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domingo, 24 de agosto de 2014

24 de agosto de 1944: El Talismán Poblano se presenta en España

Las gestiones iniciadas en el verano de 1943 por Luis Briones y culminadas por Antonio Algara para reanudar el intercambio entre las torerías de España y México, aparte de permitir a afición y públicos el volver a ver o conocer a los que encabezaban los escalafones en ambos países, dio oportunidad a muchos toreros mexicanos de cruzar el Atlántico para intentar relanzar sus carreras.

Uno de esos casos es el de Felipe González El Talismán Poblano, quien al decir de Guillermo Salas Alonso en la temporada de novilladas de 1942 en el Toreo de la Condesa había toreado nueve festejos consecutivos y había salido en hombros en siete de ellos, logrando apuntalar una campaña novilleril que le llevó a recibir una alternativa en su natal Puebla de los Ángeles el 16 de enero de 1944, apadrinándole Silverio Pérez, quien le cedió los trastos para matar al toro Peñista de Coaxamalucan, en presencia de Luis Castro El Soldado.

Sin confirmar esa alternativa en la capital mexicana, El Talismán Poblano marchó a España y su presentación en aquellas tierras fue en la ciudad de Barcelona, en la plaza de Las Arenas, un lugar natural de ingreso para nuestros toreros a tierras hispanas. Afirmo que el ingreso natural de nuestros toreros a España era por Barcelona, porque desde la década de los veinte del pasado siglo, fue por la Ciudad Condal donde iniciaban sus campañas. Barcelona era la plaza que iniciaba más temprano su temporada y casi siempre la última en concluirla y es proverbial la preferencia que tuvo don Pedro Balañá por nuestros toreros.

Felipe González actuó como novillero para reiniciar su andar por los ruedos en Barcelona y eso implicó en alguna medida un acto de renuncia y en otro sentido una cuestión de corte jurídico, pues en el convenio negociado en el verano del 43, se pactó que solamente tendrían validez las alternativas recibidas o confirmadas en El Toreo de la Ciudad de México, cuestión no subsanada hasta la revisión de 1951, en la que se declararon válidas todas aquellas que se reconocieran como tales en cada uno de los países parte del traído y llevado convenio.

Así pues, el jueves 24 de agosto de 1944 se anunció un encierro de Hoyo de la Gitana para Pepín Martín Vázquez, que se despedía de la novillería en Barcelona – recibiría la alternativa allí mismo, en la Monumental el 3 de septiembre siguiente –, Manolo Cortés, quien reaparecía después de haber sido herido allí mismo en Las Arenas y el debut en España y en Barcelona, de Felipe González. Eduardo Palacio, cronista titular de La Vanguardia, escribió lo siguiente sobre la actuación del debutante:

«Uso moderadísimo»... Con un lleno completo se celebra en la tarde de hoy, jueves 24 de agosto, una novillada extraordinaria en la que han de lidiar seis reses de Hoyo de la Gitana los diestros Pepín Martín Vázquez, Manolo Cortés y el mejicano Felipe González, que hace su presentación en España. A las siete en punto desfilan las cuadrillas, saludándose la presencia de Manolo Cortés, convaleciente de su cogida en esta misma plaza, con grandes aplausos que el muchacho, modestamente, comparte con sus compañeros de terna, a los que obliga a salir a los medios... El mejicano Felipe González, cuya actuación en esta corrida era la primera que hacía en España, se destapó en el último bicho de la fiesta, al que veroniqueó muy bien, lanceándole de frente por detrás, con mucho garbo y valor y tornando a ser ovacionado en el tercio de quites, que resultó tan completo por parte de los tres diestros, que hubo de acompañarles la charanga y los aplausos de la multitud, que llenaba el coso. Clavó después tres formidables pares de rehiletes, ganando con guapeza la cara de aquel toro que llevaba en todas sus arrancadas la velocidad de un expreso conducido por un maquinista alienado, y tornaron a hacer humo las palmas del concurso. Encendióse en esto la luz artificial y bajo ella, realizó el muchacho una faena valerosa; pero quizá y sin quizá, demasiado dilatada, a la que, al fin, puso punto con una estocada que las sombras de la noche no me permitieron apreciar; pero que fundadamente sospecho no debía haber quedado muy en su sitio, cuando se apresuró el diestro a sacar el acero del cuerpo del novillo, que, seguidamente, se rindió a los pies del cachetero. Esto, no obstante, la multitud despidió con grandes aplausos a Felipe González…

El título de la crónica hace referencia a la supuesta existencia en la enfermería de Las Arenas, del mítico bálsamo de fierabrás, que supone aplicado a un valentísimo Manolo Cortés, quien no acusó los efectos del percance sufrido en su actuación anterior y en cuanto a la actuación de Pepín Martín Vázquez, el cronista se limita a señalar que pasó de puntillas en esa su última actuación como novillero en la capital catalana.

Felipe González se presentaría en Madrid el jueves siguiente – 31 de agosto – alternando con Jaime Marco El Choni y Agustín Parra Parrita en la lidia de novillos de Concha y Sierra y la Viuda de Soler (3º), cortándole una oreja a este último y permanecería en España toda la campaña de 1945, regresando a México para recibir una segunda alternativa el 30 de diciembre de ese año, en Ciudad Juárez, de manos de Carlos Vera Cañitas y fungiendo como testigo Gregorio García, siendo los toros de Presillas.

En 1955 ingresó a la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros y destacó como uno de los principales hombres de plata durante las décadas siguientes. Sus hijos Felipe y Sergio fueron también matadores de toros y después cambiaron el oro por la plata, destacándose también en ese escalafón.

El Talismán Poblano falleció el 3 de febrero de 1994.

viernes, 28 de agosto de 2009

Manolete en México, a 64 años vista (I)

Aclaración pertinente: Este trabajo ya lo había publicado en otro tiempo y en otro lugar. No obstante, creo que vale su relectura, por los hechos que revisa, sobre todo la manera y la circunstancia en la que se concretó la llegada del Monstruo de Córdoba a México y que permitió que, a diferencia de Joselito, nuestra afición conociera a una de las grandes cumbres del toreo del Siglo XX.

El boicot del miedo

En 1936 quedaron interrumpidas las relaciones taurinas entre España y México. Fue lo que Juan Belmonte definiera com el boicot del miedo lo que dejara a los públicos de aquí y de allá sin ver a los representantes de la torería de dos países en los ruedos de unos y otros. Ese hecho instigado en buena medida por Marcial Lalanda y Victoriano de la Serna como cabezas notables, tuvo como caldo de cultivo el hecho de que el Maestro Armillita era el torero que dominaba el panorama taurino en el mundo, al ser el torero más solicitado para confeccionar carteles en todas las plazas, tanto, que se afirmaba que ese año del 36 tenía cien corridas firmadas en plazas españolas, una cifra que solo alcanzó en su día el nombrado Pasmo de Triana.

Don Humberto Ruiz Quiroz refiere también como antecedente del boicot el hecho de que tras de una serie de litigios y de controversias, tanto por la tenencia de la plaza de toros El Toreo, como por el destino de los recursos generados por la fiesta, se promulgó un decreto en el que se establecía la normativa en el sentido de que solamente podían ofrecer toros en el Distrito Federal la Beneficencia Pública o empresas con capital mexicano al cien por cien, concesionadas por ésta. Ese decreto gubernativo implicó la salida de la empresa que hasta ese momento manejaba la plaza de la colonia Condesa de Domingo González Mateos, Dominguín¸ quien era el socio más destacado de la entidad que manejaba los destinos del principal escenario taurino de la capital de la República.

Así pues, la imposibilidad de que empresarios hispanos se hicieran cargo de dar toros en la Ciudad de México y la supremacía de un torero mexicano en los ruedos españoles fue el caldo de cultivo que generó la imposibilidad de que los mexicanos actuaran en España y los españoles en México, hecho que produjo, en la óptica del nombrado don Humberto Ruiz Quiroz, la independencia taurina de México, pues por primera vez en mucho tiempo, la fiesta de los toros tendría que subsistir con elementos puramente nacionales.

Por otra parte, en ese mismo 1936 estalló la Guerra Civil Española, que paralizó prácticamente las cosas de los toros, ocasionó la pérdida de una importante porción de la cabaña brava y la muerte de importantes criadores de toros. Igualmente varios toreros resultaron heridos o perdieron la vida en combate y la formación de aquellos que deberían de tomar la estafeta para llevar adelante la fiesta quedó en suspenso y no se reanudaría sino hasta tres años después en condiciones muy precarias, pero abriendo paso a uno de los más grandes toreros de la historia; Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, en los ruedos Manolete.

La situación en México

El regreso de Armillita, El Soldado, Luciano Contreras, Silverio y otros muchos toreros que buscaban en España construir carreras taurinas sólidas, abrió la posibilidad de desarrollar en México temporadas más extensas a diferencia de la española, gracias a la benignidad del clima, que permitiría cubrir un territorio muchas veces más extenso sin tener que suspender la actividad por el invierno, que en la península suele ser crudo en muchas regiones.

También, para enriquecer la cartelería, se promocionaron prospectos que cuajaron en interesantes realidades, como Calesero, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Luis Procuna y Fermín Rivera, que serían quienes entrarían en competencia con Armillita, Alberto Balderas El Torero de México, Lorenzo Garza, El Soldado y Jesús Solórzano como cabezas principales de una torería que llevaría sobre sus hombros el peso total de una fiesta que en esos tiempos tendría que avenirse con lo que hubiera en casa.


Las cosas comenzaron a darse de una manera importante, Benjamín Padilla, que fue quien se hizo cargo de las cosas de El Toreo a la salida de Dominguín, abre con una serie de fastos, entre ellos la faena de El Torero de México al toro Capa Rota de Piedras Negras, la inmortal obra del maestro Fermín con Pardito de don Antonio Llaguno, la de Lorenzo El Magnífico con Tortolito de Torrecilla y para no quedarse atrás, también se inscribió en el cuadro de honor el torero de Mixcoac, Luis Castro El Soldado, al inmortalizar a Pajarito de San Mateo. Es decir, la presencia de las figuras hispanas ni se extrañó en ese momento, pues los diestros nacionales colmaron las expectativas de la afición y dejaron patente, nada más iniciada la situación, que podían con el paquete, cuestión que se puso en duda al inicio de la problemática.

Entretanto, la promoción de nuevos valores no se dejó de lado y surgían jóvenes interesantes, como Manuel Gutiérrez Espartero, Juan Estrada, Carlos Vera Cañitas, Antonio Velázquez, Ricardo Torres, Ricardo Balderas, Luis Briones y su hermano Félix y Eduardo Liceaga, que animan las novilladas y llegan casi todos a la alternativa prometiendo una transición sin sobresaltos en el momento de que el relevo se haga necesario.

El tórrido verano del 43

En el verano de 1943 la Unión Mexicana de Matadores envía a España una curiosa embajada. Luis Briones acude en la parte álgida de la temporada ultramarina, en carácter diríamos, de plenipotenciario, a tratar de negociar un reencuentro entre las torerías de aquí y de allá. Ya sucedidos los hechos, resulta evidente que detrás de la actividad de Luis de Seda y Oro se encontraba el gerente de la empresa Espectáculos El Toreo S.A., Antonio Algara, quien seis años después de iniciadas las hostilidades entre ambos bandos de toreros, apreciaba la necesidad de implantar algunos cambios de fondo en la oferta de festejos taurinos en la capital y en la República entera.

En las publicaciones especializadas, principalmente en La Lidia, esa actitud de la Unión fue acremente censurada, columnistas como don Flavio Zavala Millet, que firmaba con el pseudónimo de Paco Puyazo, el hidrocálido don Luis de la Torre El-Hombre-Que-No-Cree-En-Nada y el politólogo e historiador Roberto Blanco Moheno fustigaron a Briones y a quienes lo enviaron a negociar la paz, por considerar que traicionaban un movimiento que podía generar una total independencia de la fiesta de toros en México.

Por otra parte, diversas voces del exilio español se alzaron en contra de la intentona que tras bambalinas patrocinaba Algara, pues decían, Lalanda y Domingo Ortega eran falangistas y esa era la razón de fondo por la cual pretendían mantener el estado de cosas que permanecía en ese momento, habida cuenta de que el Gobierno de México había dado un lugar en el cual rehacer sus vidas a muchos españoles que en su tierra fueron perseguidos por sus ideas políticas.

Así pues, se daban los primeros pasos para allanar las cosas y permitir que México pudiera conocer al torero que estaba conmocionando a la afición española: Manolete.

El arreglo

Las gestiones de la dupla BrionesAlgara rindieron algún fruto, porque a principios de 1944 la agencia de noticias Associated Press, dio a conocer una información, fechada en Madrid el 14 de enero, en la cual se comunica que los Ministerios de Estado y del Trabajo autorizaban a los empresarios españoles a contratar toreros mexicanos libremente, con la única restricción de que el Sindicato Nacional del Espectáculo debería de aprobar los contratos.

El comité que en España participó en la revocación de las medidas gubernativas generadas por el boicot del miedo, se integró por los empresarios Eduardo Pagés, Pedro Balañá y Carlos Gómez de Velasco; los matadores de toros Domingo Ortega, Manuel Jiménez Chicuelo y Joaquín Rodríguez Cagancho; el periodista Ricardo García López K – Hito, los picadores Díaz y Barajas y los banderilleros Morales y Pinturas.

Tres días después Antonio Algara recibe un cablegrama firmado por Manolete, Juan Belmonte Campoy, Pedro Barrera, Manuel Álvarez Andaluz, Rafael Ortega Gallito, Emiliano de la Casa Morenito de Talavera, Cagancho y Chicuelo, en el que comunican su deseo de que los toreros mexicanos que vayan a España no firmen contratos de exclusiva, según reza el texto del cable, para mejor armonía.

Como se ve, el arreglo se entrampó apenas anunciado. Y la temporada 44 – 45 peligraba, porque los toreros que tenían que tomar la estafeta simplemente no daban el paso adelante. Juan Estrada se perdía en un mar de mediocridad. Espartero no aprovechaba el padrinazgo de Garza, Cañitas seguía siendo una buena cabeza de las corridas económicas, pero hasta allí. Ricardo Torres gozó de la incomprensión de empresas y públicos. Gregorio García prefirió derrochar en las arenas de Eros el valor que debió echarle a los toros, según decía don Arturo Muñoz La Chicha y faltaba todavía algún rato para que el sol le saliera de noche a Antonio Corazón de León.

Algo tenía que hacerse y es así que Antonio Algara se dirige de nueva cuenta a la antigua Iberia, a desfacer los entuertos que quedaban pendientes tras de su visita anterior, cosa que consigue el día 11 de julio de 1944, dejando como principal condición que torero español o mexicano que pretenda actuar en México o España, deberá llevar firmados cuando menos tres contratos, mínimo que entiendo perdura hasta nuestros días.

Corresponderá a Carlos Arruza, que buscaba hacer campaña en Francia y Portugal, el poner en marcha el nuevo estado de cosas y así, se presenta en la plaza de Las Ventas de Madrid exactamente una semana después de suscrito el nuevo convenio, para confirmar su alternativa de manos de Antonio Mejías Bienvenida y llevando como testigo a Morenito de Talavera, el toro de la ceremonia se llamó Avilés, de don Vicente Muriel, como todos los lidiados esa histórica tarde, tanto por lo que representa para la historia común del toreo de ambos pueblos, como para la particular del Ciclón Mexicano, que de esa tarde partió a convertirse en una de las más grandes figuras de la historia del toreo mundial.

Pero la temporada mexicana se vislumbraba nebulosa. Lorenzo Garza había anunciado otra vez que se iba y prometía a los cuatro vientos que no volvería a vestir un terno de luces. En una entrevista publicada en La Lidia, afirmaba incluso que había obsequiado todos sus avíos y vestidos de torear y que lo último que le quedaba, que eran unas camisas, se las regalaría a Heriberto Rodríguez hijo, que comenzaba sus pasos como novillero. La historia nos cuenta que a los pocos meses de hacer esos públicos juramentos, volvió para escribir algunas páginas gloriosas de una carrera en los ruedos que se prolongó casi dos décadas más.

Silverio Pérez mantuvo esa regular y enigmática irregularidad que le caracterizó toda su trayectoria en los ruedos. Cuando la confluencia de las circunstancias era la adecuada, el Faraón era insuperable, tanto así que se metió en el ánimo de la afición del mundo, aún sin haber sido visto en muchos lugares. Su leyenda fue suficiente y eso, en el caso de un torero es bastante para trascender. El problema en este caso, es que desde el punto de vista del empresario, no se puede sostener una temporada con un artista de esta clase.

Balderas había dejado la vida en las astas de Cobijero, Solórzano acusaba ya el castigo de los toros y la necesidad de atender otras cuestiones ajenas a los ruedos, El Soldado sufría los embates tanto de las cornadas que dan los toros, como las que dejan las lides nocturnas, por las que sentía una gran afición y si a eso le sumamos, como decíamos arriba, que los que debieron tomar la estafeta, apuntaron, pero por alguna razón, no pudieron o no se atrevieron a disparar, la temporada 44 – 45 en la capital de la República se planteaba complicada para Antonio Algara.

A todo esto había que sumar otro hecho trascendente, el 19 de noviembre de 1944, en San Luis Potosí, el toro Despertador de Zotoluca, infirió al Maestro Armillita una cornada calificada de grave, que lo sacó de circulación por un buen lapso de tiempo, hecho que vino a poner en mayores aprietos la organización del serial taurino más importante del país, de organizarse solamente con lo que se tenía en casa.


Esas fueron las razones por las cuales Tono Algara movilizó lo necesario para sacar adelante la reanudación de las relaciones taurinas entre España y México y para actuar en reciprocidad a lo iniciado con la presentación de Arruza en Madrid en la Corrida de la Concordia y a la campaña que Cañitas entre otros armó por aquellos pagos, contrató para reforzar el elenco a Cagancho, Gitanillo de Triana, Pepe Luis Vázquez, Rafael Ortega Gallito y Antonio Mejías Bienvenida. No obstante la intención, se siguió criticando al empresario por importar toreros en lugar de hacerlos.

La versión mexicana de la Corrida de la Concordia se celebró en El Toreo el 3 de diciembre de 1944 y alternaron en ella Cagancho, Carlos Arruza y Luis Briones. Guillermo Ernesto Padilla afirma que los toros fueron de La Laguna y Carlos Septién García dice que fueron de Rancho Seco, tlaxcaltecas al fin. El primero de la tarde, para el gitano Joaquín Rodríguez se llamó Jazmín y curiosamente representó el retomar un camino que se había dejado de andar algo más de ocho años antes, pues en febrero de 1936, fue precisamente el trianero el último torero español que actuara en México antes de la ruptura.

La intención final del arreglo era la de traer a Manolete, pero dado lo avanzado de la campaña española cuando éste se logró, no fue posible ajustarlo para venir a México, por esa razón, se tuvo que esperar hasta la temporada siguiente, en la que Manuel Rodríguez Sánchez, traería su conmoción en persona, al medio taurino mexicano.

viernes, 1 de mayo de 2009

Tal día como hoy: 1º de mayo de 1960. Triunfal alternativa del trianero Rubén Salazar en la Plaza de Toros San Marcos

NECESARIA ACLARACIÓN: Hoy debiera celebrarse la quinta corrida de la Feria de San Marcos. Por las razones que han sido profusamente difundidas, esta corrida y las que siguen, no se llevarán a cabo. La razón de seguir publicando estos recuerdos, es que el trabajo ya lo tengo hecho y me parece algo ocioso dejarlo “añejar” un calendario completo, así que seguiré las fechas del cartel original de los festejos y continuaré publicando estas ideas, si Ustedes no tienen objeción.

En la Plaza de Toros San Marcos se han otorgado 15 alternativas entre el año de 1910 y el de 1974, año en el que también, se verificaron por última vez los festejos de la feria abrileña en su ruedo. De los diestros que en su ruedo salieron matadores de toros, solamente cuatro son nativos de esta tierra y es precisamente el personaje de esta fecha uno de ellos.

Originario de nuestro Barrio de Triana, donde nació en 1932, Rubén Salazar había realizado ya varias campañas como novillero en las plazas de México y en Aguascalientes, fue integrante de una promoción que se compuso por toreros como Felipe Bernal El Chelín, Javier Maceira, Carlos González y Fernando Brand, en tanto que en lo nacional, compartió carteles en la novillería con toreros de la importancia de Alfredo Leal, Antonio del Olivar, Jaime Bolaños, Joselito Huerta y Fernando de los Reyes El Callao.

Como novillero actuó en once ocasiones en la Plaza México, destacando sus tardes del 7 de junio de 1953, cuando cortó la oreja de Presumido de Cerralvo; la del 14 de junio de ese mismo año, cuando se llevó las dos orejas de Farolito de Miguel Franco y siete días después cuando cortó una oreja de Rumboso y otra de Jazminero de Santa Marta. Viaja a España y se presenta en Las Ventas el 19 de marzo de 1957, alternando con Antonio León y Ruperto de los Reyes en la lidia de novillos de El Jaral de la Mira.

El cartel confeccionado para la ocasión que hoy les recuerdo lo integraron el torero regiomontano Luis Briones, llamado Luis de Seda y Oro por sus refinadas maneras y el moreliano Joselito Torres, quienes junto con el toricantano, enfrentarían un encierro también hidrocálido de Garabato, propiedad del pintoresco don Celestino Rangel Aguilar El Tato, una de las ganaderías tradicionales en los festejos de la región.

Sobre la tarde de la alternativa, de nueva cuenta recurro a la crónica de don Jesús Gómez Medina, aparecida en El Sol del Centro del día 2 de mayo de 1960, que nos cuenta lo siguiente:

…Triunfalmente, cortando la oreja y el rabo del sexto burel y además saliendo a hombros de los capitalistas, de esta guisa coronó Rubén Salazar la tarde de su alternativa.

Con su éxito, mediante su magnífica y emotiva faena a dicho cornúpeta, Salazar corroboró sus merecimientos al doctorado y además, revistió la última etapa del festejo con la brillantez y el calor que son el marco insustituible de las jornadas de éxito. De aquí que, cuando el último de los astados de Garabato cayó en mitad del ruedo, fulminado por el acero del nuevo matador, el entusiasmo del público – de un público que llenó casi los dos departamentos – llegó a su clímax: tiñéronse de blanco los tendidos, los más impacientes izaron a Rubén y, aclamado estruendosamente, portando orgullosamente los apéndices del burel, recorrió en dos ocasiones la pista y finalmente, abandonó la plaza en hombros de los entusiastas.

La faena del triunfo

No le habían rodado las cosas a la medida de sus ilusiones a Rubén Salazar con el primer burel. ¡El toro de su alternativa!

Fue este – ¡oído al parche, los amigos de las estadísticas! – un bicho cárdeno, oscuro, bragado y lucero, capacho de encornadura, con el número 83 en los costillares.

Casi de salida se coló por un burladero al callejón; más tarde mostraría carencia total de bravura…

Ya tenemos a Luis Briones armando de estoque y muleta a Rubén Salazar, para otorgarle el grado máximo de tauromaquia. Atestigua Joselito y asiente el público con su aplauso.

El toro, manso, busca la zona de adentro. Permutando terrenos, Salazar lo trastea brevemente, destacando dos pases de pecho de su labor. Y para concluir, alarga el brazo y deja medio acero desprendido. Remata con descabello al cuarto golpe…


Rubén Salazar vio truncada su carrera por una inoportuna cornada sufrida en Ciudad Juárez en 1963, que le partió el Tendón de Aquiles y que le limitó la movilidad de su pie derecho. Por ello encauzó su afición en la organización de festejos y principalmente en la enseñanza de las artes toreras y fue el instructor titular de la Primera Escuela de Tauromaquia que se tuvo en Aguascalientes, llamada Abogado Jesús Ramírez Gámez, que organizara Guillermo González Martínez, entonces empresario de las plazas de Aguascalientes y que funcionó en la propia Plaza San Marcos en los años ochenta del siglo pasado y en la que contribuyó a la formación de los matadores de toros José María Luévano, Jorge Mora, Pedro Montes, Fabián Barba y César Delgadillo, que en la primera etapa de su preparación, pasaron por la que fuera la primera escuela taurina formal de Aguascalientes

Rubén Salazar falleció en su tierra el 15 de diciembre de 2006.

El cartel que estaba anunciado para hoy: Toros de Begoña para Sebastián Castella y Arturo Macías, mano a mano.

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