Mostrando entradas con la etiqueta Limeño. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Limeño. Mostrar todas las entradas

lunes, 4 de octubre de 2021

Ruiz Miguel y Gallero de Miura. 50 años (II/II)

José Martínez Limeño
Foto: El Mundo

José Martínez Limeño

De Sanlúcar de Barrameda, fue alternativado en Sevilla el 29 de junio de 1960. Un torero que se distinguió por sus buenas maneras y por su porte, del que Paco Aguado escribió en su obra Figuras del siglo XX:

Fue siempre con elegancia, con el empaque de su figura y con la quietud de su planta, no con aspavientos ni alardes de pretendida valentonería, como el sanluqueño se fue haciendo ese marchamo de solvente ‘especialista’ en corridas duras, sobre todo en la Maestranza, allí donde su nombre se unió para siempre al de las corridas de Miura: las mató durante siete ferias de Abril, con un balance total de once orejas cortadas. (…) Limeño, como el anterior titular de su apodo, aquel eterno compañero de los inicios de Joselito El Gallo, no llegó a grandes cotas numéricas, pero solo el orgullo de esos logros sevillanos le habrán bastado para sentirse satisfecho de una carrera más que respetable.

De la relación de Paco Aguado podemos deducir, además, que aparte de ese buen hacer ante los toros, Limeño era dueño de un buen oficio para lidiar toros, porque mantenerse en un sitio en el que con frecuencia se tiene que enfrentar encierros a de esos a los que se les cuelga el sambenito de ser duros, requiere que el torero que los enfrenta sea poseedor de un conocimiento técnico superior al de la media.

Ese camino generalmente hace madurar a los toreros más lentamente, pues hay más percances y más acertijos que resolver, así, Limeño tardó casi una década en instalarse en el gusto y en el corazón de la afición hispalense, como veremos enseguida.

Desorejando corridas de Miura

Pepe Limeño fue a Sevilla en abril del 68 le cortó dos orejas al quinto Miura de la tarde, escribiendo, en palabras de Filiberto Mira, un verdadero poema épico. Ese triunfo, rotundo, le valió obtener la Oreja de Oro que anualmente concedía el diario Sevilla al triunfador de la feria abrileña.

En abril del 69, nuevamente en la de Miura, el 20 de abril, vestido de salmón y oro se entretuvo en cortarle las cuatro orejas a los toros de su lote, que por su orden fueron Cuidadito y Herizo y por segundo año consecutivo le sería adjudicada la Oreja de Oro del diario Sevilla.

La década de los setenta le vería de nuevo con los toros de Miura y otra vez saldría con las orejas de Cumbrero y Judío, los que integraron su lote. La corrida fue buena y también sus alternantes les cortaron orejas a los que les tocaron en suerte. Limeño se fue por la Puerta del Príncipe y los otros dos por la de la Calle Iris… De nuevo se le concedió a Limeño la Oreja de Oro del diario Sevilla.

El hasta cierto punto fatídico 1971

Tres grandes triunfos consecutivos, logrados todos ante toros de Miura, le generaron a Limeño el derecho de estar una vez más en los carteles de la Feria de Abril de Sevilla. La empresa Pagés, que le apoderaba, le acomodó en dos tardes, la del 22 de abril, con toros de Arranz, El Cordobés y José Luis Parada y la segunda, el día 25, fin de feria, de nueva cuenta con los de Miura, con Andrés Hernando y Florencio Casado El Hencho.

La primera corrida fue la única que toreó Limeño. En los actos previos a ella se produjeron una serie de hechos que dejaron al torero sin voluntad de seguir actuando. Así lo cuenta Paco Cañamero en su portal Glorieta Digital:

La jugada sucia contra Limeño comienza por la mañana al amañarse el sorteo a sus espaldas y no informarle nadie de ello hasta que, por la tarde, en la plaza, comprueba cómo salen cuatro toros muy cómodos de Arranz para sus dos compañeros y, sin embargo, en su turno saltan al ruedo dos sobreros fuera de tipo. Nada más salir su primer toro, Limeño incrédulo por lo que sucedía, se dirige a su peón de confianza y éste le confiesa el fraude que le habían ocultado…

El propio diestro, décadas después, le contó su versión a José Ignacio de la Serna, en los siguientes términos:

El Cordobés tenía tanto poder que se negó a sortear. Eligió los toros más bonitos, le dejó otros dos a Parada y a mí me reservaron dos torazos muy feos y astifinos que ni siquiera eran del mismo hierro. Yo no sabía nada, ni lo podía imaginar, pero cuando salió el segundo de mi lote me mosqueé. Que en una corrida te toque el más serio entra dentro de lo normal, porque a alguien le tiene que tocar. Pero ¿los dos y de otro hierro? No tenían nada que ver con la corrida. Luego en el hotel Colón uno de mis banderilleros me lo contó. Pensó que yo lo sabía…

Efectivamente, el primero de la tarde, aunque el encierro anunciado fue de Manuel Arranz, fue de Ramón Sánchez y el cuarto, aunque del hierro titular, desentonaba con el resto de la corrida. Quizás, se pensó, como Limeño era torero de la casa, tragaría sin chistar, pero el camino de esta historia fue bien distinto.

La entrega de la Oreja de Oro

La Oreja de Oro que el diario Sevilla entregaba cada año al triunfador de la feria del anterior, según votación de sus lectores, correspondió por tercer año consecutivo a Limeño. Así, el evento protocolario se anunció para la noche del 24 de abril en la caseta de la Asociación de la Prensa sita en el Real de la Feria. Se informó por los otorgantes del premio, que, en esta oportunidad, en lugar de otorgar una Oreja de Oro, se entregaría un Rabo de Oro, dado que Limeño ya se había llevado las dos orejas en los certámenes anteriores.

En el acto de la entrega, Limeño anunció que se iba de los toros por los hechos ocurridos en el sorteo de la corrida del día 22, denunciando el fraude del que fue objeto. La prensa de la época intentó silenciar la denuncia, aunque el ABC de Sevilla del día siguiente, en la nota alusiva a la entrega del premio, algo deja ver:

...Por último, Limeño dio las gracias con emocionadas palabras. Destacó la trascendencia del premio, que le ha sido otorgado tres veces, y afirmó que era «la última oreja y el último rabo que le concedían», porque ciertos «hechos de trastienda» relacionados con la corrida que toreó en la Maestranza anteayer, lo impulsaban a la retirada. Dijo que el festejo mencionado era el último, al menos por el momento, y quizás definitivamente. Tras su inesperada declaración, reiteró su gratitud sincera…

Por supuesto, las fuerzas vivas de la fiesta se confabularon para encubrir el suceso. La Hoja del Lunes de Sevilla presenta una versión higienizada y edulcorada de la retirada de Limeño y por otra parte, en la entrevista que treintaitantos años después concedió al nombrado José Ignacio de la Serna y publicada en la revista Taurodelta, se ve que el propio gobierno del Estado Español aportó lo suyo para evitar que se corrieran esos hechos de trastienda de la fiesta, como dice el diario ABC:

Cuando lo denuncié, la prensa dijo que Pepe Limeño se había vuelto loco y estaba ingresado en un manicomio… Me dejaron vendido. Pero no solo la prensa. Una persona que no quiero nombrar, con un cargo de mucha responsabilidad en Sevilla, me dijo: “Ya es usted mayorcito. Usted sabrá lo que dice”. Entonces sentí la impotencia y la rabia más grande del mundo. Todos se callaron. Nadie tuvo el valor de defenderme. Me pusieron una multa por denunciar aquella injusticia. Incluso estuve en comisaría. Allí, otro señor con poder, fuera de sí, se me arrancó con ademán de pegarme un rodillazo en la entrepierna. ¡Qué humillación…!

Y es que, al final de cuentas, la carrera taurina de Pepe Limeño dependía en una importante medida de Diodoro Canorea, que era el mandamás de la casa Pagés, que era la que lo apoderaba y también de El Cordobés que lo llevaba de telonero y que para ese 1971 le tenía firmadas algo así como treinta corridas. Ese arranque de dignidad profesional y humana, le vino a costar la carrera al torero de Sanlúcar.

Lo que siguió

Ante esos hechos, como decía al principio de este mamotreto, Pepe Limeño no salió a torear a los Miura el 25 de abril. Cosa curiosa es que los diarios sevillanos de esa fecha, seguían manteniéndole a la cabeza de los carteles anunciadores del festejo. Los malpensados afirman que se dejaron así con la intención de devolver el importe de la menor cantidad de entradas posibles.

Por esa razón y quizás sin saber la causa, la noche del día 24 o quizás la madrugada del 25, fue que se le avisó a Francisco Ruiz Miguel que torearía esa corrida en sustitución de alguien. Y le tocó la lotería y despegó una carrera que le hizo figura del toreo.

Pepe Limeño no duraría en el paro muchos días, pues el 2 de mayo ya estaba toreando en Toledo. Allí le dijo a Carlos Briones, de El Ruedo salido a los puestos el 4 de ese mes, entre otras cosas, lo siguiente:

Un grave problema de carácter moral es la clave de todo, comienza diciendo. Han dicho que estoy loco. No es verdad. El grave problema que me afectó – y que me gustaría contarle, pero no puedo – me hizo reaccionar en consecuencia. Unos buenos amigos me aconsejaron que no hablara. Y creo que han acertado plenamente. Yo nunca dije que me retiraba definitivamente, sino que lo hacía por una temporada... De verdad que Manuel Benítez no tuvo la culpa, aunque se ha dicho por ahí que fue el único culpable... Tengo seis corridas firmadas. No sé qué haré. Esto está cada vez más complicado. Yo tengo tres hijos a los que, sin remedio, debo defender. Algún día... Me gustaría decirle... Ya se aclararán las cosas...

Al final del día se vería que ya le quedaban pocos paseíllos por hacer a José Martínez Limeño. Se dedicaría después a ser veedor de toros y era uno de los buenos. Falleció en su Sanlúcar, el 18 de diciembre de 2015.  

domingo, 3 de octubre de 2021

Ruiz Miguel y Gallero de Miura. 50 años (I/II)

Francisco Ruiz Miguel
Hoy se debe lidiar la corrida de Miura en la Feria de San Miguel de Sevilla, que este año caótico, se convirtió en un sucedáneo de la Feria de Abril. La intención de estos apuntes es el recordar una hazaña que hace unos meses cumplió medio siglo de haberse realizado y por otra parte, el dejar patente que también a los encierros llamados – mal por cierto – por todo el mundo, como duros, también se les pueden cortar las orejas y triunfar con ellos. 

Unos las contratan, otros las torean…

El día de San Marcos de este año se cumplió medio siglo de que Francisco Ruiz Miguel cortara lo que es, hasta hoy, el último rabo concedido en la plaza de toros de Sevilla. Y el discípulo de Rafael Ortega ni siquiera estaba anunciado para torear esa corrida de Miura que cerraba la Feria de Abril del 71 con Andrés Hernando y Florencio Casado El Hencho. Es más, si se revisa la prensa hispalense del día del festejo, se podrá ver que todavía la mañana de la corrida se publicaba el cartel ofrecido originalmente a la afición, encabezado por el torero sanluqueño José Martínez Limeño.

Unas décadas después Ruiz Miguel, que el torero que quizás ha toreado más corridas de hierros considerados duros, como el que pasta en Zahariche o el de Victorino Martín, le contaba lo siguiente a José Ignacio de la Serna para la revista Taurodelta:

...Tenía 21 años, llevaba dos como matador de alternativa y era la primera vez que me ponía delante de uno de Miura. Le corté las dos orejas y el rabo. El último rabo que se ha cortado en la Maestranza de Sevilla. Recuerdo que ni siquiera en el campo había toreado una vaca de este hierro. Estaba muy nuevo y apenas tenía oficio. Pero mi maestro, Rafael Ortega, antes de torear me dio un consejo que me sirvió mucho, me dijo que me olvidara del hierro, y que la clave del éxito estaba en que el toro se fuera para el desolladero sin haberme visto. Antes que yo, él también había cortado un rabo a uno de Miura en Sevilla… Recuerdo que no estaba anunciado en el cartel original, así que la víspera me llamó mi apoderado para decirme que íbamos a Sevilla a matar la de Miura. “¿La de Miura?”, le pregunté. “Sí, ¿Pasa algo?”, me contestó muy enfadado. “Nada, nada, sólo preguntaba” …

Honesta la confesión de un torero que a partir de ese momento cambió el rumbo de su destino. Que apenas un par de años antes se había presentado en la Maestranza y en el San Isidro anterior había confirmado en Madrid en una tarde pasada por agua y en la que estuvo “interesante” ante una complicada corrida de Osborne. Iniciaba la ascensión de la cuesta y la pendiente parecía ser empinada.

El cierre de la Feria de Abril del 71

Como le contó a José Ignacio de la Serna, la noche anterior Ruiz Miguel fue llamado para sustituir a Limeño en la corrida de Miura. La versión oficial fue que José Martínez no actuaría por enfermedad, habiendo presentado parte médico. Y así lo consigna la cabeza de la crónica de Manuel Olmedo Don Fabricio II, en el ABC de Sevilla, publicada el martes 27 siguiente:

Plaza de la Real Maestranza de Caballería. Decimotercera y última corrida de feria. Un toro de don Fermín Bohórquez Gómez, «Aceitero», negro zaino, para el rejoneador Fermín Bohórquez Escribano, y seis de don Eduardo Miura. Primero, número 95, «Tomate», negro listón, 549 kilos; segundo, número 100, «Gallero», negro bragao meano, 521: tercero, número 149, «Espigado», cárdeno salpicado, 526 kilos; cuarto, número 127, «Boquituerto», de igual pelo, 520 kilos; quinto, número 77, «Boquerón», negro bragao meano, 535 kilos; sexto, número 63, «Gañafote», cárdeno salpicado, 605 kilos. Espadas: Andrés Hernando, Ruiz Miguel, sustituto de Limeño, ausente por enfermedad, y Florencio Casado «El Hencho».

El gran éxito de Ruiz Miguel sucedió con el segundo de la tarde, Gallero, al que le cortó el rabo. Las crónicas son en su mayoría coincidentes en la importancia de la faena que le realizó. En la Hoja del Lunes de Sevilla del día siguiente del festejo, sin firma visible, se escribió:

Desde hace mucho tiempo, en la corrida de Miura, no se mataba un toro recibiendo. Hoy hemos visto esta suerte antigua, pero maravillosa, ejecutada por un torero moderno, casi con cara de niño, valiente hasta la temeridad, cual es Ruiz Miguel, que protagonizó una jornada inolvidable. El toro fue su colaborador, porque era muy bravo, pero él supo sacarle el máximo partido, llegó a la cumbre, entre clamores de la multitud. De capa y de muleta, poniéndolo en suerte, ganándole terreno, con parsimonia y arte, Ruiz Miguel nos demostró cuáles son sus cualidades artísticas y cuánto el valor que posee. Había brindado la faena a la plaza, y aceptó la responsabilidad, saliendo a jugárselo todo en pos del triunfo. Su faena con la franela, bellísima toda ella, fue coreada con olés, y, al final, en el momento sublime de la entrada a matar, aún nos sorprendió más en su forma de hacerlo, citando a la res, que se vino pronta tras la espada que casi entera quedó enterrada en su morrillo. La muerte sin puntilla, espectacular en grado sumo, elevó más aún el rango de la faena. Y para él fueron las dos orejas y el rabo, que esta vez, estamos seguros, hasta el propio presidente, señor Mediano, los entregó con sumo gusto...

Por su parte, el ya invocado Don Fabricio II, relata desde su tribuna, lo que sigue:

Un bravo toro de Miura y un prometedor torero, en feliz conjunción, en armoniosa inteligencia, han dado la nota cumbre de la Feria. «Gallero» se llamaba el toro; Ruiz Miguel fue su afortunado matador. El animal embistió incansablemente y con el mejor son del principio al fin de su lidia, de su bella lidia, promotora de un caluroso entusiasmo. Ruiz Miguel aprovechó cumplidamente la boyantía del toro, que tomó bravamente dos varas. El joven isleño jugó el capote con arrogancia y temple en verónicas de la mejor ley y compuso una enjundiosa y vibrante faena de muleta, a tono con las condiciones del extraordinario toro. En los medios desarrolló el lucido trasteo, iniciado con dos ayudados altos y uno de pecho sin enmendar la posición de la erguida figura. Ruiz Miguel explayaría luego con superlativo acierto, con decisión y buen arte, toda la teoría del toreo fundamental, esmaltada de airosos adornos, entre ellos un pase rodilla en tierra, de singular prestancia. La gallardía y la calidad se aunaron y complementaron en el excelente trasteo al noble, al suave toro, siempre bien toreado, siempre embebido en el engaño. Citó a recibir Ruiz Miguel, y, marcando admirablemente los tiempos de la bellísima suerte, clavó en los rubios, parte del acero. Fue una estocada perfecta, realizada con destreza y tino superlativos, deslumbrante colofón de la extraordinaria faena. El joven matador obtuvo, con plena justicia, las dos orejas y el rabo de su bravo y dócil colaborador, toro de bandera, al que se otorgaron merecidamente los honores póstumos de la vuelta al ruedo en el arrastre...

Incluso, el cronista difícil de convencer, como lo es don Antonio Díaz – Cañabate, terminó conforme con la actuación del torero de la Isla ese domingo 25 de abril. En la edición madrileña del diario ABC, salida el martes 27 siguiente, entre otras cosas, escribió:

El miura era un toro con estilo. Recta, sostenida, alegre su embestida. Metía la cabeza en la muleta y la seguía como si no tuviera el cuello largo ni instintos de rufián que pelea buscando la ventaja, como si desconociera la leyenda miureña. En una palabra, embestía como lo que era: un toro bravo, noble y pastueño. Ruiz Miguel no tenía más remedio que darse cuenta. ¡Ay!, pero de esto ahora no puede uno fiarse. Una cosa es que los toreros se den cuenta del toro y otra que lo toreen dándose cuenta de cómo lo torean, porque ya sabemos que casi todos los actuales trabajan mecánicamente. La inspiración, tan remisa en acudir cuando se la necesita, descendió próvida a la muleta de Ruiz Miguel. El toro encontró a un torero y la faena fue de entera colaboración. Toro y torero se entendieron, y de la compenetración surgían los pases, a los que se unía el temple y el mando del torero, el arte y la obediencia del toro... La excelente faena (justa, medida y cabal) culmina con perfección más aquilatada, con una gran estocada dentro de las estrictas reglas de la suerte de recibir... Al fin hemos visto en toda su pureza esta difícil, y hoy muy rara suerte, premiada con las dos orejas y el rabo. Al toro se le dio la vuelta al ruedo...

La triunfal Feria de 1971

La feria sevillana de 1971 concluyó bajo el signo del triunfo. Fueron trece los festejos y en ellos obtuvieron actuaciones resonantes Curro Rivera, quien debió salir por la Puerta del Príncipe el 18 de abril; Curro Romero, que se llevó tres orejas en dos tardes, José Luis Parada, que cortó dos orejas en  las tres corridas en las que actuó. También alguna oreja suelta cortó El Cordobés. Por el capítulo de los rejoneadores, don Ángel Peralta se llevó un rabo en las alforjas en la matinal del 24 de abril y don Fermín Bohórquez otras dos orejas en el festejo que en este momento me ocupa.

De acuerdo con el doctor Carlos Crivell, el rabo concedido a Ruiz Miguel era el decimocuarto otorgado en la Maestranza desde 1939 y apenas el segundo cortado a un toro de Miura en ese lapso de tiempo. El anterior se lo había cortado a Tormenta su maestro, Rafael Ortega, el 20 de abril de 1956 – tarde en la que se quedó con media corrida por cornada de Gregorio Sánchez – y el inmediato anterior lo había cortado Diego Puerta, al colorao Gallineto, número 114, del Marqués de Domecq, el 26 de abril de 1968. 

El día de mañana continuaré con estos apuntes…

Aviso parroquial: El resaltado en el texto de Don Fabricio II, es obra exclusiva de este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

domingo, 8 de agosto de 2010

Óscar Realme

Óscar Realme, nacido Óscar Enrique Realme Flores en Saltillo, Coahuila, la tierra de Armillita, el 8 de agosto de 1936 es hijo de un afamado economista y hombre de letras que cultivó una estrecha amistad con el poeta salmantino de la Generación del 27, Pedro Garfias, afincado en Monterrey, México desde 1940. La afición de su padre por la fiesta de los toros le hace frecuentar las plazas desde la primera infancia.

Se presenta como novillero en Zapotiltic, Jalisco el 3 de enero de 1954, alternando con Eugenio Alvarado, Enrique Cervantes y Gabriel Linares y esa tarde corta una oreja al novillo de Cerro Prieto que le tocó en suerte. Su presentación en el Toreo de Cuatro Caminos fue el 18 de agosto de 1957 acartelado con el utrerano Juan Gálvez y Enrique Aguilar, yéndosele vivo uno de sus novillos por manejar mal la espada. En la Plaza México debuta el 7 de agosto de 1960, formando terna con Antonio Durán y David Maldonado para despachar un duro encierro de Tepetzala. Farolito, con 342 kilos, sería su primer novillo en la plaza mayor y su actuación le vale volver el 18 de diciembre siguiente.

Tardaría casi un año para volver al Coso de Insurgentes, pues reaparece allí hasta el 15 de octubre 1961 en la primera de 7 veces que se vería allí anunciado ese calendario, incluida la Novillada de la Oreja de Plata. Su tarde más destacada en cuanto a resultados fue la del domingo 10 de diciembre, cuando acartelado con Juan Gálvez y el tapatío Pedro Jiménez Pedrín se enfrentó a novillos de la Viuda de Miguel Franco y dio vuelta al ruedo tras lidiar a Siete Leguas, tercero de la tarde. A la semana siguiente, Lunero, 2º de los de Pepe Ortiz jugados ese domingo, le mandó a la enfermería con una cornada, cuando alternaba con Eduardo Moreno Morenito y Guillermo Sandoval.

Marcha a España en 1962 y antes cierra sus actuaciones en el escalafón novilleril mexicano en la Plaza Monumental de Monterrey el 4 marzo, alternando con Joel Téllez El Silverio y Carlos Peña Peñita para dar cuenta de un encierro de La Playa. Inicia su campaña española en Palma de Mallorca el 15 de abril alternando con Alfonso Vázquez II y Rafael Chacarte en la lidia de novillos de la Viuda de Alicio Tabernero y José Matías Bernardos. Logra presentarse en Las Ventas el 26 de agosto, alternando con Rafael Montero Rafaelete y el canario Pepe Mata y obtiene la oreja de su primer novillo, que llevaba el legendario hierro de don Manuel García – Aleas. Además logró presentarse ese año en otras plazas de importancia como Barcelona, Zaragoza y San Sebastián.

En 1963 torea novilladas también en las principales plazas españolas. Se presenta en Sevilla el 12 de mayo, en cartel formado por el rejoneador mexicano Gastón Santos y los novilleros Luis Parra Jerezano Curro Montenegro enfrentando todos novillos de don Clemente Tassara. Actúa 4 tardes en Madrid, una de ellas en la Feria de San Isidro y pasa además por plazas como Logroño, Valencia y San Roque. Más o menos 80 novilladas toreó Óscar en nueve años en el escalafón menor. De ellas 60 fueron en México y el resto en España.

Recibe la alternativa en Plaza de Oviedo el 21 de septiembre de 1963 de manos de Diego Puerta y con el testimonio de El Cordobés. Los toros fueron de Atanasio Fernández. Contra la costumbre, esa tarde estrenó un terno azul purísima y oro. La tarde de la alternativa la saldó con la vuelta al ruedo en el de la ceremonia; una salida al tercio en el que cerró plaza y la fractura de un metacarpiano de la mano derecha. Al día siguiente confirma en Madrid de manos de José Martínez Limeño que le cedió un toro de Francisco Ramírez, en presencia de José María Montilla, quien también confirmaba su doctorado. Esa tarde la mansedumbre del ganado no permitió a Óscar pasar de estar discreto.

Se le anuncia para confirmar en la Plaza México el 5 de enero de 1964, pero el toro de la ceremonia Señorito, de La Punta, le pega dos cornadas, una en el muslo derecho y otra en el glúteo del mismo lado, quedando la corrida en un forzado mano a mano entre quien iba a ser su padrino, Jaime Rangel, quien tuvo una gran tarde con Malicioso y Manuel García Palmeño el encargado de atestiguar la ceremonia, quien dio la vuelta tras pasaportar a Estrechito. Por esta razón, la confirmación se postergó hasta el 13 de diciembre siguiente, cuando Jaime Bolaños le cedió al toro Chamacón, de Zamarrero, en presencia de Benjamín López Esqueda, también confirmante ese día. Esa fue la única actuación de Óscar como matador de toros en la Plaza México.

Por esas calendas Óscar Realme entró en una dinámica sindical - que a la postre resultó de efectos desastrosos para sus actores - junto con Luis Procuna, Jesús Córdoba, Jorge Medina, Eduardo Moreno Morenito, el rejoneador Juan Cañedo y Joselito Huerta, surgida inicialmente de la postura del Secretario General electo de la Unión Mexicana de Matadores de Toros, El Ranchero Aguilar, acerca de la presencia de las cámaras de televisión en las plazas de toros. Eso produjo un cisma en la Unión y se celebró una nueva elección, siendo electo nuevamente El Ranchero. Los toreros disidentes se separaron de la Unión y vieron declinar sus carreras pues esa separación sindical los condenó prácticamente al ostracismo.

Es por eso que Óscar Realme retomó sus estudios de Economía, sobre los que manifestó lo siguiente en una entrevista concedida a Mario Erasmo Ortiz en diciembre de 1965, unos días antes de su confirmación de alternativa:

A los 28 años ha de escoger definitivamente su camino. La afición al toreo nació con él ya que tanto su padre y su tío fueron toreros aunque el primero sea hoy un conocido Economista y no quiso en un principio que su vástago siguiera sus pasos por los ruedos...el licenciado accedió y prometió a su hijo darle cuanto necesitara para hacerse torero a cambio de no cortar sus estudios... La madre le arrancó el juramento de que obtendría un título Universitario aunque tardara para lograrlo y aunque triunfara ante los toros. Por eso siguió estudiando y toreando y ahí nació el dilema que hoy encara Oscar Realme matador de toros y Licenciado en Economía.

La suerte aquí no le ha sido propicia desde entonces. Reapareció en la México el 5 de enero de 1964 y al segundo lance le regaló (de reyes) dos cornadas en el muslo y rodilla derechas. Desde, entonces apretó el paso para terminar la carrera universitaria... Acaba de obtener su carta de pasante y dentro de unos meses habrá obtenido el título que hace muchos años le juró a su madre. Tiene propuestas para torear en esta temporada. Y por un momento dejamos a Oscar Realme tratando de resolver un dilema que, a la postre, habrá de resolver el toro; porque estamos seguros de que quien, como Realme nació con afición al toro deja cualquier cosa por la gloria del aplauso que premia una faena.
Al final, Óscar Realme terminó toreando esporádicamente hasta el año de 1972, cuando las asperezas entre los que permanecieron en la Unión Mexicana de Matadores de Toros y la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos quedaron debidamente salvadas. Un celo sindical mal entendido privó a la afición de disfrutar de un torero de finas maneras, de gran personalidad y de probado oficio, que tenía todo para ser un importante personaje de la fiesta.

Torea su última corrida el 21 de julio de 1974 en la Plaza de Toros Monumental de Monterrey, en la despedida de Fernando de la Peña, alternando también con Jesús Delgadillo El Estudiante en la lidia de toros de La Playa, teniendo así una despedida de los ruedos no anunciada.


Aldeanos