piedras Negras; el 1º de mayo uno de Coaxamalucan y el día 6 de mayo, fecha que en este momento me ocupa uno de Rancho Seco. Y si he de ser exhaustivo, tanto la corrida que abrió el serial, como la extraordinaria del 5 de mayo, fueron de la ganadería del ingeniero Mariano Ramírez, que en esos días era pura de ese origen, pues se fundó en 1956 con la mitad de la original vacada de Zotoluca, la que hogaño lleva el hierro que originalmente fuera de la fundacional de Tepeyahualco.

El sorteo del encierro fue accidentado, pues un toro, el número 73, que al salir al ruedo sería llamado Miraflores y saldría en séptimo lugar, presentaba en un anca una lesión, que para el ganadero y los apoderados era un mero puntazo o rayón y para don Jesús Gómez Medina, que ocupaba el palco de la Autoridad, podía ser una cornada. Tras de un largo rato de discusión y de observación del toro, que no tenía signos de cojera y tampoco presentaba síntomas de fiebre o de otros daños derivados de una lesión profunda, compatible con una cornada, por lo que el toro fue aceptado condicionado a que de mostrar signos de claudicación en el ruedo o de ser protestado por el público, sería devuelto a los corrales sin miramientos. Afortunadamente eso no sucedió y pudimos ver al toro de la Feria, y de muchas más.

La gran faena de Rafaelillo

Paso sin más a la relación de don Jesús Gómez Medina sobre esta gran tarde:

Rafaelillo y Rancho Seco dieron broche triunfal a la Feria. A la memoria de don Enrique Bohórquez, cronista ejemplar, que supo expresar como pocos “el sentimiento del toreo”; a Eduardo Solórzano y Rafael Rodríguez que, aunque alejados de los ruedos, sienten aún la fiesta a pleno corazón; a Juan Luis y Pepe Pérez Jaén, en cuya afición pervive la savia torera del inolvidable don José Pérez Gómez “Nili”... Fue a la hora del crepúsculo, durante esos minutos propicios al ensueño, ricos en presagios, en los que las sombras nocturnas se esparcen lenta e insensiblemente, prestas a ganar la diaria contienda a los esplendores solares. Durante ese breve lapso crepuscular que oscila entre la luz y las tinieblas y que constituyó, dicen, el marco de las grandes proezas belmontinas... Fue entonces que salió el séptimo de Rancho Seco, sexto de la lidia ordinaria. Se llamó “Miraflores”, tenía el número 73 y era negro, de cabeza acarnerada, tirando a veleto y con cuatro años largos en la boca. Nada más ni nada menos que un toro... “Rafaelillo” – desde ayer, tras la faena a "Miraflores" y mientras prosiga por el mismo camino, don Rafael Gil, torero artista si los hay –, se dio a torear al de Rancho Seco en una serie de lances a pies juntos, en una forma si no del todo clásica, de todas maneras espectacular y brillante, a lo que contribuía la brava acometida de “Miraflores”. Remató con pinturería, y oyó una ovación, la primera de las que luego brotarían en incontable sucesión... “Miraflores”, tras el fuerte puyazo y el trajín de las banderillas, había llegado al final con su bravura intacta, atemperada por el castigo recibido; dócil, nobilísimo, embistiendo con el hocico al ras del suelo; con una alegría, con un estilo, con un “son” extraordinarios... Erguido, sonriente, el chiquillo desafiaba al de Rancho Seco, llevando la faena en la diestra; acometía aquél sobre el señuelo que a su bravura se ofrecía, y brotaba, así, el derechazo lento, pausado, solemne. Cada pase superaba en calidad y en intensidad emotiva al precedente; y el ¡olé! que provocaba subía de diapasón a medida que la serie íbase redondeando... ¡El torero, ebrio de emoción artística, impelido por el fuego creador que crepitaba en su pecho, volcaba sobre la arena todo el profundo sentimiento – ¡“el sentimiento del toreo”! – que albergaba su corazón de artista ansioso de encontrar la fórmula de expresión para su mensaje! Y de los tendidos brotaba de inmediato la réplica, el eco más contundente y halagador para quienes usan coleta: ¡torero!... ¡torero!... clamaban a coro los espectadores, saboreando, ellos también y viviendo con toda la intensidad de que es capaz un aficionado, la gesta que en el ruedo se realizaba... En las alturas, las sombras eran cada vez más densas; pero en la arena había un incendio de arte que bañaba en luz y fuego a “Rafaelillo” y a “Miraflores”... Las series de toreo en redondo, con la derecha se sucedían; la emoción crecía de punto y el ritmo de triunfo aumentaba en la misma proporción en que cada muletazo resultaba más pulido, más templado, de mayor longitud. En algunos de estos, “Rafaelillo” toreó sin ver al burel; ¡tal era su nobleza!, ¡admirable toro de Rancho Seco, embistiendo con idéntica alegría, con la misma claridad, con tan depurado estilo como si en él confluyese toda la sangre bravía de muchas generaciones de bureles próceres!... Tan solo un bache registró la gran faena: fue cuando “Rafaelillo” confundió su condición de torero – artista con la de director de la banda; le perdió la cara al toro, acometió éste y le propinó la voltereta y el susto consiguiente. Mas, en cuento Rafael tornó a ponerse en torero – torero, dejándose de recursos que suelen emplear los mediocres, incapaces de provocar en otra forma la emoción popular, resurgió el bien torear; renació la emoción derivada de la evidencia del arte; y aquel sentimiento del toreo sustituido pasajeramente por la sensación del susto, readquirió la primacía conferida por la plena entrega del gran artista del toreo que es – que ayer fue cumplida plenamente – Rafael Gil “Rafaelillo”... Una entrega que encontró su expresión más dramática en el momento de la estocada: a toma y daca, yéndose sobre el morrillo con la mayor decisión a cambio de salir volteado de manera tan espectacular y peligrosa que provocó hasta la intervención de algunos – como Rafael Rodríguez y Pepe Pérez Jaén – que, como tantos más, desde el callejón presenciaban entusiasmados y extáticos la imprevista proeza. Rafael Gil puso remate a aquella. Y, aunque salió trompicado, al tornar al ruedo, vivió su momento de apoteosis, en unión del ganadero, don Carlos Hernández; las dos orejas y el rabo del admirable “Miraflores”; las vueltas al ruedo entre aclamaciones y a hombros de los capitalistas; las ovaciones, la música; en suma, el fervor popular volcado a sus pies de joven y brillante triunfador... Y para “Miraflores”, el toro que con su bravura y nobilísima condición revivió viejos lauros de su divisa, los honores del arrastre lento en torno a la barrera...

Lo demás de la corrida

El festejo se había desarrollado en un ambiente que medió entre el sopor y la tragedia. Del resto de la corrida unos batallaron para mantenerse en pie y otros fueron la antítesis de Miraflores, pero el primero de la lidia ordinaria fue el que condicionó en gran medida lo que habría de venir. Manolo Pérez, banderillero y compatriota de Pepe Cáceres sufrió una grave cornada al ser prendido y prensado contra el burladero que está exactamente en el tendido de sol, en el otro extremo de la puerta de cuadrillas. Desde ese momento la pesadumbre se apoderó de los presentes y de quienes estaban en el ruedo y ya poco se esperaba del festejo.

Pepe Cáceres y Finito no volvieron a actuar en una de nuestras ferias, y tuvimos que esperar 49 años para volver a ver un encierro de Rancho Seco en nuestras plazas. Y en cuanto a la faena de Rafaelillo, si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas ocurridas en el ruedo de la Plaza de Toros San Marcos, esta es una de las que se deben tomar en cuenta.

Aviso parroquial: Hace 11 años, publiqué una primera versión de este mismo asunto, que pueden consultar, en esta ubicación.

miércoles, 20 de abril de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (IV)

Antonio Lomelín y Rafaelillo destacan en la segunda de feria

La noche del jueves 20 de abril de 1972 se celebró la segunda corrida del serial de ese calendario. Se anunciaron toros de Suárez del Real para el rejoneador Felipe Zambrano, Raúl Contreras Finito, Antonio Lomelín y Rafael Gil Rafaelillo. Al final de cuentas, solamente salieron al ruedo seis de los anunciados originalmente, pues el de rejones procedió de La Punta

Lo que costaba hacer una feria

Por su parte, Francisco Lazo, cronista huésped del mismo diario, en columna que publicaba de manera sindicada también en el Esto de la capital mexicana, deja unos trozos de una entrevista que realizó al empresario Guillermo González, en los que le reveló la inversión que realizaba para ofrecer a la afición de Aguascalientes una feria como la que estaba teniendo verificativo:

…orgullosamente, mandó encender la iluminación de la plaza, esta bonita plaza de San Marcos, con capacidad para 3,800 personas. No había una sombra, los reflectores, dando luz de cuarzo, hacen ver el ruedo como si cayera el sol de la tarde. Siguió diciendo Guillermo: “Compré esta plaza en un millón doscientos mil pesos. Le hice mejoras por seiscientos mil, doscientos mil de los cuales, fueron exclusivamente para el alumbrado”.

Guillermo González abrió el domingo pasado la Feria Taurina, dando el primero de los siete festejos que llevará a cabo. “Me fue mal – reconoce –. Hicimos una entrada de 79,800 pesos. Perdí alrededor de 50 mil del águila”.

¿Cuánto cuesta montar la Feria?

“En siete carteles invierto un millón, doscientos mil pesos. Agotando el boletaje en las siete tardes, entran un millón seiscientos mil pesos, lo que me daría una utilidad de 400 mil, aclarando antes, que dentro la inversión, están considerados los impuestos...”.

¿No es mucho arriesgar para lo que puede haber de utilidad?

“Yo trabajo para el futuro. Quiero que la Feria de Aguascalientes llegue a ser la más importante de las que se den en el mundo de los toros. Cuando lo logre, también habré logrado lo otro, ganar mucho dinero...”.

Ya hemos dicho que un lleno total deja 240 mil en taquillas. Guillermo ratifica: “Entre los boletos regalados y pases, hay que descontar un mínimo de $5,000.00 por corrida... Muchas personas, alegando tener algo que hacer en la plaza, consiguen asistir a la corrida sin pagar. Ahí van estos otros números: En la plaza caben 3,800 personas y siempre entran sin pagar un 14 por ciento... No me estoy quejando... Simplemente estoy señalando las cargas que hay en taquillas…”

Si hemos de creer las palabras del Cabezón, la utilidad que obtenía en ese entonces, era meramente marginal y era cierto en verdad que daba toros por pura afición. Es también ilustrativo, el hecho de que señale, con precisión, que más del diez por ciento de los asistentes a un festejo, ingresaban a él sin pagar su entrada. Sin duda, que era una gran carga, sobre todo si se tiene en cuenta el reducido cupo del escenario y el precio accesible de las entradas en aquella época.

La segunda corrida de feria y su resultado

La crónica del nombrado Francisco Lazo nos deja ver que los toros no dieron el juego esperado. El año anterior el encierro de don Francisco Suárez del Real acaparó todos los elogios, pero este 1972 la suerte le fue esquiva:

El encierro que envió el ganadero zacatecano Francisco Suárez del Real, no resultó como el del año pasado; bien presentado sí, cómodo de cabeza, fue disparejo en cuanto a bravura. Tres de ellos mansos sin remedio; otro resultó blando y dos atacaron pronto a la caballería, uno de ellos, el segundo, sacando magnífico estilo y el otro, el que cerró plaza, terminó entregándose al acoso del torero, embistiendo con docilidad. Los conformistas dicen que con dos toros buenos cumple una ganadería. A nosotros nos parece que no, más aún si en el encierro hay reses que acusen falta de sangre brava, que echen la cabeza abajo y rasquen y busquen finalmente por donde huir, como sucedió finalmente con los tres lidiados en primer término. Lo menos que se puede esperar de un toro de lidia, es que peleé, de principio a fin, sea cual fuere la calidad de su embestida. A esos toros que van, los toreros pueden sacarle provecho, mucho o poco según su capacidad, lidiando o toreando, palabras sinónimas que en los toros tienen significado distinto. Si el toro se para, no quiere embestir o busca caminos de salida, todo se desluce, aún el empeño de los diestros…

No obstante, Antonio Lomelín, con el quinto de la jornada, pudo lucir y llevarse una oreja en la espuerta. El toro se llamó Abrileño II, recordando al que el año anterior le correspondió a Manolo Espinosa Armillita y le permitió llevarse el Escapulario de Oro de San Marcos:

…la fortuna sonrió a Antonio y le envió a “Abrileño II” que hizo honor a la familia, pues es sabido que “Abrileño I” dio magnífico juego el año pasado. Bravo fue el torito que llegó al tercio mortal con magnífico estilo, metiendo la cabeza con gran claridad. Y Antonio banderilleó estupendamente, primero al cambio, saliendo un poco comprometido y luego dos cuarteos alzando los brazos, cuadrando y clavando en todo lo alto, le hizo una faena de altibajos. Comenzó con dos cambiados en el centro del anillo, y corrió muy bien la mano para entusiasmar al público... y luego mezcló una serie de vulgaridades que no correspondían ni al toro que tenía enfrente, ni a los pases que había logrado en un principio. De pronto toreó serio, luego toreó de rancho. Pero ya había encendido los entusiasmos y como cobró una magnífica estocada a toro arrancado, fue pedida la oreja que concedió el juez…

Por su parte, Rafaelillo se presentaba en Aguascalientes como matador de toros. Y cayó de pie ante nuestra afición. No cortó orejas por un descuido de la gente, que vista la hora en la que terminó la corrida, salió de la plaza, casi en estampida, para ir corriendo al Palenque a ver el espectáculo de Los Randall:

En su segundo, “Majareta” de nombre, lanceó con mandiles muy suaves y verónicas despatarrándose y cerró el capítulo pintureramente. Ya está la gente con él. Bravo es el toro, se arranca al caballo y llega al tercio mortal un tanto incierto. Pero “Rafaelillo” lo encela y nos regala un trasteo de calidad indiscutible, casi en el mismo terreno y en dos ocasiones el toro se frena a media suerte, pero el chiquillo no mueve una pestaña, solo el brazo para hacerle continuar el viaje. Hay temple y arte, todavía no hay la solidez de una figura consagrada, pero suficiente para tener la seguridad de que “Rafaelillo” va a escalar muy alto. Otra gran estocada y cuando esperamos petición unánime, el público toma las salidas apresuradamente, quizás hacia otros placeres que guardan estas noches de feria en la bella Aguascalientes…

Un hecho poco frecuente

Un error de los torileros hizo que Finito tuviera que matar los dos primeros toros de lidia ordinaria de la jornada. No tuvo suerte con ellos, pero su labor fue reconocida con salida al tercio en ambos casos:

Raúl Contreras “Finito” es un torero que va recuperando el terreno que perdió lastimosamente después de un ostracismo inexplicable. Conserva lo fundamental para su profesión: valor. Y ha refrescado su empeño. Planta los pies de verdad. Su toreo ha sido eso, verdad, y pisa terrenos que lo acercan al drama. Ayer despachó primero y segundo pues el torilero se equivocó y los soltó uno tras otro… La equivocación del torilero dejó aquello en un mano a mano con cuatro toros entre Antonio Lomelín y Rafael Gil “Rafaelillo”…

Felipe Zambrano topó con un toro de La Punta que no se prestó para el toreo a caballo y de acuerdo con la relación que hace Lazo, bastante hizo con poder colocarle los hierros de reglamento y algunas banderillas. Lo dejó para que el sobresaliente – de quien no menciona el nombre – terminara con él, lo que consiguió con una entera caída después de un pinchazo.

Lo que seguiría

Habría toros en días seguidos hasta el de San Marcos. Para la noche del viernes 21, se anunció a Alfredo Leal, Joaquín Bernadó, Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico, con toros de Las Huertas. Ya recordaremos ese festejo el día de mañana.

domingo, 20 de marzo de 2022

19 de marzo de 1967: Raúl García y Guadalupano de Las Huertas

Raúl García
Archivo Manolo Saucedo
La temporada 1967 de la capital mexicana nació de manera muy accidentada. A mediados de noviembre del año anterior, el indescriptible Ángel Vázquez, operador de DEMSA, anunció que, en alguna forma, el ciclo quedaría dividido entre el Toreo de Cuatro Caminos y la Plaza México, pues se daría una feria de seis festejos entre el fin de noviembre y los inicios de diciembre en el coso de Naucalpan y después se continuaría la fiesta en la gran plaza de la colonia Nochebuena.

Las primeras cuatro corridas de Cuatro Caminos se anunciaron el día 17 de noviembre de 1966. El Cordobés, Diego Puerta y Mondeño eran el atractivo por la parte hispana, en tanto por los nuestros figuraban Manuel Capetillo, Jaime Rangel y los entonces recién alternativados Finito, Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Jesús Solórzano. Pero esa feria se quedaría en el papel y en la memoria de unos cuantos, pues un par de días después, el inefable Panchito Balderas, el sempiterno líder de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros anunció que su sindicato vetaba las dos plazas de la capital por adeudos de fondos de reserva y de derechos de televisión no pagados.

El 25 de noviembre se sumó a la postura de los subalternos la Unión de Matadores – que tenía sus propios líos internos – y el veto se extendió a otras empresas, extendiéndose el paro prácticamente a todas las plazas de la república, pudiéndose cumplir únicamente los compromisos firmados hasta antes de esa fecha y posteriormente ningún espada actuaría en ruedo alguno.

Estos problemas terminaron al final de cuentas con la salida de Francisco Balderas como Secretario General de la UMPYB, siendo sustituido por Javier Cerrillo. También terminó con el cisma del sindicato de matadores de toros, naciendo lo que es la actual Asociación Nacional de Matadores de Toros, que fue presidida en primera ocasión por Raúl Contreras Finito y quedando la original Unión bajo el liderazgo de Luis Procuna. Estas dos historias deben ser contadas aparte.

Los que no dejaron de funcionar fueron los ganaderos. El 29 de diciembre, Luis Javier Barroso, presidente de la Asociación de Criadores de Toros de Lidia declaraba a la prensa que la situación que se vivía entre los toreros no impedía que se siguieran exportando toros a Sudamérica. Que tenían sus permisos en orden ante las secretarías de Agricultura e Industria y Comercio y que, de hecho, por esas fechas varios encierros estaban siendo embarcados para las ferias de Venezuela y Colombia.

Así, en ese contexto, es como se dio la temporada capitalina de 1967, relegada por las circunstancias, solamente a la Plaza México.

La decimoprimera corrida de la temporada 1967

Para el día de San José de 1967 se anunció un encierro de Las Huertas para Alfredo Leal, Raúl García y Gregorio Tébar El Inclusero, quien repetía después de haber confirmado el domingo anterior y haberse alzado triunfador cortando una oreja en esa tarde. El Príncipe del Toreo vistió de champagne y oro, Raúl García de verde y oro y El Inclusero de tabaco y oro.

El quinto toro de la tarde – se cumplió el adagio o lugar común, según se vea – se llamó Guadalupano y se le anunciaron 466 kilos de peso en la tabilla. Era el segundo del lote de Raúl García, quien tendría con él, visto en retrospectiva, su última gran tarde en la Plaza México. Encontré solamente una versión completa sobre lo sucedido esa tarde, es la de Rafael Loret de Mola, firmando como Rafaelillo, que publicada en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo, entre otras cosas dice:

Raúl, con ganas de triunfar, lo recibe con un farol de rodillas seguido de dos verónicas con los pies juntos. Siguen siete verónicas más, rematadas con la rebolera que no entusiasman a nadie.

Aquí propiamente empieza a destacar el maravilloso burel que en breves instantes iba a ser indultado. Raúl se para en los medios y ejecuta un maravilloso quite por fregolinas lentísimas que ponen al público de pie.

Banderillea bien, pero sobresale el último par al cambio que festeja el público con una gran ovación.

De rodillas empieza su trasteo, pero no son cualquier cosa los pases por alto que ejecuta de hinojos el diestro regiomontano, son unos pases extraordinarios en aguante y belleza, cuando remata con un molinete en la misma posición, el ruedo se cubre de sombreros y prendas de vestir. 

Continúa su gran labor con cinco derechazos rematados con un estupendo pase de pecho. Vienen después tres derechazos más, pase de pecho y la locura en los tendidos; continúa con la diestra para dibujar otros cuatro derechazos seguidos de un maravilloso pase de trinchera; todavía con la muleta en la mano derecha da tres derechazos más en medio de la locura en la mayor plaza del mundo.

Se cambia la muleta a la mano izquierda para estampar unos naturales soberbios, y los sombreros caen al ruedo. El público, todo, pide el indulto, Raúl simula la suerte suprema y pide al juez el indulto del animal, el juez testarudo no hace caso, pero cuando Raúl da tres derechazos rematados con un cambio y el de pecho, y ya no cabe duda alguna de que el noble cornúpeta merece el indulto, el juez lo concede en medio de la locura general.

Mucha gente grita «¡toro, toro…!», creyendo como yo, que Raúl no estuvo a la altura del maravilloso toro de Las Huertas, no he dicho que Raúl lo haya desperdiciado, no, Raúl lo toreó estupendamente, pero no logró estar a la altura de su noble enemigo. Enhorabuena a los propietarios de este gran toro que dejó constancia en la plaza de bravura, nobleza y obediencia…

Rafaelillo deja un amplio espacio para la polémica al juzgar que, sin ser desperdiciado, el toro no fue debidamente aprovechado por el diestro de la colonia Acero de Monterrey. Por su parte, el corresponsal de la agencia española EFE, Carlos Viseras, en su reseña publicada en el número del semanario madrileño El Ruedo salido a los puestos el 21 de marzo siguiente, agregaría otro detalle más para esa discusión:

Con el quinto consiguió alborotar al público con una larga de rodillas. verónicas y fregolinas... Puso dos pares de banderillas; uno de ellos se aplaudió. Pases de todas las marcas, hasta que ondearon los pañuelos y el indulto de «Guadalupano» fue concedido. Ovación y saludos… En cuanto se refiere a la actuación de Raúl García, el alguacil, por su cuenta, sin tener la autorización de la presidencia, le entregó simbólicamente a García las dos orejas y el rabo de «Guadalupano». Por tanto, el premio fue de «motu proprio», no concedido por el juez de la plaza…

Esta última cuestión, la del rabo simbólico no concedido por la autoridad, es ratificada por don Daniel Medina de la Serna en su obra Plaza México. Historia de una Cincuentona Monumental, cuando al resumir esta temporada 1967, cuenta:

Cierto interés despertaba todavía Raúl García; se presentó (2ª) dejando ir la oportunidad con un buen lote de Tequisquiapan; esa tarde le flaqueó el ánimo, pero para recuperar el terreno perdido, cuando volvió (11ª) se topó, para su fortuna, con un toretillo al que le hizo una gran faena, pero después recurrió, por sus pistolas, a la triquiñuela de indultarlo. Juan Pellicer, en su crónica, dejó este testimonio:

Raúl determinó no matar a su cordial bonachón amigo de Las Huertas y soltó el estoque, para llegar así, cómodamente, sin ese estorbo, con la mano al pelo (...) Es de justicia señalar a Ángel Procuna y a algunas otras personas, fácilmente identificables, que desde el callejón y a media faena de muleta, indicaron, como consejeros, a Raúl García que no debía matar al de Las Huertas. Fue aquello una auténtica pantomima. Después de que el cornicortísimo y rabón torito entró a los corrales, uno de los alguacilillos, a las órdenes de no se sabe quién y ante la mirada atónita de miles de espectadores, iba y venía con dos orejas y un rabo entre las manos que el licenciado Pérez Verdía, juez de plaza, no había concedido...”

El juez se dejó rebasar por las manipulaciones y las circunstancias sin hacer valer su autoridad; pero como dichos trofeos fueron protestados, el indultador tuvo que tirarlos.

Alfonso de Icaza también condenó, en su comentario ocho días después, el bochornoso lance que provocó el abusadillo e irresponsable diestro regiomontano, calificándolo de “mixtificación”; en cambio Carlos León, amigo del ganadero, no opuso el menor reparo al indulto...

Como se puede ver, la polémica acerca del indulto de un toro y sobre la concesión de apéndices de utilería, no es de hoy, sino de siempre. He agregar que los anuarios estadísticos de don Luis Ruiz Quiroz no computan las orejas y el rabo de Guadalupano en el haber de Raúl García.

El epílogo

Esta tarde fue la novena del torero regiomontano en la gran plaza. Le restaban ocho más en las que la suerte le fue esquiva. Esa temporada de 1967, tengo la impresión de que fue un parteaguas en la historia taurina de México. La corrida que cerró esa temporada, la noche del sábado 8 de abril de 1967, en disputa por el Estoque de Oro, representó una especie de golpe de estado dado por dos de los jóvenes que habían confirmado su alternativa ese año, Raúl Contreras Finito y Manolo Martínez, quienes ante los toros Lobito y Catrín del ingeniero Mariano Ramírez, declararon sus intenciones de subirse a la cima del toreo.

El 3 de diciembre de ese 1967, en Cuatro Caminos, el golpe quedaría consumado, cuando Manolo Martínez, mano a mano con Manuel Capetillo y los toros de don Luis Barroso, definiría el rumbo que las cosas de los toros tomarían en este país los siguientes tres lustros. Nacía una nueva etapa de la historia del toreo mexicano.

domingo, 6 de febrero de 2022

6 de febrero de 1966. Joselito Huerta y Espartaco de Moreno Reyes Hermanos

Joselito Huerta
Archivo Santos Yubero
Hace una semana contaba como se gestó la temporada del 66 en el Toreo de Cuatro Caminos, que correría en paralelo a la temporada de la Plaza México y que tenía como eje la presencia de Antonio Ordóñez, quien junto con Finito se alzó como triunfador en el segundo festejo del ciclo ante los toros de don Luis Barroso Barona

La tercera corrida de la temporada llevaba como elementos de interés la repetición del torero de Ronda y de Finito y las presentaciones de Joselito Huerta y la de la ganadería de un personaje de la farándula mexicana que tenía mucha cercanía con la fiesta de los toros: Mario Moreno Cantinflas.

La ganadería debutante

De acuerdo con los textos que intentan explicar lo que es actualmente la ganadería de lidia en México, Mario Moreno Cantinflas fundó su ganadería en el año de 1959, en terrenos de la ex – Hacienda de la Purísima, en el Estado de México, donde era vecino de Carlos Arruza, en esas calendas, a su vez, ganadero de Pastejé. Se afirma también, que la vecindad del Ciclón Mexicano fue lo que le animó a asentar su vacada en ese sitio y no en otra finca rústica que tenía en el estado de San Luis Potosí y su pie de simiente lo integró con los toros padres Gladiador de San Mateo y Cascabel de Torrecilla, así como con 100 vacas de esta última procedencia.

Lidia sus primeros toros el 20 de noviembre de 1963 en Jiquilpan, Michoacán y al siguiente año se presenta en Tijuana con seis toros para Jorge El Ranchero Aguilar, Fernando de la Peña y Manuel Benítez El Cordobés. Esta corrida de febrero de 1966, vendría a ser la de su presentación ante el público de la capital mexicana. Por su orden, los toros que salieron al ruedo esta tarde fueron nombrados como Centurión, Espartaco, Mosquetero, Paladín, Emperador y Gladiador, acerca de los que Carlos León escribió:

Cierto que no todos embistieron, pero los que sacaron mansedumbre no se anduvieron con cuentos y fueron mansos en serio, mansos definitivos, con la formalidad de admitir que “se chiveaban” para la pelea, para así hacer resaltar el maravilloso estilo del noble “Espartaco” y la encastada bravura del pegajoso “Mosquetero”. En virtud de ellos se han concedido cuatro orejas y un rabo, logrados de toros con los diamantes en su sitio, sin las astas mutiladas, que es la única manera de diferenciar la fiesta brava de la pachanga, lo auténtico de la mojiganga, lo viril de lo charlotesco…

Joselito Huerta y Espartaco

El León de Tetela se encontró con uno de los toros que construirían su leyenda dentro de la historia del toreo. Era el segundo de la corrida. La crónica que escribió Rafael Loret de Mola firmando como Rafaelillo, aparecida en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente de la corrida, se cuenta lo siguiente:

Si los reyes aztecas hubieran toreado, lo habrían hecho como Joselito toreó esta tarde a “Espartaco”, de 445 kilos, negro zaino, abierto de pitones. Lo recibe con farol de rodillas en el tercio de sombra y lo veroniquea con majestad, rematando con brionesas. Le hace un quite bueno por gaoneras, y luego de las banderillas brinda al público. El burel no se ha perdido de vista por bravo. Huerta lo cita con las dos rodillas en tierra, en tablas, y se lo pasa dos veces. Saliendo a los medios, le instrumenta 8 imperiosos derechazos que remata con doble pase de pecho. El burel va a toriles, y el espada desde los medios, lo cita. Acude “Espartaco” veloz; y Huerta le da un gran derechazo de recibo seguido de siete más, supremos, y un remate triple: pase de pecho, molinete y pase de pecho con la izquierda. Grande y cálida ovación. Prendas de vestir en el ruedo.

Viene más: 4 derechazos más hondos y el de pecho. Un trincherazo en los medios, hecho con pincel y 3 derechazos. Un desarme. Nueve enormes naturales y un molinete. Cinco naturales más, que ya la gente ve de pie, y pase de pecho. Un momento de desconcierto que hace al público pedir el indulto, merecido por el estilo del burel, pero no por su primer tercio… Todavía tres derechazos más, y con el indulto ya concedido, un galleo señorial, un pase de pecho y un molinete… El toro, al corral, en medio de ovación y para Joselito orejas y rabo simbólicas, y vueltas al ruedo, una de ellas con “Cantinflas”, tan querido por el público…

Por su parte, Carlos León, en el diario Novedades de la capital mexicana, expresó, en crónica epistolar dirigida al ganadero de la fecha, entre otras cosas, lo que sigue:

…el trasteo hay que reconocer que fue un auténtico faenón, pues si no hubiera entendido la bondad del dócil "Espartaco", hubiera sido cosa de reprobarlo y ponerlo a repetir el año. Nada de eso, José demostró su aplicación y se ha mostrado como alumno distinguido de la escuela de Ronda. Un alud de muletazos, como si todas las materias quisiera aprobarlas en pocos minutos. Pero, entre aquel diluvio de pases, hay que conceder mención honorífica y poner el nombre de José Huerta en el Cuadro de Honor por la forma impecable en que ligó los naturales, sacando provecho de esa docilidad para embestir que mostró el tocayo del marido de Tere Velázquez… Armada la escandalera por el poblano, la gente pidió el indulto para ese toro de nobleza acrisolada, cosa que concedió el juez, aunque no tenga apariencia de perdonavidas. En forma simbólica, a José le dieron las orejas y el rabo del toro anterior que había matado su maestro, pues otros apéndices no había en la plaza. Y hemos visto con qué profunda emoción ha salido usted al ruedo, con sus hermanos y con el pequeñín que algún día será el rubio heredero de la ganadería Moreno Reyes. La gente lo aclamó a usted con el cariño que le ha tenido siempre, pero en esta ocasión había un algo de respeto a su reciente pena, al grado de que Luis Spota nos hizo atinada observación: “Se diría que el público de Mario le está dando una ovación de condolencias” …

El resto de la corrida

Finito le cortó dos orejas al primero de su lote. Ligaba así dos triunfos consecutivos ante el público de la Ciudad de México. Carlos León le vio así:

Al verlo en su riñonuda faena a “Mosquetero”, cuya bravura encastada tenía mucho que torear, “Finito” se nos mostró “agarzado”, con aquel tesón de quien luego fue “sismo y estatua”. Suicida y exponiendo horrores en su afán de triunfo, no le importó dejarse vapulear por las afiladas espadas mosqueteriles, pues se impuso su acero cuando se volvió sobre el morrillo y consiguió el estoconazo definitivo. Un clamor emotivo premió su hazaña riñonuda y con toda justicia hubo dos orejas para quien se entregó como los hombres…

Por su parte, Antonio Ordóñez saldó su tarde con dos salidas al tercio, tras de una buena exhibición de su calidad torera y de su magisterio. Señalan las crónicas que pudo cortarle una oreja al segundo de su lote, pero los fallos con la espada se lo impidieron.

Una reflexión final

Se afirma que Espartaco es el único toro que fue indultado en el Toreo de Cuatro Caminos. Como todos los indultos, creo que debe ser tomado con sus reservas, sobre todo si se lee lo que expresaron los cronistas a propósito del juego del toro. Dijo Rafaelillo:

El burel no se ha perdido de vista por bravo... Un momento de desconcierto que hace al público pedir el indulto, merecido por el estilo del burel, pero no por su primer tercio...

Lo que me deja pensar que la gente sobrevaloró la condición del toro por la labor del torero delante de él. No obstante hacen pasar a la historia a su criador y a quien triunfa delante de ellos.


domingo, 30 de enero de 2022

30 de enero de 1966: Presentación y triunfo de Finito en su debut en Cuatro Caminos

El Toreo de Cuatro Caminos
Héctor García Cobo (1960)

Raúl Contreras, de Chihuahua, apodado Finito por don Enrique Bohórquez y Bohórquez había actuado ante el público de la Plaza México una sola vez como novillero, fue el 8 de septiembre de 1963, alternando con Juan de Dios Salazar y Paco Lara y las crónicas de la época no le fueron propicias. Se entendió en ese momento que la relación que su familia tenía con don Tomás Valles fue la única que le abrió las puertas de la gran plaza y quizás por eso ya no volvió por allí, aunque después, el doctor Gaona, con más astucia para ver toreros, lo llevaría a Cuatro Caminos a los seriales menores que dio en ese ruedo.

Pero siguió toreando por las afueras, en Guadalajara llegó a salir en hombros seis tardes consecutivas y así llegó a la alternativa un par de años después, en su tierra, donde Joselito Huerta, en presencia de Antonio del Olivar le cedió al toro Coloritos de La Laguna para convertirlo en matador de toros y ser el primero de una generación que, al paso de un par de calendarios, vendría a renovar el escalafón taurino de México.

Con ese currículo, es que se le anunció para presentarse ya como diestro de alternativa en la corrida del 30 de enero de 1966 en el Toreo de Cuatro Caminos, fecha en la que alternaría con Antonio Ordóñez y Fernando de la Peña en la lidia de toros de Mimiahuápam, ganadería entonces propiedad de don Luis Barroso Barona y que en esas fechas iba en pleno ascenso, siendo una de las exigidas por las figuras.

La temporada 1965 – 66 de Cuatro Caminos

En diversos espacios de esta imaginaria libreta, hemos anotado que el doctor Alfonso Gaona había tenido sus más y sus menos con la propiedad de la Plaza México y que para mantener su actividad empresarial tenía a su alcance el Toreo de Cuatro Caminos, plaza de toros en la que logró organizar importantes temporadas. En el presente caso, no sobra recordar que en los calendarios taurinos de 1961 – 62 y 1962 – 63, llevó simultáneamente las dos plazas, de manera exitosa ambas.

A partir del final de 1963, deja primero la administración de Cuatro Caminos y al concluir el ciclo de la Plaza México en 1964, los administradores de DEMSA anuncian que que el doctor Gaona deja los asuntos de la empresa, junto con los de las plazas de Puebla, Tijuana, Acapulco y Ciudad Juárez y que de los de la capital, se haría cargo el Maestro Fermín Espinosa Armillita. La presentación en sociedad del nuevo gerente fue el 7 de mayo de ese año en una cena de gran boato.

Sin embargo, terminada la temporada de novilladas, Armillita dejó las cosas de la empresa, su conocimiento de la fiesta era en el ruedo, no en los despachos y así, Luis Ojeda, hombre de las confianzas de Alejo Peralta tomó las riendas y al poco tiempo se anunció que del beisbol llegaba Ángel Vázquez – cubano de ancestros gallegos – a hacerse cargo de la empresa y de organizar la temporada 1964 – 65. 

El Toreo de Cuatro Caminos por su parte, seguía arrendado – desde finales de 1963 – por doña Dolores Olmedo, quien junto con Pablo B. Ochoa y su marido, el rejoneador Juan Cañedo, trajo allí a El Cordobés y dio después una exitosa Gran Feria de México con el concurso del propio Manuel Benítez y Paco Camino. Concluido ese ciclo, la señora Olmedo deja el negocio de los toros y El Toreo queda libre para que lo retome el doctor Gaona, ya por su cuenta.

El 9 de diciembre de 1965, Rafael Loret de Mola, firmando como Rafaelillo, publica lo siguiente en El Informador de Guadalajara:

Gaona está enemistado “de fondo” con la empresa de la Plaza México, y pueden ustedes estar ciertos de que la pelea será para que se hagan garras. Desde luego, si es cierto que El Toreo contará con los españoles “El Cordobés”, José Fuentes, Diego Puerta, Antonio Ordóñez y Paco Camino, y con los mexicanos Joselito Huerta, Raúl Contreras “Finito”, Manolo Martínez, Joel Téllez “El Silverio” y Jesús Delgadillo “El Estudiante”, las mayores atracciones estarán en Cuatro Caminos, y los aficionados capitalinos, tan afectos a la comodidad de su plaza grande, tendrán que ir a tragar polvo y a padecer humillaciones al barrio menos limpio de todo el Estado de México…

Por su parte, y en el mismo diario tapatío, tres días después, Ernesto Navarrete Don Neto, escribiendo para la Agencia France Presse (AFP), comentaba que Ángel Vázquez informaba que a esas fechas ya se habían recaudado dos millones de pesos por concepto de la venta del derecho de apartado y que esa suma representaba un incremento de un 40% con relación a las del ciclo anterior, anunciando que la corrida con la que abriría la temporada, acartelada con Santiago Martín El Viti, Alfredo Leal y Raúl García, y toros de Torrecilla ya tenía agotadas sus localidades. Cerraba su nota señalando que Vázquez con eso demostraba la real forma de organizar una temporada de toros.

La presentación de Finito

La segunda corrida de la temporada de El Toreo ya decíamos que se dio con la actuación de Antonio Ordóñez, Fernando de la PeñaRaúl Contreras Finito y los toros de Mimiahuápam. El encierro de don Luis Barroso rescató los laureles de su divisa después de que el domingo anterior, en la inauguración, resultaran complicados para Antonio Ordóñez, Joselito Huerta y Manolo Martínez. Esta tarde fue para Finito, que, hecho un león, salió a demostrar que en México había una generación nueva de toreros que pedía paso y sitio. Le cortó una oreja a Conquistador, el tercero, tras de una faena que Lanfranchi califica de dramática. Mario Erasmo Ortiz, en el número de la Revista Taurina del 6 de febrero de 1966, razona lo siguiente:

El primer enemigo de “Finito” era un toro peligroso que embestía calamocheando y se quedaba a medio viaje tratando de hacer daño. Raúl, sin embargo, a base de ponerse cerca y de tirar del toro, con toneladas de valor, lo hizo que tomara la muleta. Le cuajó derechazos largos y templados… A base de valor, Raúl acabó por hacerse de su enemigo. Le cuajó naturales con sabor y derechazos largos y templados que le valieron las palmas en los tendidos. Finito sacó un partido insospechado a su enemigo y como lo tumbó con una estocada hasta la empuñadura, demostrando con esto que es un auténtico matador de toros. El público pidió la oreja que el juez concedió. Raúl dio una vuelta triunfal al anillo… En su segundo “Finito” siguió dejando constancia de su torerismo. Ante un toro distraído que salía suelto de cada lance, Raúl logró dar muletazos de verdadero mérito y desarrolló una labor empeñosa siguiendo al toro por todos los tercios del ruedo. Aprovechó las embestidas lentas y sosas de su enemigo. Se deshizo del toro con otra estocada hasta la empuñadura y recibió la ovación del respetable que ve en él a una gran figura del toreo en embrión pues tiene decisión, arte y, sobre todo, hace el toreo con garra…

Es decir, el de Chihuahua puso el sello de la casa desde la primera actuación, lo que sería su signo durante su breve paso por los ruedos y dejaría dicho allí que estaba listo para lo que hiciera falta.

Por su parte, Antonio Ordóñez también se llevó la oreja de Campeador, el que abrió plaza. El corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, en el número fechado el 1º de febrero de 1966, escribió:

Ordóñez tuvo una brillante reaparición ante la afición mejicana. Además, demostró que sigue tan artista, tan extraordinario torero como cuando vino a Méjico hace seis años. A su primero, un toro de Mimiahuápam, noble y muy bravo, lo toreó a la verónica con temple, calidad y arte de figura grande del toreo. Fueron lances despaciosos y torerísimos. Con la muleta aprovechó desde el principio la bondad en la embestida del toro y cuajó varias series de magníficos pases con la derecha. A la altura precisa, ya que el toro tenía tendencia a rodar por la arena. Así se le vio torear con temple y arte con la diestra y, después, con la zurda, para intercalar los adornos por la cara, los de trinchera, los de la firma y el abaniqueo y remates torerísimos. Tres cuartos de acero en todo lo alto. Oreja y vuelta al ruedo devolviendo prendas…

Fernando de la Peña, el segundo espada, de acuerdo con las relaciones que he podido consultar, se llevó el toro de la corrida, el segundo, Compadre. Las crónicas se pronuncian en sentidos opuestos, pues las hay que dicen que no estuvo a la altura de un toro extraordinario y hay otras que aseguran que casi le cortó la oreja. La realidad es que saldó la tarde sin corte de trofeos y al final del calendario esta resultó ser la única tarde en la que actuó en ruedos mexicanos ese año del 66. Dice la citada crónica de El Ruedo:

Fernando de la Peña reapareció después de su campaña del año pasado en España. Se le ha visto con buen sitio frente a los dos toros de gran peso que se llevó en su lote. A sus dos ejemplares los toreó muy brevemente con el capote y con la muleta. A su primero le hizo una magnífica faena, con sentido de la distancia, con un enorme valor y con magníficos pases por bajo, de derecha y de izquierda. Falló con el acero y perdió la oreja que casi había ganado. En su segundo fue menos aplaudido debido a que su toreo se vino un poquito a menos…

Los toros de Mimiahuápam

Ya decía que don Luis Barroso Barona obtuvo su revancha después de los sucesos del domingo anterior. Su corrida presentó los signos de lo que sería, en lo sucesivo, una interminable línea ascendente de su ganadería de Mimiahuápam. Esto escribió el ya citado Mario Erasmo Ortiz acerca de esos toros:

Don Luis Barroso Barona mandó un encierro muy bien presentado. Sobresalieron tres toros por su bravura y su nobleza en la embestida; pero el que fue realmente extraordinario fue “Compadre” que embistió con claridad y temple extraordinarios. Si este toro hubiera caído en otras manos se va sin orejas y sin rabo al destazadero. Desgraciadamente su matador no tiene la proyección de los grandes del toreo y se fue inédito…

Reflexión final

Hoy, después de releer las crónicas de estos hechos, me atrevo a pensar que quizás Finito hubiera sido el torero ideal para confrontarlo con Manolo Martínez, dado que, por su hacer en el ruedo, era su antípoda; así el contraste y la comparación serían más evidentes y más apasionantes, lo que con seguridad hubiera llevado a muchos a los tendidos a disfrutar de los enfrentamientos de estos dos toreros, dando curso quizás, a una época distinta a la que fue, pero el hubiera no existe.

domingo, 24 de enero de 2021

24 de enero de 1971: Don Manuel de Haro lidia su primera corrida de toros en la Plaza México. Confirman su alternativa Mario Sevilla y Raúl Ponce de León

De izquierda a derecha: atrás Víctor José López El Vito, Antoñete
don Manuel de Haro, Manuel de Haro hijo y Carlos Hernández Pavón

En otro espacio de estas páginas virtuales ya había contado los conflictos con los que inició la temporada 1970 – 71 en la Plaza México, causados principalmente por la exportación de ganado a Sudamérica. Eso abrió, lo que hoy llamaríamos una ventana de oportunidad para que algunas ganaderías de nuevo cuño pudieran presentarse en la plaza más grande del mundo y para don Manuel de Haro Caso, la oportunidad se presentó en la novena corrida de ese ciclo, en la que ante César Girón y Raúl Contreras Finito, confirmarían sus alternativas Mario Sevilla y Raúl Ponce de León.

La ganadería de don Manuel de Haro

Se funda en el año de 1966, cuando al partirse la herencia de don Wiliulfo González, se adjudica a doña Martha González de De Haro, una fracción de La Laguna, consistente, según Heriberto Lanfranchi en 46 vacas y un semental. Esa transmisión de ganado les permite lidiar un primer encierro a su nombre al año siguiente, el el 11 de agosto de 1967, en Huamantla, cuatro toros para Manolo Espinosa Armillita y Eloy Cavazos, a nombre de Martha González de Haro.

Se presenta bajo la misma denominación en la Plaza México el 9 de noviembre de 1969, con seis novillos para Miguel Villanueva y Raúl Ponce de León, mano a mano. En esa oportunidad se lidiaron solamente cinco, pues el 4º fue devuelto por débil y sustituido por uno de Santoyo.

La crianza del toro de lidia ha sido una forma de vida en la familia de don Manuel y doña Martha, y así, cinco de sus hijos varones son, o han sido criadores de reses de lidia: Jorge quien lidia a su nombre o como La Antigua desde 1973; Manuel, fallecido en 2013, quien reinstauró la denominación de Tepeyahualco, también en 1973, actualmente de la titularidad de Ignacio; Xalmonto hierro instaurado en 2011, de Pablo y Antonio quien es el titular del hierro originario de la familia, que como decimos, data de 1966.

La corrida de la presentación

La corrida de la presentación en la Plaza México ya se lidió a nombre de don Manuel de Haro y fue de ocho toros. El primero que salió al ruedo se llamó Quiebra Platos y fue el que sirvió para que Mario Sevilla confirmara su alternativa, pero también lo envió a la enfermería con una cornada. La crónica de Ernesto Navarrete Don Neto, para la Agencia France Presse (AFP), aparecida en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, en lo conducente dice:

Sevilla toreó con mucha clase y arte con el percal. Sus verónicas fueron muy bonitas. Con la muleta toreó a ese magnífico toro de Haro estupendamente con la derecha y con la zurda, por alto y por abajo y cuando quiso dar un pase cambiado por la espalda, el toro lo prendió y le propinó una cornada en el tercio superior, cara interna del muslo derecho con dos trayectorias, una de ocho y otra de 10 centímetros y una pequeña cornada en la axila derecha. El joven diestro se quedó en la arena hasta ver morir al causante de su percance. Fue despedido con una gran ovación…

El segundo de la corrida se llamó Brisquero y fue el de la confirmación de Raúl Ponce de León. De la lectura de las breves crónicas de agencia que pude consultar, parece haber sido el mejor de la corrida y ante él, el confirmante pudo llevarse apéndices, más se hizo presente el pero de la toledana, según versiona el nombrado Don Neto:

Ponce de León se llevó un bravísimo ejemplar y con él toreó bien a secas con el capote, pero con la muleta realizó un bonito trasteo en el que hubo derechazos de magnífica calidad y muy toreados naturales. La faena la estructuró con mucho temple y clase y al finalizar su labor de varias punzaduras dio una vuelta al ruedo…

En crónica aparecida en el diario El Siglo de Torreón, de la misma fecha que el anterior, sin firma, de la agencia Informex, se dice que Ponce de León dio dos vueltas al ruedo:

Raúl Ponce de León fue ovacionado con el capote y en una brillante faena de muleta con pases de todas marcas, citó a recibir, dejando una estocada, añadió un pinchazo y estocada para ser premiado con dos vueltas al ruedo…

César Girón, el padrino de la ceremonia tuvo una actuación que fue de más a menos, misma que terminó en una gran bronca. Dice el corresponsal del semanario El Ruedo de Madrid, en el número aparecido el 26 de enero de 1971:

César Girón hizo al tercero de la tarde faena con buenos pases sobre las dos manos. Dos pinchazos y estocada. Silencio. En el quinto toro, soso, que embestía con la cara echada hacia arriba, hizo faena enterada. Mató con estocada y falló en repetidas ocasiones al descabellar, lo que provocó una ensordecedora rechifla. Hubo palmas para él toro en el arrastre. Mató al séptimo toro en sustitución de Mario Sevilla. Otro toro soso, provocando el público «olés» burlones, lo cual determinó que Girón pidiese la espada para pinchar en cuatro ocasiones y dejar media estocada en medio de fenomenal bronca…

Finito por su parte se vio ausente, quizás ya acusando los problemas que posteriormente serían causa indirecta de su muerte. Fue silenciado en sus dos toros.

Acerca del encierro, las crónicas coinciden en que fue muy bien presentado, bravo para los caballos y que algunos de los toros acusaron debilidad de remos.

El parte médico de Mario Sevilla

En el citado número de El Ruedo, se transcribe el siguiente parte médico:

«Ingresó en la enfermería después de la lidia del primer toro el diestro Mario Sevilla, presentando dos heridas por cuerno de toro. La primera, de siete centímetros de longitud, en el hueco axilar derecho, interesando piel y tejido celular. La otra, tiene orificio de tres centímetros y está situada en el tercio superior, cara posterior del muslo derecho, con dos trayectorias, una de diez centímetros hacia arriba y adentro y otra de ocho hacia arriba, interesando músculos de la región. Tardará en sanar quince días si no presentan complicaciones.»

Dramatis personae

Manuel de Haro: Se convertiría en un referente de la crianza del toro bravo en México y sería un ganadero de gran predicamento en Venezuela, lugar en el que sus toros darían la ocasión a que Antoñete la que fue quizás la última y definitiva de sus resurrecciones. Hoy, la labor que inició con su esposa doña Martha, se ve reflejada en el hacer de sus hijos ganaderos y en el respeto con el que se ve a los toreros que se anuncian con los toros de su casa.

César Girón: Sin saberlo, hoy hace medio siglo que el ahijado de Carlos Arruza toreó la última de las doce corridas en las que actuó en la Plaza México. Ya no era el huracán que todo lo arrasaba como cuando llegó a ese ruedo en 1953, ni el torero maduro y centrado que exactamente diez años antes había cortado el rabo al toro Cascarrabias de Tequisquiapan allí mismo. Al César le sucedió al contrario que a Guerrita, no se fue, lo echaron de la México. Moriría en las astas del toro negro de la carretera el 19 de octubre de ese mismo año en su Venezuela natal.

Raúl Contreras Finito: El torero que debió ser emparejado con Manolo Martínez para formar un dúo de atractivo comercial y taurino estaba inmerso en una espiral de esas de las que es difícil de salir y eso se veía en los altibajos que su carrera sufría por esas calendas. Los días felices de cuando cortó a Sonajero de Torrecilla el rabo allí mismo el año 68, parecían historia cada día que pasaba. Tanto así, que ya nada más le quedaban por delante tres tardes más en la gran plaza.

Mario Sevilla: Alternativado el 1º de mayo de 1969 en San Luis Potosí por Antonio Velázquez, en la última corrida que éste toreo en su vida y llevando de testigo a Curro Rivera con toros de Santa Marta, fue herido por el toro de su confirmación. Volvería para la 13ª corrida del serial y volvería a ser víctima de las astas de los toros, esa tarde particularmente, no tendría oportunidad de matar ninguno, pues fue herido al abrirse de capa con el primero de su lote.

Raúl Ponce de León: Fue hecho matador de toros en Ciudad Juárez el 19 de julio de 1970, siendo su padrino Raúl Contreras Finito y en presencia de Mario Sevilla, cediéndosele los trastos para matar al toro Huracán de Santacilia. No obstante haber sido el mejor librado la tarde que hoy me ocupa, no regresaría a la Plaza México sino hasta la última corrida de la temporada 1972 – 73.

Así sucedieron los hechos en la plaza más grande del mundo, hoy hace medio siglo.

domingo, 14 de junio de 2020

Hace 55 años. El debut de Finito en ruedos hispanos

Raúl Contreras Finito, nativo de Chihuahua, era hijo de Alberto Contreras El Ronco, quien en su día también quiso ser torero y se preocupó por inculcar su afición a su hijo y por enseñarle el oficio para desempeñarlo en los ruedos. El Ronco era empleado de don Tomás Valles, político mexicano, quien además fuera un tiempo empresario de la Plaza México y años después, criador de reses de lidia  y don Tomás, viéndole posibilidades a Finito, decidió ayudarle en sus inicios.

Finito se presentó en la Plaza México el 8 de septiembre de 1963, alternó con Juan de Dios Salazar y Paco Lara. El primer y único novillo que mató en ese ruedo se llamó Retozón y fue el segundo del encierro de Zotoluca lidiado esa tarde. Ya no volvería como novillero a la gran plaza.

El gran año de Finito en el escalafón menor en ruedos mexicanos sería el de 1964 y su plaza la de Guadalajara. Ese año torea seis tardes entre octubre y diciembre, corta 12 orejas, se lleva el Estoque de Plata y una cornada seria. Algunos de sus contemporáneos más renombrados fueron Antonio Sánchez Porteño, Joel Téllez El Silverio, Jesús Solórzano, Manolo Rangel, Rafael Muñoz Chito, Mario de la Borbolla y Calesero Chico.

Esa racha de triunfos le anima a ir a España el año siguiente a terminar su preparación para la alternativa. Llega a España el 12 de junio de 1965. El semanario El Ruedo de Madrid, en su número aparecido el día 15 de ese mes, consigna lo siguiente:
“El sábado último llegó a Madrid por vía aérea Raúl Contreras «Finito», novillero azteca, que será dirigido en España por el que fue gran matador de toros Jaime Marco «El Choni», que fue a recibirle a Barajas. Su presentación en España se hará ante el público de Barcelona el próximo día 17, festividad del Corpus. Chopera y otras empresas le tienen firmados numerosos contratos”.
Así pues, llegaba el chihuahuense a tierras hispanas a hacer su primera campaña como novillero.

El Corpus de Barcelona en 1965

Para el Jueves de Corpus de 1965 don Pedro Balañá confeccionó un cartel interesante, con la presentación en esa plaza de dos novilleros, la que ya hemos mencionado de Finito – que también lo era en ruedos de España – y la de Sebastián Palomo Linares y completaría la terna el gaditano Manolo Sanlúcar, para enfrentar una novillada salmantina de don Salustiano Galache.

La tarde fue buena para Finito, que la concluyó cortando dos orejas al cuarto de la tarde. La relación que hace Juan Fontanet para El Mundo Deportivo de Barcelona, aparecido al día siguiente del festejo, es la siguiente:
Del que menos se hablaba antes de iniciarse el festejo en el mentidero del patio de caballos, junto a la puerta de cuadrillas, era del otro espada, que, con Palomo «Linares», hacía su presentación ante nuestro público, esto es, del mejicano Raúl Contreras «Finito», de quien lo único que se sabía era que lo había traído consigo el que fue valiente matador de toros valenciano Jaime Marco «El Choni». 
Pues bien: a la salida de la Monumental, de quien más y mejor se hablaba era del mejicano «Finito», que con su aplomo, su tranquilidad, su valentía serena, nunca torpona y estrafalaria, su amplio repertorio, su bien medir las faenas – cuatro minutos empleó en la llevada a cabo en su primer novillo y cinco en la de su segundo – demostró cómo en tan breve tiempo se puede torear mucho y bien si se liga la faena y se tiene al toro preso en los vuelos del trapo rojo. 
No cabe duda da que el joven y espigado mejicano causó magnífica impresión y que se le volverá a ver con el mayor interés, ya que en ningún momento dio la impresión de que la flauta sonaba por casualidad, sino que estaba en manos de un tañedor que sabía hacer uso de ella, sacándole bellas y armoniosas notas. «Finito» estuvo muy torero con el capote, con el cual, queremos insistir en ello, lució amplio repertorio; escuchó música en sus dos faenas de muleta, que fueron muy buenas, aunque pudieron ser mejores de retorcerse menos, más de notar dada su mucha estatura. Se precipitó al entrar a matar a su primero – un novillo de dócil embestida y débil de remos, al que la presidencia cambió en el primer tercio con una sola vara –, por precipitarse, repetimos, al entrar a matar. «Finito» mató de una estocada que dejó al descubierto la punta de la espada, motivo – suponemos que fue por éste – por el cual el Presidente no accedió la petición de una oreja que solicitaba el público, el cual obligó al diestro a dar dos vueltas al ruedo, Que volvió a darlas tras de pasaportar a su segundo enemigo de una estocada chispita atravesada también, pero esta vez con una oreja en cada mano, pues fueron dos las que ahora concedió la presidencia. Terminado el festejo, «Finito» sería sacado a hombros. Buena presentación, pues, la de este joven y fino torero mejicano…
También la relación hecha por Juan de las Ramblas en El Ruedo, fechado el 22 de junio siguiente, es laudatoria, según se lee:
También hizo su presentación el mejicano Raúl Contreras «Finito». ¡Atención a este nombre, señores aficionados! A ambos enemigos los lanceó de capa soberbiamente, especialmente al segundo, al que propinó tres verónicas impresionantes. La faena de muleta a su primero fue magnífica, sobre ambas manos, ligando los pases y colocándose superiormente en sus terrenos. Mató de una estocada en la yema, que tuvo el defecto de asomar por debajo de la res al atracarse demasiado el matador y ser el bicho poco hondo. Flamearon los pañuelos. Como el «usía» no concedió la oreja, el público le obligó a dar tres vueltas al anillo. 
En su segundo se superó al tirar de su enemigo con la mano zurda, en naturales justos, largos y hondos. Lo mató de una estocada en la cruz. Le concedieron las dos orejas y dio triunfal vuelta al anillo. Además puso dos pares de banderillas al quiebro con mucha facilidad, Ahí hay un novillero cuajado y diestro en todas las suertes...
Manolo Sanlúcar dio la vuelta al ruedo en su primero y fue aplaudido en el quinto y Palomo Linares fue aplaudido en el tercero y dejó ir el triunfo con la espada en el que cerró plaza. Los novillos lidiados – sin precisar su encaste, pues en casa de don Salustiano se llevaba por separado lo de Vega Villar y lo de Urcola – fueron por su orden: el número 64,  Canastillo con 367 kilos; el 55, Tabernero con 375 kilogramos; el número 61, Zurdito de 377 kilos; el número 72, Bailarín que dio 427 en la báscula; el número 60, Español con 412 kilos y el 71, Bastonero, de 413 kilogramos.

Al final de la campaña 1965, Finito toreó, según el escalafón publicado en el semanario madrileño El Ruedo el 21 de diciembre de 1965, 13 novilladas y cortó 13 orejas.  

Recibió la alternativa en la plaza La Esperanza de Chihuahua el 31 de octubre de 1965, de manos de Joselito Huerta, siendo testigo Antonio del Olivar, con el toro Coloritos de La Laguna.

La confirmó en la Plaza México el 29 de enero de 1967, apadrinado por Juan Silveti y atestiguando Juan García Mondeño, con el toro Saucito de Torrecilla.

Finito falleció el 4 de diciembre de 1974 a los 28 años de edad, a consecuencia de las lesiones sufridas en un accidente automovilístico que tuvo el 23 de noviembre anterior. 

domingo, 12 de enero de 2020

10 de enero de 1971: Paquirri y Caporal de Mariano Ramírez

Francisco Rivera Paquirri
Imagen: cortesía ABC
Paquirri había confirmado su alternativa en la Plaza México el 29 de noviembre del año anterior con el toro Caporal de José Julián Llaguno, siendo apadrinado por Raúl Contreras Finito y llevando como testigo a Manolo Martínez. Por fallos con la espada, dio tres vueltas al ruedo en el toro de la confirmación que brindó a Cagancho y el sexto, Alfarero, segundo de su lote le hirió de consideración.

La temporada 1970 – 71 trajo de España a toreros como El Viti, Curro Vázquez, Joaquín Bernadó, Miguel Mateo Miguelín, Paco Pallarés y constituyó para Luis Miguel Dominguín la última vez que vendría a torear a México, si bien no en la capital de la República, si se presentó en las plazas de Monterrey y Guadalajara, impidiéndole actuar en la Plaza México, una fractura de escafoides sufrida en una incursión en plazas sudamericanas durante ese periplo.

La reaparición de Paquirri en la plaza más grande del mundo se anunció para el 10 de enero de 1971. El cartel se confeccionó con Manolo Espinosa Armillita como cabeza de cartel y Curro Rivera con toros del ingeniero Mariano Ramírez para ese festejo. La reaparición del torero de Zahara de los Atúnes era esperada por la afición de la capital mexicana después de la destacada actuación que tuvo en su presentación.

La tarde fue lluviosa, lo que afectó la actuación de los diestros en lo general. No obstante, Curro Rivera se sobrepuso a las condiciones adversas y cortó a Cielito Lindo, tercero de la tarde, una oreja, pese a haberlo pinchado en el primer intento. 

Pero el triunfador de la tarde fue Paquirri, con el quinto del festejo, Caporal – curiosamente llamado igual que el toro de su confirmación – al que cortó las dos orejas. La crónica epistolar de Carlos León, dirigida al señor Miguel Blázquez y publicada en el desaparecido diario capitalino Novedades, en su parte medular y de manera algo prolija, dice lo que sigue:
En esta tarde, cuando estábamos calados hasta los huesos, cuando la lluvia había encogido a los dóciles toros del ingeniero Mariano Ramírez, pues todavía no se descubre la manera de sanforizarlos, el retumbar del cielo ponía un clima tormentoso, presagio de que allí iba a ocurrir algo que convirtiera los tendidos en cumbres borrascosas. Y así fue en esa estocada de “Paquirri” al quinto toro, en ese rayo que fulminó a “Caporal” en la más limpia y clásica suerte de matar recibiendo. 
Porque hoy, como caso singular, había en el cartel de toreros, de igual nombre, dos homónimos llamados Francisco Rivera. Uno es “Paquirri” y otro es “Curro”. Aquél es de Cádiz... y todo lo de Cádiz tiene solera. En torno a la Tacita de Plata se han multiplicado tanto los buenos toreros como los excelentes cantaores de flamenco. Y “Paquirri”, toreando, apunta como grande. 
¿Ha oído hablar de Juanito Mojama? Jerezano que apuntaba como pocos los tanguillos gaditanos. Y “Julepe”, del Puerto de Santa María, famosísimo solearero. Y la divina Rocío Juradom gaditana de Chipiona, que se arranca por fandanguillos de Huelva y se acaba el mundo. ¿Y el “Loco” Mateo, que lloraba ejecutando polos gitanos? ¿Y el “Loli”, que resucitó las seguiriyas de Paco de la Luz? Era jerezano, sobrino de la “Lobata” y creó un estilo de malagueñas caracterizadas por su lentitud - que también es lo bueno en el toreo -, al grado de que en Jerez de la Frontera corre un dicho popular, en tascas y bodegas: “Anda hijo, que eres más lento que las malagueñas de Loli”. 
Todo eso lo venimos evocando, bajo la tormenta marinera que cayó sobre la México y mientras nos sacábamos percebes y langostinos de los bolsillos. Si le digo a usted que en la cartera traía billetes de cien pesos y se encogieron tanto que se me volvieron de a cinco... 
Bueno, pues “Paquirri” ha estado toda la tarde en torero. Con gracia, con prestancia, con solera, apuntando el toreo como se apunta el cante. ¿Sabe usted que Manolo Caracol es hijo de Manuel Ortega? ¡De Cádiz, claro! Pues Manuel Ortega, que cantaba como nadie por soleares, fue el mozo de espadas de “Gallito”, hasta que por vez última le entregó los avíos en la trágica tarde de Talavera. ¿Y dónde me deja usted a Paco Botas, que aquí vino sirviendo los estoques a “Cagancho”, cuando por vez primera vino el gitano, y que cantaba el mirabrás y la caña como sólo se han cantado en Cantillana? ¡Nada! El cante jondo y los andaluces son una misma cosa. 
Aún parece que estoy escuchando a Pastora Pavón, que pasó a la historia como “La Niña de los Peines”, por aquél tango al que debió su sobrenombre y que ahora viene muy bien al pelo: 
Péinate tú con mis peines
que mis peines son de azúcar;
quien con mis peines se peina
hasta los dedos se chupa 
¡Imagínese usted! ¡Peines de azúcar! Si ahora se usaran aquí, hasta Carlos Trouyet iba a andar más despeinado que “El Cordobés”. 
Y usted perdone toda esa euforia, pero es que en esta tarde, a más de haber toreado bien a la verónica, a más de haber lucido con las banderillas, “Paquirri” ha resucitado la suerte de recibir, consumándola a la perfección. Le han dado dos orejas, que suenan a poco para la magnitud de la hazaña. Dos orejas, en cualquier tarde de suerte, las corta cualquiera. Pero lo que no cualquier consigue, es esa estampa de sabor añejo que allí quedó para ver quién es el guapo que la supera...
Prolijo y divagante el texto de Carlos León, pero refleja, creo, el impacto que causó, dentro del diluvio, la actuación de Paquirri, una actuación triunfal que le metió de lleno dentro del ánimo de la afición de la capital mexicana.

Paquirri actuaría entre 1970 y 1971 la cantidad de 18 tardes en México. 6 en la Plaza México, 3 en San Luis Potosí, 2 en Guadalajara, y una en las plazas de Acapulco, Morelia, Orizaba, Irapuato, Torreón, Querétaro y Mérida. La faena más grande que realizó sería quizás la que hizo al toro Girasol de Jesús Cabrera en la Plaza México el 19 de diciembre de 1971, al que a pesar de pinchar tres veces en la suerte de recibir, le cortó una oreja y quizás la tarde más redonda que tuvo fue la del domingo 30 de abril de 1971 en Guadalajara, cuando cortó cuatro orejas y dos rabos a toros de San Mateo, actuando mano a mano con Manolo Martínez.

Paquirri volvería a México hasta la temporada invernal 1974 – 75, torearía seis corridas, pero no pisaría ya la Plaza México. En estas líneas recuerdo una de sus grandes tardes allí.

Aviso parroquial: Los resaltados en el extracto de la crónica de Carlos León son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no aparecen así en su versión original.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Incuria empresarial

Raúl Contreras Finito
Axioma de esta fiesta es el que para que el escalafón llamado mayor se renueve, se tienen que dar novilladas. Es también algo incontestable que en términos de pesos y centavos, esos festejos menores en la mayoría de los casos no son rentables. Pero también es algo que no se puede rebatir, que si no se invierte en el futuro de la fiesta, la estamos condenando a la extinción.

Todo esto lo traigo a cuento porque entre la Ley de Espectáculos de la Ciudad de México y su Reglamento de Espectáculos Taurinos, por una razón atávica, se fija como fecha para el inicio de la temporada de corridas de toros el primer domingo de noviembre y antes de esa fecha, la empresa encargada de ofrecer esa serie de festejos, para obtener la autorización administrativa correspondiente, debió ofrecer a la afición un mínimo de 12 novilladas. Los dispositivos legales no señalan si deben ser con o sin picadores y por esa razón, en el último par de años, la empresa encargada de los destinos de la Plaza México ha intercalado festejos de una y otra clase para salir del paso y poder obtener así los permisos correspondientes.

El problema real reside en ese salir del paso. Hace algunos años, quizás muchos ya, las temporadas de novilladas constaban de 25 o 30 festejos y se iniciaban una o dos semanas después de que concluía la de corridas de toros. En esos festejos se programaba a novilleros que en las plazas de la República habían destacado, por lo que salir a torear al coso más grande del mundo era una especie de premio. Y lo hacían ante entradas respetables, de media plaza hacia arriba, y surgían muchachos que despertaban el interés de la afición y en más de alguna temporada surgió algún torero que adquirió al paso del tiempo el carácter de “figura del toreo”. Pero había voluntad de las empresas que gobernaban los destinos de la gran plaza por encontrar quienes les ayudaran a seguir adelante con su negocio.

Hoy las cosas parecen tomar un derrotero distinto. No se muestra otro interés más que el de programar a determinadas figuras que tienen ya más de un cuarto de siglo ocupando posiciones en los carteles de importancia. Las fechas que eran tradicionalmente para festejos postineros, o se dejan sin toros o se reservan para programar carteles sin atractivo alguno. Las plazas de la República en las que tradicionalmente se daban novilladas ya las ven de cuando en cuando y con una serie de carteles cerrados, sin aliciente para los triunfadores que tras de torear su tarde anunciada, saben que pasará un largo tiempo para que se vuelvan a vestir de luces.

Cuando no había escuelas taurinas, era posible dar esas 25 o 30 novilladas en la Plaza México cada año. Hoy, habiéndolas en una buena cantidad de municipios del país, resulta incomprensible que se deje para la última hora y a las carreras la programación de apenas una docena de festejos para cumplir con la ley. Entiendo, como decía al principio, que al corto plazo, quizás las novilladas no satisfagan las expectativas económicas de un consorcio empresarial, pero eso no debe ser visto como un “gasto”, sino como una “inversión” en el futuro, porque de no hacerla el día en que esas “figuras” de hace más de 25 años se vayan de los ruedos, ¿qué quedará por hacer?

Se me podrá acusar de quedarme viendo “para atrás”, pero hace años (temporada 1964 – 1965) surgió un novillero que merece ser recordado y que demuestra que las novilladas pueden generar interés. Me refiero a Raúl Contreras, Finito. En el desaparecido Progreso de Guadalajara, toreó seis tardes seguidas y fueron seis llenos. Aquí un resumen de esas tardes:

11 de octubre de 1964 (Inauguración de temporada). – Novillos de Cerro Viejo. Raúl Contreras, Finito, Manolo Rangel y Ricardo García. Finito una oreja a Tejocote y a Respetuoso, y Manolo Rangel las dos al quinto de nombre Tejedor.

25 de octubre de 1964. – Novillos de Cerro Viejo. Raúl Contreras Finito, Alfonso Ramírez Calesero Chico y Javier Liceaga. Finito le corta las dos orejas al 4º Bordador.

22 de noviembre de 1964. – Novillos de Matancillas. Juan Clemente, Jesús Solórzano y Finito. Raúl Contreras, Finito le corta las dos orejas al 6º, Tepiqueño y sale a hombros de la plaza.

6 de diciembre de 1964. – Novillos de Cerro Viejo. Finito mano a mano con Manolo Rangel. Manolo Rangel corta la oreja del 6º, Carretero y Raúl las dos de uno de regalo y los dos salieron a hombros.

13 de diciembre de 1964. – Novillos de Garfias. Finito, Manolo Rangel y Rafael Muñoz Chito. El novillo Gaitero de don Javier Garfias, le pegó una cornada grave a Finito.

25 de diciembre de 1964. – Novillos de Jesús Cabrera. Jesús Solórzano, Finito, Manolo Rangel y Rafael Muñoz Chito. Novillada del Estoque de Plata. Raúl Contreras Finito, se llevó a su casa el trofeo y las dos orejas de Agujetas, estupendo ejemplar de don Jesús Cabrera.

Las novilladas, programadas con inteligencia e imaginación, atraen a la afición y a los públicos y ofrecidas con frecuencia se vuelven atractivas, pues a más de las aptitudes de los aspirantes a toreros, hay una voluntad extraordinaria de querer ser en los novilleros, al menos en lo particular, me parecen más auténticas.

El descuido de esta arista de la fiesta puede acabar con ella. En las manos de las empresas, de la afición y de los públicos está la solución.

Nota del amanuense: Esta pesimista entrada es la número 500 de esta bitácora. Deberían ser, a esta fecha algunas más, pero la verdad es que la dejé abandonada algún tiempo. A quienes pasan por aquí les agradezco su atención y espero seguir dando la tabarra algún rato más.

domingo, 6 de mayo de 2012

Tal día como hoy. 1973: Rafaelillo y Miraflores de Rancho Seco


La Feria de San Marcos de 1973 tuvo una inusual y no vuelta a repetir presencia del campo bravo de Tlaxcala. El 25 de abril se lidió un encierro de Piedras Negras; el 1º de mayo uno de Coaxamalucan y el día 6 de mayo, fecha que en este momento nos ocupa uno de Rancho Seco. Y si he de ser exhaustivo, tanto la corrida que abrió el serial, como la extraordinaria del 5 de mayo, fueron de la ganadería del Ingeniero Mariano Ramírez, que en esos días era pura de ese origen, pues se fundó en 1956 con la mitad de la original vacada de Zotoluca, la que hogaño lleva el hierro que originalmente fuera de la fundacional de Tepeyahualco.

Esa corrida del cierre de la Feria, se conformó con la actuación del Centauro Potosino Gastón Santos, el colombiano Pepe Cáceres, Raúl Contreras Finito y el tijuanense Rafael Gil Rafaelillo, quienes enfrentarían ese bien presentado encierro que trajo a nuestra feria don Carlos Hernández Amozurrutia desde Tlaxco, Tlaxcala.

El sorteo del encierro fue accidentado, pues un toro, el número 73, que al salir al ruedo sería llamado Miraflores y saldría en séptimo lugar, presentaba en una anca una lesión, que para el ganadero y los apoderados era un mero puntazo y para don Jesús Gómez Medina, que ocupaba el palco de la Autoridad, podía ser una cornada. Tras de un largo rato de discusión y de observación del toro, que no tenía signos de cojera y tampoco presentaba síntomas de fiebre o de otros daños derivados de una lesión profunda, compatible con una cornada, por lo que el toro fue aceptado condicionado a que de mostrar signos de claudicación en el ruedo o de ser protestado por el público, sería devuelto a los corrales sin miramientos. Afortunadamente eso no sucedió y pudimos ver al toro de la Feria, y de muchas más.

La gran faena de Rafaelillo

Paso sin más a la relación de don Jesús Gómez Medina sobre esta gran tarde:

Rafaelillo y Rancho Seco dieron broche triunfal a la Feria. A la memoria de don Enrique Bohórquez, cronista ejemplar, que supo expresar como pocos “el sentimiento del toreo”; a Eduardo Solórzano y Rafael Rodríguez que, aunque alejados de los ruedos, sienten aún la fiesta a pleno corazón; a Juan Luis y Pepe Pérez Jaén, en cuya afición pervive la savia torera del inolvidable don José Pérez Gómez “Nili”... Fue a la hora del crepúsculo, durante esos minutos propicios al ensueño, ricos en presagios, en los que las sombras nocturnas se esparcen lenta e insensiblemente, prestas a ganar la diaria contienda a los esplendores solares. Durante ese breve lapso crepuscular que oscila entre la luz y las tinieblas y que constituyó, dicen, el marco de las grandes proezas belmontinas... Fue entonces que salió el séptimo de Rancho Seco, sexto de la lidia ordinaria. Se llamó “Miraflores”, tenía el número 73 y era negro, de cabeza acarnerada, tirando a veleto y con cuatro años largos en la boca. Nada más ni nada menos que un toro... “Rafaelillo” – desde ayer, tras la faena a "Miraflores" y mientras prosiga por el mismo camino, don Rafael Gil, torero artista si los hay –, se dio a torear al de Rancho Seco en una serie de lances a pies juntos, en una forma si no del todo clásica, de todas maneras espectacular y brillante, a lo que contribuía la brava acometida de “Miraflores”. Remató con pinturería, y oyó una ovación, la primera de las que luego brotarían en incontable sucesión... “Miraflores”, tras el fuerte puyazo y el trajín de las banderillas, había llegado al final con su bravura intacta, atemperada por el castigo recibido; dócil, nobilísimo, embistiendo con el hocico al ras del suelo; con una alegría, con un estilo, con un “son” extraordinarios... Erguido, sonriente, el chiquillo desafiaba al de Rancho Seco, llevando la faena en la diestra; acometía aquél sobre el señuelo que a su bravura se ofrecía, y brotaba, así, el derechazo lento, pausado, solemne. Cada pase superaba en calidad y en intensidad emotiva al precedente; y el ¡olé! que provocaba subía de diapasón a medida que la serie íbase redondeando... ¡El torero, ebrio de emoción artística, impelido por el fuego creador que crepitaba en su pecho, volcaba sobre la arena todo el profundo sentimiento – ¡“el sentimiento del toreo”! – que albergaba su corazón de artista ansioso de encontrar la fórmula de expresión para su mensaje! Y de los tendidos brotaba de inmediato la réplica, el eco más contundente y halagador para quienes usan coleta: ¡torero!... ¡torero!... clamaban a coro los espectadores, saboreando, ellos también y viviendo con toda la intensidad de que es capaz un aficionado, la gesta que en el ruedo se realizaba... En las alturas, las sombras eran cada vez más densas; pero en la arena había un incendio de arte que bañaba en luz y fuego a “Rafaelillo” y a “Miraflores”... Las series de toreo en redondo, con la derecha se sucedían; la emoción crecía de punto y el ritmo de triunfo aumentaba en la misma proporción en que cada muletazo resultaba más pulido, más templado, de mayor longitud. En algunos de estos, “Rafaelillo” toreó sin ver al burel; ¡tal era su nobleza!, ¡admirable toro de Rancho Seco, embistiendo con idéntica alegría, con la misma claridad, con tan depurado estilo como si en él confluyese toda la sangre bravía de muchas generaciones de bureles próceres!... Tan solo un bache registró la gran faena: fue cuando “Rafaelillo” confundió su condición de torero – artista con la de director de la banda; le perdió la cara al toro, acometió éste y le propinó la voltereta y el susto consiguiente. Mas, en cuento Rafael tornó a ponerse en torero – torero, dejándose de recursos que suelen emplear los mediocres, incapaces de provocar en otra forma la emoción popular, resurgió el bien torear; renació la emoción derivada de la evidencia del arte; y aquel sentimiento del toreo sustituido pasajeramente por la sensación del susto, readquirió la primacía conferida por la plena entrega del gran artista del toreo que es – que ayer fue cumplida plenamente – Rafael Gil “Rafaelillo”... Una entrega que encontró su expresión más dramática en el momento de la estocada: a toma y daca, yéndose sobre el morrillo con la mayor decisión a cambio de salir volteado de manera tan espectacular y peligrosa que provocó hasta la intervención de algunos – como Rafael Rodríguez y Pepe Pérez Jaén – que, como tantos más, desde el callejón presenciaban entusiasmados y extáticos la imprevista proeza. Rafael Gil puso remate a aquella. Y, aunque salió trompicado, al tornar al ruedo, vivió su momento de apoteosis, en unión del ganadero, don Carlos Hernández; las dos orejas y el rabo del admirable “Miraflores”; las vueltas al ruedo entre aclamaciones y a hombros de los capitalistas; las ovaciones, la música; en suma, el fervor popular volcado a sus pies de joven y brillante triunfador... Y para “Miraflores”, el toro que con su bravura y nobilísima condición revivió viejos lauros de su divisa, los honores del arrastre lento en torno a la barrera...”

Rafael Gil Rafaelillo
La corrida se había desarrollado en un ambiente que medió entre el sopor y la tragedia. Del resto de la corrida unos batallaron para mantenerse en pie y otros fueron la antítesis de Miraflores, pero el primero de la lidia ordinaria fue el que condicionó en gran medida lo que habría de venir. Manolo Pérez, banderillero y compatriota de Pepe Cáceres sufrió una grave cornada al ser prendido y prensado contra el burladero que está exactamente en el tendido de sol, en el otro extremo de la puerta de cuadrillas. Desde ese momento la pesadumbre se apoderó de los presentes y de quienes estaban en el ruedo y ya poco se esperaba del festejo.

Pepe Cáceres y Finito no volvieron a actuar en una de nuestras ferias, así como tampoco hemos vuelto a ver un encierro de Rancho Seco en nuestras plazas. Y en cuanto a la faena de Rafaelillo, si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas ocurridas en el ruedo de la Plaza de Toros San Marcos, esta es una de las que se deben tomar en cuenta.

El festejo de hoy, 11ª corrida de feria: 6 de Fernando de la Mora para Eulalio López Zotoluco, José Mari Manzanares y Arturo Macías.

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