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domingo, 2 de julio de 2023

1º de julio de 1923: se cierra la historia de Rodolfo Gaona en ruedos de España

Anuncio de la corrida en el diario
Noticiero Universal 30/06/1923

La temporada 1922 – 23 en el Toreo de la Condesa fue, para Rodolfo Gaona, una de marcados contrastes. En la columna de los grandes triunfos, han pasado a la historia sus actuaciones en la 12ª tarde del ciclo, cuando realizó su gran faena al toro Curtidor de Atenco y la del domingo siguiente, después de que sus seguidores le colocaran la tiara de Pontífice del Toreo, a Sangre Azul de San Diego de los Padres

Pero también tuvo tropiezos significativos, pues en la tercera, se le fue vivo Cubeto de Piedras Negras; en la cuarta, un toro de Atenco lo hirió de consideración en un brazo; en la décima, él y Marcial Lalanda salieron abroncados después de una tarde aciaga y en la décimo sexta, sin tener que ver en el asunto, la concurrencia desquitó con el Califa su enojo, porque le correspondió el lote parchado de un encierro de Palha, que llegó a México con solamente cinco toros aptos para la lidia.

Quizás era que la afición de la capital estaba impresionada por los alardes de valor de diestros como Luis Freg, Juan Silveti – que fue el que más tardes actuó en la Condesa – o aquél que fue banderillero de Belmonte, el trianero Manuel García Maera, quien en una tarde cortara los dos rabos de los toros que le tocaron en suerte. Y también las valerosas excentricidades de Larita. La cuestión es que, había razones suficientes para justificar la subida del nivel de exigencia hacia el llamado Petronio de los ruedos y los que pagan su entrada, las hicieron valer.

Rafael Solana Verduguillo narra en su recuento histórico de la fiesta de esa época, acerca de esa situación, lo siguiente:

A mediados de ese año de 1923, Gaona partió para España. No tenía el menor deseo de ir a despedirse de los públicos españoles, pero “Monosabio” y yo casi lo obligamos… “Debes poner tierra de por medio. Rodolfo, dijo don Carlos Quirós en cierta ocasión en que comíamos juntos accidentalmente… Le decía yo a Rodolfo, manifestó don Carlos, que sería muy conveniente que se fuera a España. Es necesario que la gente deje de verlo, que se ausente para que el público lo extrañe. Cuando los artistas viven en un lugar, como que se le pierde la estimación a fuerza estarlos viendo a todas horas… Soy de la misma opinión, dije yo, Gaona debe irse, aunque toree poco, aunque no gane nada. La ausencia estimula al afecto…”. Al terminar la comida, Gaona nos prometió que saldría para Europa. Torearía poco, unas cuantas corridas en España, otras en Francia y se despediría definitivamente de aquellos públicos…

Así fue, de acuerdo con el periodista veracruzano, que don Rodolfo Gaona se decidió a intentar una campaña de despedida en los ruedos de Europa.

La realidad de la fiesta en España

Al llegar Rodolfo Gaona a tierras hispanas, se encontró con una realidad muy distinta a la que había dejado allá un par de años antes. Ahora para actuar en las plazas de importancia había que pertenecer a la Sociedad de Matadores de Toros y Novillos, una agrupación sindical que era controlada bajo cuerda por la Asociación de Empresarios y Propietarios de Plazas de Toros de España, misma que, si hacemos caso a la historia escrita en España, surgió hasta 1924 y con la finalidad de impedir que Ignacio Sánchez Mejías pudiera torear en las plazas que pertenecían a esa asociación – Madrid, Sevilla,  Bilbao, Valladolid y Vitoria entre las más destacadas – estableciendo además para los otros toreros, un honorario máximo de siete mil pesetas. Así se lo contó a Monosabio el Indio Grande:

Yo fui a España a saludar a mis amigos y a despedirme de los públicos que más me quisieron: torearía ocho, diez corridas, en ciertas plazas: serían las últimas corridas, porque ya hay que ir pensando en otra cosa… Eso sí: mantendría mi categoría y la haría respetar en todo, especialmente en lo que mejor se demuestra: ¿Cuánto cobras? Tanto vales… Nada de pensar en pelear con nadie, ni en quitar a ninguno el sitio que justa o injustamente disfrute… Pero, no pudo ser sino a medias... Las empresas estaban sindicalizadas. Los toreros sindicalizados y los ganaderos también. Para torear había que ingresar en esa Asociación que manejan los empresarios: ellos fijaron que ningún matador de primera fila habría de cobrar más de siete mil pesetas, y para mí esa suma es una insignificancia, porque no me alcanza para los gastos más indispensables. No quisieron hacer sino una excepción en favor de Rafael “El Gallo”, pero no para mí… Y yo pensé que las categorías y el precio los señalan los públicos y no los sindicatos. Está bien que se reúnan en manada los que no pueden andar solos… El cartel hay que buscarlo toreando. Y no accedí a ingresar en el Sindicato, ni acepté la tarifa standard que habían aprobado Y... no pude torear sino en las plazas que habían quedado fuera del control de las empresas asociadas y con los toreros que no se habían sindicalizado...

Ante ese escenario, Rodolfo Gaona apenas pudo actuar en un puñado de festejos y por supuesto, las plazas de importancia quedaron excluidas de su gira de despedida. Sin embargo, en Lisboa cobró lo que ninguno antes había recibido por actuar allí y en Barcelona, no en la Monumental, tampoco en Las Arenas, pero sí en La Barceloneta, pudo impartir su postrera lección magistral, misma que ha quedado para la historia, por lo que el hecho en sí representa, como por lo que en la fecha el torero de León realizó.

Rodolfo Gaona y Beato

Para el domingo 1º de julio de 1923 se anunció una corrida de toros en la plaza de toros de La Barceloneta. La publicidad señalaba que se lidiaría un encierro de Arribas por Rodolfo Gaona, en su despedida, Diego Mazquiarán Fortuna y Francisco Vila Rubio de Valencia. Aclaro que la publicidad anunciaba los toros como procedentes de Arribas, porque posteriormente la mayoría de las crónicas señalarían que procedieron de Andrés Sánchez y Sánchez, de Salamanca y aún algún otro indicó en su información que fueron de la Viuda de Tovar.

El cuarto de la sesión se llamó Beato, fue cárdeno oscuro y tras de ver el resultado del conjunto del festejo, fue el mejor de la corrida. Ante ese Beato, fue que Rodolfo Gaona dejara su última gran exhibición de arte y de poderío en ruedos españoles. La impresión que causó a quien firmó como Carrasclás en el diario barcelonés Noticiero Universal, fue la siguiente:

El toro “Beato”, un cárdeno de buen tipo, no fue un portento de bravura. Fué más noble que bravo, aunque se arrancó pronto y bien a los caballos. Lo que hizo a pedir de boca es embestir, dando lugar a Gaona, que no deseaba otra cosa que un buen toro para torear, á que nos extasiara primero con unos lances de capa que fueron un modelo de arte, de temple y de finura, que se premiaron con una atronadora ovación… Cambiado el tercio, cogió banderillas Gaona y en un santiamén, pronto y ligero, para que no se le agotase el toro, con su arte peculiar y su seguridad pasmosa, clavó cuatro soberanos pares, premiados con otras tantas ruidosas explosiones de palmas… Pero con todo y ser lo relatado tan exquisito, dejó Rodolfo lo más asombroso para el final… Y el acontecimiento fue un faenón enorme. El soberbio ayudado con que Rodolfo lo empezó, levantó un olé, y al olé siguió una formidable ovación por tres naturales magnos que dio Gaona a continuación, ligándolos admirablemente, a los que siguieron uno alto finísimo y otro de pecho estupendo… El entusiasmo que la faena provocó, delirante. No tuvo Rodolfo completa suerte al matar. Aunque arrancó con decisión y bien, coló poco el estoque en las dos veces que entró, y tuvo que descabellar, pero no por esto dejó de ser la ovación final tan enorme como fue la faena, viéndose obligado el gran torero a dar una vuelta triunfal y á salir tres veces á los medios por no cesar los atronadores aplausos...

Por su parte, el corresponsal del diario El Heraldo de Madrid, advirtió lo siguiente:

Cuarto. – Cárdeno y bien puesto. Gaona es ovacionado al veroniquear; en un quite, en el que deja saborear su excelente estilo de torero, es de nuevo ovacionado. Gaona coge los palos, y al cuarteo, deja un par superiorísimo; repite con otro de poder a poder, inconmensurable. (Ovación). Clava otro en la misma forma y cierra el tercio con uno de frente muy bueno. Brinda la muerte desde el centro de la plaza. Comienza la faena de muleta con un pase ayudado por alto con los pies hundidos en la arena, y después lo más grande que Gaona ha hecho en Barcelona; una faena ligada de pases de pecho y naturales, pases improvisados, pases de molinete; se tira a matar y deja media estocada; sigue toreando entre ovaciones y música, y se tira de nuevo y señala un buen pinchazo; intenta el descabello, y acierta al primer intento. (Ovación, dos vueltas al ruedo y salida por tres veces a los medios. Petición de oreja que el presidente no concede)…

El diario madrileño Informaciones, en la relación de su corresponsal, destaca:

CUARTO. – Gaona da unos lances quieto y airoso y es muy aplaudido. Tardeando y sintiéndose al hierro toma el toro las varas reglamentarias y hay un quite por barba, muy adornados. Rodolfo coge los palos, y en un santiamén pone cuatro pares; los tres primeros de poder a poder, estilo Joselito, que se ovacionan, y el cuarto cambiando el viaje, muy fino. (Ovación)… Brinda desde el centro de la Plaza para despedirse, y empieza la faena con un pase por alto, superior; sigue con tres naturales, soberbios, seguidos del de pecho, continúa con la faena más grande que ha hecho este torero en Barcelona, en la que cada pase es un derroche de arte y maestría. (música, ovación continua y el delirio). Entra bien a matar para media desprendida. Más trasteo y un pinchazo alto. Descabella. a pulso y se repite la ovación grande, petición de oreja que ha debido concederse; vuelta al ruedo y salida tres veces a los medios. Todo merecido…

¿El pase del centenario?

El cronista del Noticiero Universal, al mediar el cuerpo de su narración de la faena de Gaona a Beato, se detiene a describir lo siguiente:

Loco el público, pidió música, y a sus acordes Gaona prosiguió su magnífica labor, dando dos vistosísimos pases cambiándose la muleta, tras de los cuales cayeron gorras y sombreros al redondel; dos ayudados finísimos, uno soberbio de rodillas, un molinete, dos de costado (a modo de gaoneras), dos de pecho con la izquierda y un natural con la derecha, todos ellos dados con arte soberano y una finura, una suavidad y un temple superiores a toda ponderación…

Dos de costado a modo de gaoneras... Eso seguramente es una descripción de una suerte no vista antes por el cronista de Barcelona y que fue estrenada por Rodolfo Gaona el 20 de septiembre de 1921 en el Toreo de la Condesa, aunque en las crónicas de la corrida celebrada el 27 de abril de 1919 en Madrid, al describirse su faena al toro Vizcaíno del Duque de Veragua, también se relata que con la muleta dio dos preciosos pases gaoneros, como las gaoneras o de frente por detrás… No es una suerte que se haya prodigado y parecía en buena medida una verdadera entelequia, pero ya tenemos aquí una tercera referencia escrita a su realización en una corrida de toros por parte de su autor.

La prensa de Madrid

La prensa taurina madrileña materialmente ignoró el paso de Rodolfo Gaona por España en esa breve y última temporada que hizo por sus plazas. Pero tuvo buen cuidado de anunciar su regreso a México, como se puede ver de esta nota aparecida en el semanario El Toreo del 16 de julio del mismo 1923:

Amigos íntimos de Gaona expresan la amargura que este diestro ha sentido por el vacío que se le hace en España… Volvió a España, esperando una acogida satisfactoria; pero se duele de la actitud de sus compañeros españoles, que le dificultan actuar, poniéndole vetos que le hacen imposible su estancia, malogrando sus deseos de despedirse del público español… Se dice que vendrá a España con objeto de organizar corridas por su cuenta y dar trabajo a los toreros modestos, despidiéndose después; pero las empresas y los toreros le han impedido que actúe en plazas no asociadas… La última corrida que ha toreado en Barcelona cierra su despedida en España… Ahora marcha a Lisboa, regresando seguidamente a Méjico… Hace comparación entre el modo que se le atiende a él aquí y cómo se le recibe a los toreros españoles que van a Méjico… Cree absurdo pagar una multa y sufrir un castigo que le imponga la Unión de Matadores, ligándole a una dependencia de las empresas…

Como se puede leer, las heridas que quedaron abiertas con la salida de Gaona de España en 1920, no estaban debidamente cerradas. La prensa de la capital española no le podía perdonar que se hubiera mantenido en una primera fila por más de una docena de años en competencia con las cumbres de la llamada Edad de Plata de la fiesta española.

Pero se pudo despedir, donde sus méritos fueron tenidos en cuenta, como una figura del toreo, demostrando que estaba en plenitud de facultades y que podía, de así quererlo él, competir con quien se le pusiera delante.

domingo, 4 de junio de 2023

4 de junio de 1933: Se presenta Eduardo Solórzano en ruedos de España

Eduardo Solórzano visto por Roberto Domingo
Cuando sale al recuerdo el nombre de Eduardo Solórzano, generalmente se nos presenta en lo que parece ser un discreto segundo plano. O lo traemos a la discusión como el hermano menor del Rey del Temple, o ya activo en el ruedo, en esa especie de tercer hombre en la tarde en la que Silverio Pérez le confirmó su alternativa a Manolete en El Toreo de la Condesa y si nos acercamos más en el tiempo tendremos presente a un eficaz y eficiente funcionario de la Casa Domecq o al que junto con el doctor Alfonso Pérez Romo y don Julio Díaz Torre, orquestó el giro copernicano que dio a la arista taurina de nuestra Feria de San Marcos mucho del sentido que actualmente tiene.

Pero Eduardo Solórzano, el torero, escribió en los ruedos su propia historia, quizás no tan prolija como la de su hermano Jesús y tuvo también en su hacer ante los toros el argumentario para haber podido reclamar, en su día, un sitio de figura del toreo. El recuento final quizás no lo acredite así, pero dejó obras suficientes para tener en la historia del toreo un espacio propio a su nombre, con hechos y realizaciones que merecen ser reconocidos.

Eduardo Solórzano había emigrado desde Morelia a la capital de la República a mediados de la década de los veinte del pasado siglo para buscar empleo y así apoyar a los suyos. Se pudo colocar en la Dirección de Alumbrado Público como inspector y también allí empezó a seguir los pasos de su hermano mayor, quien buscaba ser torero. Al final, la historia nos enseña que su hermano mayor, en esos días, fue el ganador de la Oreja de Plata de 1929 y que, en retribución, recibió la alternativa en la temporada grande siguiente.

Eduardo se presentaría en El Toreo de la Condesa el domingo 21 de septiembre de 1930. Lo haría en un festejo de oportunidad, penúltimo de esa temporada de novilladas, en el que junto con Miguel Gallardo El Diablito, César Rendón El Tepiqueño, Jesús Monroy, José Ledesma El Garcero y Rafael Chávez, enfrentarían un encierro de Malpaso. En la misma tarde, se ofrecía como fin de fiesta, la lidia del toro Pregonero de Rancho Seco, por parte de Jesús Guajardo El León de Mixcoac, mismo que el domingo anterior había sido enfrentado a un león, saliendo victorioso. Rafael Solana Verduguillo, en su juicio crítico del festejo, aparecido en El Taurino, salido a los puestos el jueves 25 siguiente, consideró:

Tiene el mismo estilo de su hermano Jesús, quien probablemente le dio las primeras lecciones... Desde luego Eduardo Solórzano es un valiente de verdad; no le asustan los pitacos. Torea muy despacio, tanto con el capote como con la muleta, y entusiasma y emociona por lo cerca que se pasa al enemigo... No vacilo en asegurar que será uno de los ases de la próxima temporada novilleril... Es banderillero fácil, y en todo momento está en su sitio. Hoy conquistó un triunfo auténtico; es un torero de porvenir... Debe corregir el defecto que tiene a la hora de herir, lleva siempre el brazo suelto, y la mano izquierda muy alta. Desaparecido este detalle, Eduardo ocupará sitio envidiable...

Así pues, uno de los críticos más avezados y que más toreros habían visto en la última década, consideró que en Eduardo Solórzano había un torero en ciernes. Y en retrospectiva, creo que no incurro en error al afirmar que no se equivocó.

Su campaña española en 1933

Los hermanos Solórzano salieron rumbo a España desde Veracruz, a principios de abril de 1933. El Rey del Temple convalecía del cornalón que apenas el 26 de febrero anterior le había inferido Lancero de Rancho Seco y que al final de cuentas le arruinó su campaña española y cuenta su sobrina doña Carmelita Madrazo, que Eduardo tenía por tarea el dar masajes a su hermano en la pierna herida, con la finalidad de reanimarle la circulación en el miembro lesionado.

Ya en Madrid, el apoderado del Rey del Temple, don Antonio Barrera, puso a su hermano en contacto con don Juan de Lucas, quien apoderaba toreros y, además, era empresario de la plaza de Vista Alegre en Carabanchel, quien le ofreció colocarlo en alguno de los carteles que ofrecería en esa plaza. Para prepararse, se fue con Jesús a Jandilla, la finca a la que don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio había trasladado los ganados que adquirió en 1930 de Manuel Martín Alonso y que eran originariamente la ganadería del Duque de Veragua y que un par de años antes había aumentado con ganados de origen Parladé provenientes del Conde de la Corte, la Marquesa de Tamarón y de Ramón Mora Figueroa.

Fue en Jandilla donde Eduardo Solórzano tuvo su primer contacto con el toro español y se preparó para iniciar su andadura por aquellos ruedos, seguramente fue uno de los toreros que tomaron parte en el proceso de selección de las pocas vacas veragüeñas que permanecieron en el hato de Domecq, pues el grueso del ganado de ese origen se dejó fuera de la base de la ganadería que actualmente es el origen del encaste mayoritario del toro de lidia español.

Domingo 4 de junio de 1933

Fue en la plaza de Vista Alegre, la popular Chata de Carabanchel, donde se estimó que Eduardo Solórzano debería salir a demostrar a la afición y públicos sus cualidades como torero. Para el efecto, se anunció un encierro de don Celso Pellón, ganadería formada inicialmente con ganados de Campos Varela y aumentada después con sementales de Santa Coloma, para Félix Fresnillo Varelito II, el riojano Vicente Martínez Niño de Haro y el debutante mexicano Eduardo Solórzano.

La impresión que causó el joven torero moreliano al público de Madrid que acudió a Carabanchel en lugar de asistir a la corrida que en la misma fecha se dio en la plaza de la Carretera de Aragón, e igualmente a la prensa especializada, fue extraordinaria. Escribió R. Solís en El Heraldo de Madrid:

Lo da la tierra y además de casta le viene al galgo. Eduardo Solórzano, hermano pequeño – no por la estatura – del matador de toros que en estas tierras conquistara fama y gloria, y que ahora nos dice: «¡Ese es mi hermanito!», y lanza a la fiesta brava la figura de este mozo espigado y cimbreño que muy pronto, muy pronto, se alzará en todos los ruedos españoles como supremo artífice de la torería, dueño y señor de la técnica y del dominio y encarnación suprema del buen arte de torear… ¡De Méjico ha llegado un torero, señores!... De Méjico y más le cuadrara haber venido de Ronda o de Sevilla o de Córdoba la Sultana o de las marismas de Andalucía la baja, porque la gracia de su estilo y la fina solera de su arte y la afición que echa a las suertes pregonan el casticismo de su cuna… Porque Eduardo Solórzano, después de lo de ayer, no apuntó, «dibujó», que como torero ha de ser muy pronto figura máxima de la torería. Y si no, al tiempo…

Por su parte, quien firmó como X, en La Libertad, se expresó de su actuación de la siguiente forma:

En una sola actuación y en un solo toro se ha revelado como un excelentísimo torero el mejicano Solórzano. El domingo, por la noche, no se hablaba en Madrid de otra cosa. Diríase que fué el suceso del día. Que, si Solórzano torea con el capote con igual escuela, pero con más gracia que su hermano; que si banderillea con la elegancia de un Gaona; que si se adorna y domina con la muleta como el mismísimo Ortega... Todo esto y mucho más se comentaba a voz en grito en las peñas y corrillos taurinos. Desde luego, yo ni afirmo ni niego; no le comparo a nadie, porque creo que los artistas, todos en general, pierden valor en cuanto se íes compara. Ahora bien; lo que sí creo, y de ello estoy convencido plenamente, es que, si el joven Solórzano repite aquellos lances maravillosos que le administró al tercero de la tarde, bravo novillo, por cierto; si les anda a los loros con aquella majestad y aquella elegancia con que anduvo en los dos pares de banderillas, y si, finalmente, la faena de muleta ligada que realizó, la primera parte destinada a dominar a la fiera – algo pequeña en este caso –, y la segunda a torear con arte variado y extenso repertorio, no es fruto de la casualidad, mucho, desde luego, se puede esperar de este torero de allende los mares que ha entrado en Madrid por la puerta grande, acompañado por los halagos más entusiastas de nuestra buena afición... Cuando en otros toros se le vea y en ellos se pueda medir la densidad de su valor y sus recursos de toreo, hora será de que yo le enjuicie. Hoy por hoy, sólo diré que en un toro brevísimo se superó...

En el ABC madrileño, M. Reverte hizo las siguientes reflexiones:

Otra novillada bien organizada se celebró el domingo en esta plaza. Se lidiaron toros de Campos Varela, que fueron de buen tamaño, cornalones y de excelente presentación. Pelearon bien con los caballos, especialmente el cuarto... Eduardo Solórzano causó excelente impresión. Toreó muy bien de capa a su primero. Maneja el capote con suavidad y apuntó fineza y buen estilo. Se le aplaudió mucho, así como en el tercio de quites. Puso dos pares de banderillas, y en uno de ellos sufrió un serio achuchón. Con la muleta siguió mostrando dominio y modos de buen torero. Mató de dos pinchazos y media atravesada, y después de dar la vuelta al ruedo pasó a la enfermería...

Y por su parte G. Carrión, en La Voz, escribió en su crónica el siguiente relato:

La presentación en esta plaza del novillero mejicano Eduardo Solórzano había despertado gran interés, pues venía precedido de un cartel estimable. Su debut respondió a la expectación. Con e1 capote toreó de forma admirable, parando, templando, cargando la suerte, adelantando la pierna, llevando las manos bajas; toda la técnica del toreo clásico, macizo, verdad. El público, entusiasmado con la labor del torero mejicano, le aclamó en cada lance y al final la hizo objeto de una gran ovación. La faena de muleta, valiente y lucida, no estuvo a tono con los lances, pero fué también muy aplaudida. Banderilleó a este novillo con facilidad y soltura. Con el acero pinchó tres veces. Se le ovacionó y dio la vuelta al ruedo, pasando después a la enfermería, de donde ya no salió. Un debut brillante y prometedor de mejores tardes…

El parte facultativo

Los doctores Verdú y Lumbreras, encargados del servicio médico en la plaza de Vista Alegre, rindieron el siguiente parte de las lesiones que impidieron a Eduardo Solórzano salir a lidiar el sexto de la tarde:

Durante la lidia del tercer toro ha ingresado en la enfermería el espada Eduardo Solórzano con una distensión ligamentosa en la articulación del pie derecho, que le impide continuar la lidia.

Varias de las crónicas, sobre todo las publicadas en los diarios Ahora, La Tierra y Luz cuestionaron la gravedad de la lesión y el pundonor del diestro y la necesidad de que los médicos decretaran que no podía continuar en la lidia. Por su parte, doña Carmen Madrazo narra en sus apuntes relativos a la vida del torero, que la realidad es que el sexto novillo de Pellón fue desechado por los veterinarios y fue sustituido por uno de Leopoldo Abente, viejo y corraleado y por consejo de don Juan de Lucas, se emitió el parte para que no tuviera que salir a lidiarlo.

Sus números finales

Eduardo Solórzano, de acuerdo con el semanario Toros y Toreros fue uno de los tres novilleros mexicanos que actuaron en España ese 1933 – los otros dos fueron Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado – y sumó 9 tardes en plazas como la mencionada de Vista Alegre y las de Tetuán, La Línea de la Concepción y Barcelona

Eduardo Solórzano permanecería en España hasta el año de 1936, esperando recibir la alternativa hasta el final de esa temporada, pero entre la ruptura de las relaciones entre las torerías de España y México y la Guerra Civil, lo hicieron volver a México a obtener el grado aquí. De esos asuntos habrá espacio y tiempo para escribir en su momento. 

domingo, 18 de octubre de 2020

México 1919. Toros en la prohibición (I/II)


El amigo Doblón (@toritosyburros) me ha hecho llegar la reproducción de una fotografía que fuera de la colección particular del doctor Jesús Sánchez Pérez, publicada en el número correspondiente al mes de septiembre de 1962 de la revista Toros de Jim Fergus. El doctor Sánchez Pérez en esos días era ganadero de Valcerrajas. La imagen muestra a Juan Silveti y a don Antonio Llaguno dando la vuelta al ruedo en una plaza de toros, según el pie de foto, instalada en el barrio de Tepito en la capital mexicana, el 12 de octubre de 1919. Me sorprendió tanto la ubicación de la plaza como la fecha de la celebración del festejo, pues al menos en la Ciudad de México, las corridas de toros estaban absolutamente prohibidas desde el 10 de octubre de 1916.

Fui a los textos de referencia, es decir, la Historia de Lanfranchi y el libro de Verduguillo sobre esa época del toreo y ninguna mención hacen a ese festejo, así que fui a los diarios de la época que están disponibles en las hemerotecas digitales y allí encontré información de su celebración. Sin embargo, creo importante establecer el contexto en el que se dio, aún a riesgo de que otro amigo, don Gustavo Arturo de Alba, me reproche el exceso de contexto, y paso a ello.

El decreto de Carranza de 1916

En el Diario Oficial del Gobierno Provisional de la República del 10 de octubre de 1916 apareció un decreto firmado por el Primer Jefe del Gobierno Constitucionalista estableciendo dos prohibiciones a los festejos taurinos. Rafael Solana Verduguillo, en su libro Tres Décadas de Toreo en México, cuenta lo siguiente acerca de ese instrumento legal:

Entre las diversas campañas que emprendió “El Universal”, habría de figurar bien pronto una que nos causó mala impresión: la enderezada contra las corridas de toros. Una mañana nos llamó el ingeniero a Edmundo Fernández Mendoza, a Enrique de Llano y a mí. “Sé que ustedes son cronistas taurinos, nos dijo, y les va a sentar mal que dentro de pocos días empecemos a pegarle a lo que ustedes llaman la fiesta brava”.

Es un espectáculo muy popular, dijimos al ingeniero y quizá eso reste simpatías al periódico. Además, ya “El Demócrata” – periódico germanófilo – está haciendo esa campaña, que no encuentra eco alguno en el espíritu del pueblo...

Dos artículos solamente publicó “El Universal” contra las corridas de toros y apareció el decreto firmado por don Venustiano prohibiéndolas. Andando el tiempo me enteré de cómo había estado todo.

Conversando el ingeniero Palavicini con el secretario particular de don Venustiano, el señor Gerzayn Ugarte, éste le dijo que ya el Jefe tenía sobre su mesa el decreto de prohibición. El ingeniero, periodista de muy rápida concepción, dijo a don Gerzayn: “Haga usted lo posible porque ese decreto no salga hasta dentro de unos cuantos días”.

¿Para qué?, preguntó el señor Ugarte.

“Yo sé mi cuento”.

Don Gerzayn retrasó la firma del decreto y mientras “El Universal” hizo la breve campaña de que he dado cuenta. Y así, al aparecer la ley prohibitiva, todo el mundo creyó que se trataba de un nuevo triunfo del diario de la avenida Madero...

Omite Solana que otro diario capitalino, La Defensa, también se había sumado a esa campaña contra la fiesta y que las prohibiciones eran realmente dos, según veremos enseguida.

El decreto de Venustiano Carranza contiene en su exposición de motivos una serie de argumentos que seguimos escuchando de quienes demandan la supresión de la fiesta más de un siglo después. Es decir, no han renovado su línea de pensamiento porque en el fondo no tienen razones de peso para demandar que se prohíba una actividad lícita y moral, entre otras cuestiones dice:

…el Estado [tiene] el deber de procurar la civilización de las masas populares despertando sentimientos altruistas y elevando por lo tanto su nivel moral, se está procurando cumplir en México con especial empeño por medio de los establecimientos educativos... también [con] educación física, moral y estética que prepare suficientemente al individuo para todas las funciones sociales...  [lo que] no produciría su efecto si a la vez se dejasen subsistir hábitos inveterados, que son una de las causas principales para producir el estancamiento en los países en que han arraigado profundamente... Que entre esos hábitos figura en primer término la diversión de los toros en la que a la vez se pone en gravísimo peligro sin la menor necesidad la vida de un hombre, se causan torturas igualmente a seres vivientes que la moral incluye dentro de su esfera y a los que hay que extender la protección de la Ley, que además de esto, la diversión de los toros provoca sentimientos sanguinarios que por desgracia han sido el baldón de nuestra raza a través de nuestra Historia...

La parte dispositiva del decreto establece lo siguiente:

Artículo 1o. – Se prohíben absolutamente en el Distrito y Territorios Federales las corridas de toros. Artículo 2o. – Se prohíben igualmente en toda la República las corridas de toros hasta que se restablezca el orden constitucional en los diversos estados que la conforman. Artículo 3o. – Las Autoridades y particulares que contravinieren lo dispuesto en esta Ley serán castigados con una multa de mil a cinco mil pesos o arresto de dos a seis meses o con ambas penas según la gravedad de su infracción. Transitorio. – Este decreto comenzará a estar en vigor desde la fecha de su publicación. – Constitución y reformas. – Dado en la Ciudad de México a los siete días del mes de octubre de mil novecientos diez y seis. – V. Carranza.

Como se puede apreciar de su lectura, hay dos prohibiciones contenidas en él, la del artículo primero, absoluta, para la Ciudad de México y los entonces Territorios Federales existentes (Baja California, Tepic y Quintana Roo) y la del artículo segundo, relativa, para las demás entidades federativas, sujeta al restablecimiento del orden constitucional.

Es preciso mencionar aquí que en esa misma edición del Diario Oficial, el Primer Jefe también decretó una suspensión general de garantías individuales, estableciendo juicio sumarísimo y pena de muerte para quienes atenten contra la vida, la propiedad o contra la tranquilidad pública.

Las reacciones de la prensa que impulsaba la prohibición no se hicieron esperar. El diario El Demócrata publicó entre otras cosas lo siguiente en su primera plana:

Quedan prohibidas en toda la República, las corridas de toros

El Gobierno tiene el deber de contrariar y extirpar los hábitos y tendencias que son un obstáculo para la cultura”

“El Demócrata” obtiene un señalado triunfo

Pocas notas nos causarán tanta satisfacción al publicarlas como la presente, que se refiere a la supresión del salvaje espectáculo llamado "corridas de toros". EL DEMÓCRATA siempre ha sido enemigo de tal diversión, y en diferentes formas y por cuantos medios ha tenido a su alcance, la ha combatido, procurando llevar a las inteligencias el convencimiento de cuan pernicioso es dicho espectáculo para el pueblo.

En nuestras críticas domingueras censuramos duramente el brutal espectáculo, negándole todo arte y concediéndole que albergaba las más bajas pasiones, y relajaba el gusto de los aficionados a la fiesta a la crueldad...

Las corridas de toros están llamadas a desaparecer muy pronto al influjo de la civilización contemporánea...

Omite hacer referencia alguna en toda su edición al decreto de suspensión de garantías y en cambio, transcribe a la letra el relativo a las corridas de toros.

Por su parte, La Defensa, también en la primera plana, éste sí, dejando allí mismo espacio a la suspensión de garantías, refleja lo que sigue:

Supresión de la fiesta brava

No volverá a haber en México corridas de toros, rigiendo desde hoy el decreto que aplaudirá frenéticamente la gente culta y sensata

La abolición del salvaje espectáculo abarca toda la República

Para honor de México; para honor de la raza y en reivindicación de los fueros de la humanidad ultrajados, el C. Primer Jefe del Ejército, señor Venustiano Carranza, acaba de firmar un decreto que será imperecedero, que prohíbe en lo absoluto, en todo el territorio nacional, las corridas de toros.

Nosotros felicitamos efusiva y calurosamente a la Primera Jefatura, por ese decreto poderosamente reformador, que reivindica la cultura, la humanidad y el altruismo proverbial del heroico pueblo mexicano...

Los que impulsaban la prohibición cantaban lo que resultó ser una victoria pírrica. El restablecimiento de la fiesta en el resto de la República se daría unos meses después con la entrada en vigor de la Constitución de 1917 (restablecimiento del orden constitucional), en ese mismo 1919 Patatero construiría su placita en Tlalnepantla y los habitantes de la capital no se quedarían sin toros, así que de poco o nada sirvió el decreto de marras.

Como escribió Verduguillo:

…La prohibición abarcaba exclusivamente al Distrito Federal. En el año de 1919, el “Patatero” construyó una placita de madera en Tlalnepantla y allí se desarrolló una temporada en toda forma de la que he hecho mención en capítulos anteriores. Muerto el señor Carranza, en mayo de 1920, se reanudaron las corridas en esta capital.

Poco taurino ha resultado el presente capítulo, pero había que colocar al lector en el ambiente de suspensión decretado por don Venustiano, quien, por ser gran admirador de Juárez, no vacilaba en imitarlo hasta en gestos tan intrascendentes como es la prohibición de una fiesta...

El intento de Silveti de 1918

Juan Silveti intentó obtener un permiso especial de la Cámara de Diputados al final de octubre de 1918, durante la etapa más grave de la epidemia de la mal llamada influenza española, para dar dos corridas de toros en El Toreo de la Condesa. Eso se refleja en una nota del diario nocturno El Nacional del 1º de noviembre de ese 1918, que entre otras cosas señala:

Juan Silveti, el valiente matador de toros mexicano, ha enviado a la Cámara de Diputados un memorial que en síntesis encierra la petición de que se le otorgue el permiso necesario para celebrar en la plaza de "El Toreo", dos corridas de toros... Los productos íntegros de estas dos fiestas, se destinarán a la campaña emprendida en contra de la terrible epidemia que asuela a nuestra Patria con todo su furor... Aproximadamente esos productos ascenderán a la respetable suma de $50,000.00, más o menos los gastos que se originen que serán insignificantes. Juan Silveti y su cuadrilla no cobrarán un solo centavo; los demás lidiadores tampoco. Los ganaderos fácilmente prestarán su contingente, renta de plaza no habrá y entendemos que el H, Ayuntamiento de la capital eximirá de toda contribución al espectáculo...

La especie ya no recibió seguimiento por la prensa capitalina. Seguramente la Cámara simplemente lo ignoró, pues tenía cuestiones más importantes que tratar. Pero la celebración de festejos en la Ciudad de México estaba ya próxima, con el decreto aún vigente, como lo veremos el día de mañana...

lunes, 18 de noviembre de 2019

Carmelo Pérez y Michín de San Diego de los Padres. 90 años después (II/II)

Anuncio de la reaparición de Carmelo Pérez
para el 24 de noviembre de 1929
Decía ayer que la recuperación de Carmelo fue lenta, como lento debió ser su andar por los ruedos. Las opiniones autorizadas de su tiempo señalan que se le adelantó a la alternativa y que no se le permitió madurar un concepto del toreo que le era propio, distinto a todo lo visto hasta entonces y que quizás, requería un toro distinto al que se lidiaba por esos entonces.

La manera en la que se le llevó a la alternativa fue retorcida, por lo menos. Si lo que escribe Verduguillo lleva algo de verdad, más que facilitarle el camino para ser una figura del toreo, se le envió directamente al cadalso:
Yo hablé con Carmelo con toda claridad. 
- Mira Carmelo, tú todavía no estás preparado para la alternativa: te cogen mucho los novillos, y si no te lastiman seriamente es porque ‘El Conejote’ trae enemigos sin fuerza, sin grano, apropiados para que tú hagas con ellos ese tipo de toreo tan peligroso que tienes metido en la cabeza. Cuando vengan las corridas gordas y graneadas, va a ser diferente el caso, vas a tener que sortear y si te toca un toro fuerte te puede lastimar de VERDAD. 
Pocos fuimos, ciertamente, los que nos atrevimos a hablar con Carmelo Pérez con sinceridad, los demás taurinos, temerosos de que Gaona se disgustara si se le quitaba un elemento de gran arrastre, preferían guardar un medroso silencio… 
Llegó esa tarde Carmelo de la Rosa a hablar con Rodolfo Gaona y entró temblando como tiembla el conejo en la presencia del león. El que lo hubiera visto abrir la puerta de aquel despacho, habría comprendido que todo estaba perdido… 
- Te he llamado, dijo Rodolfo, para que firmes el contrato de Carmelo Pérez. Ya él te habrá hablado del asunto. Son dos corridas a tres mil pesos cada una, lo que siempre se ha pagado por las alternativas. 
Como Carmelo de la Rosa musitara que su torero valía un poco más, Gaona lo atajó: Eso ya se verá con el toro: si como yo creo Carmelo Pérez está bien, ya toreará más corridas a mejor precio. 
En eso entró ‘El Chato’ Padilla que fue quien aceleró la firma del funesto contrato: 
- Si no firmas, le dijo a Carmelo de la Rosa, ya te puedes despedir del zarzo de banderillas. No lo volverás a hacer en todos los días de tu vida… 
Y al ver Carmelo de la Rosa que se le escapaba un ingreso de aproximadamente QUINCE PESOS a la semana, firmó la alternativa de su poderdante Carmelo Pérez… No era el contrato de la alternativa, era la sentencia de muerte…
Y esa relación de Rafael Solana no era la única en ese sentido. Se habló también en El Taurino del 31 de diciembre de ese 1929 del hecho de que su deficiente administración lo había llevado a esa penosa situación en la que se encontraba:
En un periódico de la tarde, que tiene el sólido prestigio de su seriedad, se publicó hace pocos días una información relacionada con el estado que guarda Carmelo Pérez. En esa información, que debemos considerar honrada, porque en ese concepto tenemos a su autor, se pintaban, con los más vivos e impresionantes colores, la desilusión del matador herido, su pesimismo para continuar en la peligrosa profesión a que se ha dedicado, su desencanto por la explotación de que fuera víctima y su amargura por los padecimientos sufridos y por la situación lamentable en que se encontraba. 
Pocos días después, en el mismo periódico de la tarde, aparecía un nuevo reportazgo, que para nosotros tuvo todas las características de una gacetilla de la empresa, en el que pretendió desvirtuar aquella impresionante noticia que tan comentada fuera por el público, haciendo aparecer, en boca del propio Carmelo Pérez, opiniones y conceptos completamente distintos a los que expusiera al periodista que primeramente lo entrevistó… 
Mas, a pesar del cambio radical que se operó en el ánimo de Carmelo, los aficionados sensatos, los que hemos seguido paso a paso el viacrucis de este desafortunado muchacho, los que no comulgamos con ruedas de molino, vimos en su nueva actitud la presión moral de alguien a quien interesa que el público confíe en su pronta reaparición en “El Toreo”, para seguir siendo objeto de la misma incalificable explotación que, desde que vistió por primera vez el traje de luces, se ha venido cometiendo con él… 
¡Qué distinto hubiera sido si Carmelo Pérez cae en manos de un apoderado consciente, de un administrador que, lejos de buscar un rápido enriquecimiento, a costa de la sangre de este esforzado mozo, con inminente peligro de su vida, se hubiera preocupado por enseñarle lo mucho que le faltaba por aprender, antes de llevarlo a que tomara la alternativa, por mil conceptos prematura!... 
Porque los apoderados de Carmelo tenían la seguridad de que este muchacho, al doctorarse, arrastraría a las multitudes hasta proporcionar a la empresa que lo contratara, el único lleno que, como nosotros lo aseguramos al iniciarse la temporada, se registraría en “El Toreo”…
No obstante esos comentarios, surgían voces que intentaban alentar al torero herido y que dejaban patente, que como lo dijo Frascuelo, los toros dan cornadas porque no pueden dar otra cosa. Así parece hacerlo entender don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada en su comentario titulado El Caso Carmelo Pérez, donde expresa:
…El punto de mira de todas las opiniones ya citadas, no es otro que señalar como causa fundamental del accidente la ignorancia del diestro y su temeridad al enfrentarse con enemigos mayores a sus fuerzas, aprovechándose para ello de las circunstancias aparentemente favorables en apoyo a sus tesis… Carmelo Pérez, no hay que dudarlo, está muy lejos de ser un lidiador consumado, está muy lejos de conocer a la perfección todos los secretos de la lidia, que para eso se necesita tiempo; pero de esto a que sea un ignorante y todavía más, a que su ignorancia y falta de recursos haya sido el motivo de su horrenda cogida, media un abismo. ¿Acaso no hemos visto caer al más sabio de los toreros, al golpe certero de un utrero? ¿Vamos a buscar en su sabiduría lo que sólo fue obra de la fatalidad?... No señores, limitémonos a lamentar las continuas caídas de quienes se dedican a tan difícil y peligrosa profesión, sea quienes fueren, un maestro o un principiante; pero no nos asustemos de esos percances, hijos legítimos de la fiesta, y mucho menos nos aprovechemos de las circunstancias para sacar avantes nuestras ideas por sofísticas que sean. 
Carmelo Pérez, ¡ese loco desenfrenado!, algo debe tener para haber electrizado a las multitudes, no una vez, sino durante toda una temporada, siendo él un principiante y toreando al lado de lidiadores reconocidos ya unánimemente como cuajados, y de los cuales, por enorme desgracia, hemos visto caer también a uno…
Concluyo esta intervención con algo de la apreciación que José Alameda hace sobre Carmelo Pérez en su libro Los Heterodoxos del Toreo y que dice así:
Carmelo era un torero roto que traía la muerte en el cuerpo… Sin facultades y con poca luz aparente, toreaba muy cerca de la tierra (otra similitud con «El Espartero»); tanto que sin el arte de «Chicuelo», claro; y sin la grandeza de Ortega, desde luego; era más «moderno» que ellos. Y con más drama, con más misterio… Fue Carmelo Pérez un heterodoxo no tanto por el «qué», pues no hacía suertes distintas a las conocidas, sino por el «cómo», pues las hacía en una forma totalmente suya, no mimética, creada y con un acento marginal fortísimo, con ese sabor a légamo que hay en los que están en el río, pero no en su corriente, sino en su doliente…
Carmelo Pérez falleció en Madrid el 18 de octubre de 1931, a consecuencia las secuelas de las cornadas que le infirió Michín de San Diego de los Padres.

domingo, 27 de octubre de 2019

Chicuelo y Dentista de San Mateo (I/II)

Chicuelo y Dentista de San Mateo
Foto: Luis Reynoso - Toros y Deportes
26 de octubre de 1925
José Alameda escribe que una de las piedras angulares de la faena de muleta moderna es la faena que Manuel Jiménez Chicuelo realizó en El Toreo de la Condesa el domingo 25 de octubre de 1925 al toro Dentista de San Mateo. En esa tercera corrida de la temporada 1925 – 26, el llamado Torero de la Alameda de Hércules alternaba con Juan Silveti y el valenciano Manolo Martínez, apodado El Tigre de Ruzafa. Ya me he ocupado en estas mismas páginas de las otras dos partes del tríptico que concluye la revolución que iniciaron Gallito y Belmonte, cuando el mismo Chicuelo se enfrentó a Lapicero, también de don Antonio Llaguno y a Corchaíto de don Graciliano Pérez Tabernero. Hoy me ocupo de la tercera pieza del puzzle, aunque no precisamente en su orden cronológico.

Después de Gaona

Algo más de seis meses habían pasado desde que Rodolfo Gaona dijera adiós a los ruedos. Y no me cuesta afirmar que al inicio de esa temporada 1925 – 26, la afición de la capital mexicana era presa de un sentimiento de orfandad. Cuando menos desde el ciclo 1920 – 21 y hasta ese 12 de abril de 1925, El Indio Grande era el eje y el factótum de las cosas de los toros en la Ciudad de México y en las plazas mexicanas, y cuando se tuvo que anunciar la primera temporada en la que con seguridad este torero no estaría presente, empresa y afición se enfrentaron a un enigma que era de complicada resolución.

Los toreros anunciados como base de la temporada fueron los hispanos Ignacio Sánchez Mejías, José García Algabeño, Cayetano Ordóñez Niño de la Palma, Manuel Jiménez Chicuelo, Manolo Martínez y José Gómez Joseíto de Málaga y por los nacionales, Luis Freg, Juan Silveti, Pepe Ortiz y Salvador Freg, con el compromiso de mejorar el cartel conforme fuera avanzando la temporada.

A diferencia de la etapa de Gaona, el peso de la temporada ahora recaía sobre los toreros hispanos, aunque ellos llegarían conforme esta fuera avanzando. Tanto así, que Silveti toreó las tres primeras fechas seguidas y Joseíto de Málaga las dos primeras. Chicuelo fue el primero en llegar a suelo patrio y el primero en encender hogueras.

La tarde de Dentista

Fue una tarde accidentada. Más adelante me ocuparé del asunto de los toros, pero adelanto que de los seis de San Mateo, solamente se lidiaron cuatro. Dos fueron rechazados por el público por su escasa presencia. Y aunque el gran triunfo y hazaña de Chicuelo quedaron para la historia, también quedó escrito el hecho de que la corrida enviada por don Antonio Llaguno careció de la presencia necesaria para ser lidiada en la principal plaza de toros de esta república.

Dentista fue el quinto toro de la corrida. Encontré tres relaciones de lo sucedido entre Chicuelo y él. Voy a citar primero la aparecida en el semanario Toros y Deportes aparecido el día siguiente al del festejo, firmada por Rafael Solana Verduguillo, que es, en lo que interesa, en los términos siguientes:
... Lo grande, lo maravilloso, lo indescriptible fue en el quinto. Desde que salió “Dentista” que tal era el pintoresco nombre que don Antonio Llaguno había puesto a su bravo pupilo, todos dijimos: Ahora va lo bueno. 
¡Qué lances a la verónica! Erguido el torero, majestuoso el conjunto, grandioso el momento en que la fiera pujante y el artista se reunían. En los lances por el lado derecho, el diestro abría un tanto el compás; cargando la suerte porque notó que el toro ceñíase por ese lado; en cambio, en las verónicas por el izquierdo, “Chicuelo” conservaba los pies juntos clavados en la arena, despegándose al enemigo con un ligero movimiento de muñeca que bastaba para imprimir al capote ondulaciones vistosísimas y graciosas. Fueron ocho verónicas que provocaron otros tantos alaridos de la multitud, ¡”Chicuelo”, eres inmenso!... 
Cuando “Chicuelo” sin brindar a nadie, salió a contender con “Dentista”, reinaba en la plaza un alboroto tremendo. Todos sabíamos que el maestro iba a hacer una faena de las grandes, pero ni por la mente nos pasaba que llegara a ser lo que nuestros ojos tuvieron la dicha de ver. 
El muletazo inicial fue un natural con la zurda, siguió otro natural imponente por el temple y valor derrochado, y luego otro más enredándose el toro a la cintura. 
Ya estamos todos de pie. Imposible resulta seguir paso a paso la faena, porque el cronista se olvida de la obligación que tiene de anotar en su carnet los detalles, y arrojando papel y lápiz se dedica a gozar del espectáculo en toda su grandiosidad. 
Confórmese el lector que tuvo la desgracia de no presenciar esa faena con una ligera impresión de ella, condensada en cuatro adjetivos VALIENTE, ELEGANTE, SOBRIA, CLÁSICA. 
No hubo en el maravilloso muleteo un solo detalle de chabacanería ni un desplante de relumbrón, ni siquiera un tocamiento de testuz, ni tampoco vueltecitas de espaldas y sonrisas con el público. No. Lo que hubo fue mucho arte, mucho valor, mucha esencia torera. Lo que hubo fueron VEINTICINCO PASES NATURALES, todos clásicamente engendrados y rematados, provocando con la pierna contraria, dejando llegar la cabeza hasta casi tocar los pitones la barriga del lidiador y en ese momento, ¿me entienden señores? en ese momento desviar la cabezada mientras el resto del cuerpo del toro seguía su viaje natural y pasaba rozando los alamares de la chaquetilla... 
Y para qué decir más. Imagínese el lector la faena más meritoria, la más artística, la más apegada a las reglas del toreo, la más completa en todos los sentidos... Yo juro que en los veinte años, jamás me había entusiasmado como ahora... 
Tres pinchazos y un estoconazo hasta la pelota rubricaron la gloriosa hazaña. El ruedo se alfombró materialmente con sombreros, abrigos y otras prendas. Millares de pañuelos ondeaban en las diestras de los espectadores y el Presidente concedió las dos orejas y el rabo... 
¡Qué grande eres “Chicuelo”!...
A la crónica de Verduguillo puedo señalarle que no señala lo esencial, el hecho de que Chicuelo toreó ligado al natural. Habla de toreo clásico y aunque el hecho de que contabilice veinticinco pases naturales puede hacer pensar entre líneas que existió ligazón, no lo deja dicho de manera expresa, como cuando narró la faena de Lapicero. El cronista se dejó llevar por la emoción – en su texto lo confiesa – y no deja para la posteridad, insisto lo esencial del momento vivido.

Una segunda versión es lo que se publicó también el 26 de octubre siguiente en el diario El Siglo de Torreón, sin firma. Es del tenor siguiente:
El quinto es de San Mateo. Sale de ‘estampía’ y remata en las tablas, metiendo la cabeza y echando al aire astillas de la madera. Es una hermosa y brava bestia. 
Chicuelo tiene su ‘aquel’ por lo que le aconteció con el enemigo pasado, y quiere sacarse la espina. Allá va, derechito a veroniquear. ¡Y qué manera de hacerlo! Firme, serio, cerrando el compás y levantándose en la punta de los pies cuando los cuernos del toro le acarician la panza... Son dos tandas de verónicas. No sabríamos elogiarlas de una en una para ensalzarlas todas en conjunto. Brotan las palmas hasta del cemento de la galería. 
El tercio primero es bueno. Cuatro caricias recibió el astado de los de ‘aúpa’ dejando en la arena, para hacer zapatos, carteras y otros utensilios de cuero, cuatro sardinas disecadas. 
Hubo modo de hacer quites y aplaudimos hasta la apoplejía uno de Chicuelo rematado con la célebre ‘chicuelina’ – patentada y garantizada por su autor – que suscita alaridos de entusiasmo en las masas... 
Bien y rápido el segundo tercio. Se advierte que los palitroqueros procuran despachar breve para no descomponer aquel toro ideal. 
De tres naturales, uno alto, dos ayudados y tres naturales más, que arman el escándalo, se compone la primera parte de la faena. Hay un afarolado cambiando de mano el engaño para endilgar el natural, que provocan el delirio. Otro de pecho, dos naturales y TRES MÁS, total cinco, con un breve intervalo, notándose que Chicuelo da este pase completo, hasta donde puede extenderse la mano, quebrándose sobre los riñones y doblando la cabeza con mucha gracia... 
Y luego dos pases más de pecho, uno de ellos de rodillas que vuelve loco al público. Todo el mundo está de pie, con la boca seca y ronco de tanto gritar. Como se advierte que el matador lía la muleta, hay gritos ¡¡no!!... ¡¡más, más...!! Y Chicuelo accede. 
Sigue la faena, primorosa, emotiva, encantadora. Iguala el toro y se produce un pinchazo. Más tela y una estocada hasta las cintas. Descabello al segundo papirotazo. 
Aplausos, orejas, rabo, tres vueltas al ruedo, salida a los medios, puros, bastones y prendas de vestir... Como un homenaje póstumo al de San Mateo, las mulillas dan al cadáver insepulto, una vuelta en redondo...
Me llama la atención que este escribidor señala que Chicuelo, al dar el pase natural, lo da completo, hasta donde puede extenderse la mano, quebrándose sobre los riñones…, lo que me induce a entender que al no ser usual el concepto de ligazón, intentó explicar de la mejor manera posible, que el torero engarzaba las suertes unas con otras.

La tercera versión es la que apareció en el diario de Guadalajara El Informador, también sin firma. Es más breve, pero dice así:
Su faena de muleta es de tres pases naturales, de pecho, dos naturales, tres más y se nota que Chicuelo los da completos hasta donde puede extender la mano hacia atrás; viene después dos pases de pecho rodilla en tierra y como pretende tirarse a matar, el público, loco de júbilo por la faena que acaba de presenciar, pide a Chicuelo que siga toreando, y entonces saca algunos nuevos pases tan hermosos como los anteriores; da un pinchazo, pero como el toro no dobla, siguen más pases y da otro pinchazo y aunque no muy bueno, sin embargo el toro iguala y entonces cobra una estocada hasta las cintas, descabellando al segundo intento… 
El público entonces se manifiesta en todo su entusiasmo, aplaudiendo a Chicuelo a rabiar; se le da la oreja del toro y Chicuelo da una vuelta al ruedo devolviendo sombreros, bastones y otros objetos que el público le arroja en señal de admiración y cariño... 
Antes de doblar el sexto toro, el público se echa al ruedo y coge a Chicuelo y en hombros lo pasea por toda la plaza, en medio de una entusiasta ovación.
Igualmente quien la transmitió, se detiene en observar que el torero da completo el natural.

Como podemos ver, las relaciones se detienen más en el cataclismo producido por el torero en los ruedos, que en el cambio de canon que se estaba dando en ese momento, algo que si se advirtió apenas en el mes de febrero anterior. Ya vendrían después los estudiosos a explicarnos que ese día se empezó a escribir una nueva página de la Historia Universal del Toreo.

¿Por qué Dentista?

Dejo paso a una anécdota que cita Guillermo Ernesto Padilla en su Historia de la Plaza El Toreo acerca de por qué el quinto toro de esa tarde se llamó Dentista:
La presente anécdota tuvo lugar el domingo 25 de octubre de 1925 en las corraletas de “El Toreo”, a la hora del sorteo de los toros que habrían de lidiarse por la tarde. Se estaba enchiquerando un encierro de San Mateo para que lo lidiasen Juan Silveti, Manuel Jiménez “Chicuelo” y Manolo Martínez (torero valenciano). 
Naturalmente ahí estaba don Antonio Llaguno, quien tenía por costumbre presenciar los sorteos de sus toros, y bautizar a algunos de ellos con nombres que luego pasaban a la inmortalidad. Una especie de “hobby” del ganadero señor. 
Una vez enterado don Antonio de que en el lote de “Chicuelo” iba el toro en el que cifraba toda su confianza para que resultara de bandera, se puso afanosamente a buscar a Manolo para felicitarlo por su buena suerte y desearle triunfo. Pero no lograba encontrar al sevillano. En eso se cruza con “Magritas”, el notable peón de la cuadrilla de “Chicuelo” al que pregunta: 
- ¿Dónde está tu matador? 
- Por ahí, don Antonio, por ahí - respondió el subalterno - creo que entró en la vivienda del guardaplaza a hacer un “buche” de algo, porque le duele una muela. 
- ¿Una muela? ¿Has dicho una muela? Pues corre para que le digas a Manolo que esta tarde ser las verá con un dentista... y muy bueno, ¿eh? 
Inmediatamente ordenó don Antonio que a aquél toro se le bautizara con el nombre de “Dentista”. 
Por la tarde, tal como lo había presentido el inolvidable ganadero, el toro resultó extraordinario, y con él “Chicuelo” se remontó a las cimas de la inmortalidad con una faena grandiosa en la que engranó veinticinco pases naturales maravillosos.
La anécdota puede o no ilustrar una realidad, pero no deja de ser algo que forma ya parte de la leyenda de esa tarde histórica.

Dada la extensión que va cogiendo esto, lo concluyo el día de mañana.

jueves, 10 de mayo de 2012

Tal día como hoy. 1998: Fernando Ochoa se lleva la Oreja de Oro


El trofeo de la Oreja de Oro nació como una promoción que organizaba el semanario El Universal Taurino en la década de los veinte del pasado siglo, para que la afición escogiera mediante su voto directo, plasmado en cupones que se contenían en los ejemplares de esa publicación y los toreros más votados eran integrados en un cartel de triunfadores de la temporada de la Capital de la República. El mejor de ese festejo, se llevaba el trofeo que fue ideado y promovido por periodistas de la talla de Rafael Solana Verduguillo y Carlos Quirós Monosabio.

Posteriormente, la asociación sindical de los matadores de toros, bajo las diferentes denominaciones que ha tenido en su devenir histórico, adoptó la organización del festejo, originalmente con la idea de reunir en él a los más destacados de la temporada de la plaza grande de la Ciudad de México y así allegarse fondos para cumplir con sus deberes gremiales. Al paso de los años, sin perder esa dirección en su organización, el festejo se ha llevado a otras plazas de la república, aunque sin la participación de los toreros más destacados del momento, sino más bien como un festejo de oportunidad para diestros con poca actividad.

No obstante, el tono de la Oreja de Oro del año 1998 fue diferente. En aquella oportunidad la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos logró reunir a varios toreros de gran renombre y así, el rejoneador Gerardo Trueba y los matadores Eloy Cavazos, Alejandro Silveti, José María Luévano, Guillermo Capetillo y Fernando Ochoa enfrentarían un encierro de De Santiago, una de las ganaderías más encumbradas en ese momento, para disputarse el áureo trofeo.

La tarde tuvo dos toreros que se llevaron dos orejas en la espuerta. El primero fue Alejandro Silveti, quien las cortó al toro Piropo, tercero de la tarde, en tanto que Fernando Ochoa lo hizo a Gandinguero, sexto de la jornada. Por su parte, Eloy Cavazos obtuvo una oreja del segundo de la tarde, Toledano.

La crónica de don Juan Esparza Rodríguez refiere también un hecho notable. Tres toros recibieron honores a sus despojos. El primero de ellos en ser arrastrado con lentitud fue Toledano, el toro al que Eloy Cavazos le cortó una oreja, tras de que en un hecho inusitado, lo pinchó en el primer intento con la espada; después, Piropo, el que desorejó Alejandro Silveti, también recibió el mismo homenaje. Aparte Gandinguero, el que cerró plaza, fue premiado con la vuelta al ruedo. El relato de la lidia de este toro, es el siguiente:

Fernando Ochoa, de berenjena y oro, con corbatín y faja en verde, recibió al que cerraba plaza con unas morelianas, fuerte respuesta recibió del público y más al rematar con una serpentina; agregó por ahí tres chicuelinas y remató con una larga cordobesa... De hinojos y en los medios se colocó Ochoa, angustioso resultó el pase, pero luego en los primeros muletazos se lució con finos pases de la firma y un cambio de mano, estupendo preludio para lo que vendría después, una larga tanda de derechazos, templados, de ese bien torear del espigado torero; la muleta a la mano izquierda, el mismo temple, pero en el último muletazo ahora sí que fue en cámara lenta, el preparado de pecho barriendo los lomos del cornúpeta... un trincherazo y los ayudados otra vez, largos, templados, como si la muleta fuera un hilo de seda, así llevaba Ochoa a “Gandinguero”... no faltó el molinete, pero el lento, para continuar con más derechazos, el remate por alto y agregar el de pecho, agregar unas manoletinas, la arrucina, un desdén y la estocada... los mulilleros debieron llevarse los restos del pupilo de don Pepe Garfias hacia el destazadero, pero antes debieron darle la vuelta al ruedo al cornudo; entonces sí Ochoa a recorrer el anillo, una vuelta al ruedo la dio acompañado del hijo del criador de toros de lidia...

La Oreja de Oro se concede por aclamación popular. En este día, la concurrencia a la Plaza Monumental, que hizo una entrada cercana al lleno, decidió que el trofeo era para el michoacano avecindado en Aguascalientes, Fernando Ochoa.

El festejo de hoy. 13ª corrida de feria: 6 de La Venta del Refugio para Antonio Barrera, Fabián Barba y Mario Aguilar.

domingo, 23 de octubre de 2011

En el centenario de Armillita, X


23 de octubre de 1927: Armillita recibe la alternativa en El Toreo de la Condesa

En algún otro espacio de esta Aldea he explicado que las alternativas obtenidas en plazas mexicanas hasta antes de 1936 no eran reconocidas en España. No obstante, vuelvo a citar para Ustedes el texto de don Luis Ruiz Quiroz al respecto, que señala lo siguiente:

Antes, las alternativas no españolas no tenían validez en España y los matadores de toros extranjeros tenían que tomar la alternativa en su primera actuación en cualquier plaza de la península. Así lo hicieron muchos diestros mexicanos como, por ejemplo, Fermín Espinosa ‘Armillita’, Pepe Ortiz y Juan Silveti… En el primer convenio taurino entre mexicanos y españoles de julio de 1944 se pactó que quedaba reconocida la antigüedad de las alternativas tomadas en la plaza ‘El Toreo’ de la ciudad de México a partir del 18 de julio de 1936… En febrero de 1951 se firmó el segundo convenio entre toreros mexicanos y españoles y la cláusula 3 dice lo siguiente: ‘Las clasificaciones hechas en México y España de los matadores de toros se respetarán mutuamente por las Asociaciones de Toreros de ambos países.’ Es decir, se convino, que la entonces Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos quedaba facultada para clasificar a los matadores de toros mexicanos…

Así pues, aunque ya había relatado aquí mismo la alternativa obtenida por Armillita en Barcelona en 1928, es importante recordar que previo a ella, fue investido matador de toros en la segunda corrida de la temporada 1927 – 1928 de la capital mexicana, celebrada en El Toreo de la Condesa. El cartel formado para la ocasión fue con toros de San Diego de los Padres para el sevillano Antonio Posada, el Orfebre Tapatío Pepe Ortiz y quien recibiría la dignidad de matador de toros, Fermín Espinosa Armillita Chico.

Rafael Solana Verduguillo, responsable de la publicación que ya para esa fecha se titulaba Toros y Deportes y que era la continuación de lo que originalmente se llamó El Universal Taurino, recuerda en su obra Tres Décadas del Toreo en México lo siguiente:

En la segunda corrida, recibió la alternativa Fermín Espinosa “Armillita”; se la dio Antonio Posada, un diestro sevillano a quien no se había incluido en la lista de los espadas al abrirse el derecho de apartado, y fungió como testigo Pepe Ortiz. Los toros vinieron de San Diego de los Padres... El primer toro que estoqueó “Armillita” fue “Maromero” y fue negro entrepelado, bragado, coletero, calcetero y lucero. En el momento de la alternativa, Fermín se hizo un lío; no sabía con qué mano tomar la espada y la muleta que le entregaba Posada... Brindó Fermín la muerte de este su primer toro al conocido aficionado Javier Algara; y estuvo muy bien en todo, por lo que dio la vuelta al ruedo, y salió al tercio, a los acordes de la música...

Pero el gran triunfo de Armillita vendría ante el toro que cerró el festejo, Coludo de nombre y brindado al Califa Rodolfo Gaona. De la crónica del propio Verduguillo, extraigo lo siguiente:

…Brinda Fermín a Rodolfo Gaona, que ocupa una barrera de primera fila, y tras de mandar retirar a las infanterías, se encara con “Coludo” que ha llegado a la muerte, peleando con alegría. No obstante las boyantes condiciones del adversario, el maestro no logra ponerse a tono con los primeros muletazos, pues le vemos encorvado y despegándose al enemigo más de la cuenta. Los de la oposición se frotan las manos: pero nosotros confiamos. Y viene lo grande. Tres de los primeros pases, que fueron por bajo con la derecha, Fermín se aprieta como los guapos, en el cuarto que es un ceñidísimo muletazo de pecho, sacando la muleta por la penca del rabo. Y a partir de eso nos ponemos todos en pie porque a esas cátedras de tauromaquia hay que asistir con todos los respetos. “Armillita” deja que se reponga su enemigo y vuelve a la carga, y suelta un natural con la diestra, pasándose todo el toro por delante, como lo hacía Nicanor Villalta, el creador de este emocionante muletazo, y liga el natural con el de pecho, ceñidísimo. Otro natural con la derecha, y otro más, y después se cambia de mano la franela en la misma jeta del burel. La ovación no cesa un momento. De pronto un molinete un poquitín distanciado, por haber mandado más de la cuenta. Segunda pausa. Reanuda Fermín el trasteo, muy alegre, muy confiado, muy torero. Más naturales con la diestra, uno pasándose la muleta por la espalda, dos de la firma, perfectamente ligados, llevando al toro prendido a la muleta, otro molinete, éste girando el artista en los mismo pitacos. El toro se va agotando; ahora Fermín torea por delante, con gracia, con salsa torera, para refrescarlo. El público se ha quedado ronco de tanto “olear”. Al fin “Coludo” ha juntado las manos. Al hilo de las tablas entra Fermín y pincha en buen sitio. Y poco después hace coraje el artista, se arroja enmedio de los pitones, y hunde todo el acero, un poquitín contrario, a fuerza de atracarse. El toro rueda sin puntilla, y la ovación estalla clamorosa. El público se tira al ruedo y carga en hombros a Fermín, mientras el puntillero por disposición de la autoridad, corta las dos orejas y el rabo del bravo sandieguino…

Así, a los 16 años, 5 meses y 20 días de edad, Fermín Espinosa Saucedo se había convertido en el matador de toros más joven que la historia reconoce. Ganará la Oreja de Oro de esta su primera temporada mexicana como matador de toros, iniciando una andadura que en palabras de Leonardo Páez:

En la cuerda de los llamados toreros largos, de aquellos que dominan un amplio repertorio de suertes en los tres tercios, es el maestro de Saltillo quien en toda la historia ha mostrado mayor versatilidad e imaginación pero, sobre todo, mayor flexibilidad para adaptar su técnica a diferentes épocas, toros y alternantes. Seguramente en su apacible interior resonaba la sabiduría asiática que aconseja: 'Flexibles para no quebrarnos'…

En esta forma es como principió la forja de uno de los más grandes toreros que ha conocido la Historia del Toreo.

domingo, 18 de julio de 2010

La despedida del Papa Negro

Cerca del final del pasado año, Fernando Rivera Rubio nos contaba en su bitácora Bélmez Taurino que el último festejo que don Manuel Mejías Rapela Bienvenida toreó vestido de luces en España, ocurrió el 9 de septiembre de 1924 en la plaza de la cordobesa localidad de Bélmez. Esa tarde se acarteló con Manolo Belmonte para dar cuenta de un encierro de Pérez de la Concha.

Algo menos de 3 años después, el 20 de marzo de 1927 – y aquí ofrezco una disculpa a Fernando, a quien en su oportunidad, situé la efeméride una semana antes –, El Papa Negro se despidió definitivamente de la torería activa. Lo hizo en México, en el viejo Toreo de la Colonia Condesa. La historia de la manera en la que se fraguó el festejo de la despedida la recogió el periodista Rafael Solana Verduguillo, en su obra Tres Décadas del Toreo en México, de la siguiente manera:

Uno de los sucesos de mayor resonancia taurina en México, fue la visita que nos hicieron a fines de la temporada 1926 - 27 los niños 'Bienvenida'. Estos chicos venían de Sudamérica, donde su padre don Manuel había vivido algunos años. Por allá comenzaron hacerse toreros...

Manuel Mejías 'Bienvenida' había actuado en México quince años antes. Era un torero muy bueno; toreaba con mucha finura con el capote, muy buen banderillero, extraordinario, manejaba la muleta con soltura y mataba solamente bien, No olvidemos que en aquella época los matadores lo eran de verdad.

Regresó a España y ese mismo año de 1910 se resolvió a escalar la primera fila... hasta que la desgracia se interpuso. Una terrible cornada lo echó para atrás y puede decirse que lo quitó de torero.

Sobre este percance yo estaba equivocado como lo estaban todos los aficionados de México. Yo creía que a 'Bienvenida' lo había quitado de torero la cornada que le dio el 10 de julio de 1910 en la plaza de Madrid el toro 'Viajero', cárdeno, número 13, de la ganadería de Trespalacios, al iniciar su faena con el llamado pase de la muerte.

El mismo 'Bienvenida' me sacó del error.

- No – me dijo una noche – el toro que me cortó la carrera fue 'Morito', negro zaíno, número 45, de la ganadería de don Esteban Hernández, en Madrid, el 14 de mayo de 1912...

Un día se le presentó la oportunidad para manifestar más intensamente el afecto que sentía por todo lo nuestro. Una comisión de damas respetables, integrantes del comité de una sociedad de beneficencia fue a verlo, a solicitar la actuación gratuita de sus hijos.

- Somos de la Sociedad Protectora del Niño – dijeron – y necesitamos allegarnos fondos para ayudar a tanta criaturita desvalida.

- Estoy incondicionalmente a la disposición de Ustedes, contestó don Manuel.

- Queremos que sus niños toreen un festival sin cobrarnos un centavo.

- Con mucho gusto, señoras; Ustedes fijan la fecha y los niños torearán. Los gastos que origine su actuación, cuadrillas, etc., correrán por mi cuenta. Ustedes no tienen que más que decir cuando...

Se despedían ya las señoras, muy reconocidas por tanta gentileza, cuando don Manuel les sugirió una idea.

- Vean Ustedes, yo le tengo mucho cariño a México y he pensado cortarme aquí la coleta. Si Ustedes creen que podría despertar mayor interés anunciando mi despedida de los toros, yo también torearé para la Sociedad de Ustedes.

Las distinguidas damas no sabían nada de empresarias de toros, pero que vieron en este nuevo ofrecimiento un atractivo más para el espectáculo, aceptaron sin titubear.

Y en esta forma se dio la corrida con un matador de categoría que se despedía definitivamente y con dos chavales que venían abriéndose paso para llegar a figuras. No hace falta decir que el entradón fue fantástico y que los fondos recaudados montaron a muy apreciable suma en aquella época, cuando los comerciantes se enojaban con el cliente porque les pagaba con ORO...

El cartel del festejo se integró con dos toros de San Diego de los Padres para el matador que se despedía y cuatro erales de Xajay para sus hijos Manolo y Pepe, que fueron los originalmente convocados al festejo benéfico. El festejo resultó, como todas las despedidas, impregnado de un alto grado de emotividad, dado que los dos hijos del torero, vestidos de luces, al terminar la actuación de su padre, que fue de una gran dignidad torera, le despojaron del añadido y posteriormente los chicos tuvieron la oportunidad de demostrar que estaban llamados a convertirse, en un tiempo no largo, en importantes personajes de la torería.

El cariño de Bienvenida por México y por los mexicanos se haría patente en repetidas oportunidades, quizás la más dolorosa ocurrió a la muerte de Carmelo Pérez, cuando sin posibilidad de que sus compatriotas toreros se hicieran cargo de la repatriación de sus restos, fue El Papa Negro quien se encargó de ello.

Tras del festejo postrero, Manuel Mejías Rapela pudo dedicar todo su tiempo y todo su esfuerzo a la formación de una dinastía de toreros que siempre se distinguieron por ejercer con clase y con dignidad su ministerio y se convirtió en un referente histórico y paradigma para la torería de todos los tiempos.

sábado, 16 de enero de 2010

Antonio Montes, a 103 años de su muerte (III/IV)

Antonio Montes
La campaña negra de Monosabio

Una vez que Matajaca soltó a Antonio Montes, fue levantado y llevado a la enfermería. La versión de Verduguillo es que lo trasladó para allá Ponciano, un monosabio que lo idolatraba y la de N.N. es que sus banderilleros Blanquito y Enrique Merino El Sordo fueron los que lo llevaron allí. Lo más seguro es que hayan participado los tres en la maniobra, pues Antonio quería regresar al ruedo a ver doblar a Matajaca a pesar de la fuerte hemorragia que presentaba.

Ya en el remedo de enfermería el Dr. Carlos Cuesta Baquero, asistido por otros dos médicos y dos pasantes de quinto año, exploró la herida y procedió a ligar dos vasos grandes y posteriormente, como se acostumbraba en la época, a taponar la misma con gasa yodoformada. Hecho esto, alrededor de las 6 de la tarde, considerando al torero herido estable, se le trasladó a su habitación del Hotel Edison. El parte facultativo rendido fue el siguiente:


El matador de toros Antonio Montes sufrió una grave lesión en la región glútea izquierda que interesó todo el plano muscular y penetró en la cavidad del vientre por la parte superior de la escotadura ciática, causando abundante hemorragia por la ruptura de un grueso vaso venoso. Dicha herida es de las que ponen en peligro la vida por sí y por las complicaciones á que puede dar lugar, tardándose en sanar más de treinta días.

A partir de este momento, Carlos Quirós Monosabio, en esas fechas director y propietario de un semanario llamado Ratas y Mamarrachos que se publicaba en la Ciudad de México, corresponsal del semanario madrileño Sol y Sombra y con amplias relaciones en otros medios periodísticos hispanos y de quien he contado sus andanzas en otro apartado de esta Aldea, inició una feroz campaña en contra del Dr. Cuesta Baquero, principalmente por sus diferendos en la manera de ver y entender la fiesta. Recurro al testimonio de Verduguillo, quien lo cuenta de esta manera:

A las nueve llegó el doctor Cuesta y encontró al herido tranquilo. A poco llegó Fuentes, acompañado del doctor Silverio Gómez, y minutos después llegó también Bombita quien llevaba al Dr. Gama.

Reunidos los tres facultativos, celebraron una consulta en la habitación contigua. Nunca se llegó a saber – con precisión – cuales fueron los puntos de vista de cada uno de los cirujanos. La voz de la calle dijo que tanto el Dr. Gómez como el Dr. Gama de lo que trataban era de relevar al Dr. Cuesta de la responsabilidad tan grande que tenía enfrente, en otros términos, de hacerse cargo del herido y seguía diciendo esa misma voz, pero muy especialmente los enemigos del Dr. Cuesta que éste se opuso terminantemente a abandonar aquel caso clínico, sabedor de que salvar a Montes le daría un gran prestigio. Esto es falso. El Dr. Cuesta SABÍA que Montes iba a morir, y con un gran valor y con una gran honradez profesional, se responsabilizó de aquel caso fatal de necesidad…

El más enconado enemigo que tuvo siempre el doctor Cuesta era don Carlos Quirós. Fue el origen de esta enemistad un artículo de Roque Solares Tacubac en el que al juzgar la labor de Gaona, tuvo apreciaciones que no estaban de acuerdo con el sentir del señor Quirós, portaestandarte del gaonismo. Surgió la polémica, que de meramente taurina, bien pronto paso a lo personal, pues parecía que al señor Quirós le interesaba más que probar que Gaona era un gran torero, demostrar que el doctor Cuesta había MATADO a Montes.

Esta enemistad entre los dos Carlos – Cuesta y Quirós – duró por toda la vida. Alguna vez yo quise intervenir para que los dos grandes escritores taurinos hicieran las paces y no pude lograrlo. Esto fue cuando ya Gaona se había retirado, por lo que consideré que había desaparecido la causa del enojo...


Cabeza de Ratas y Mamarrachos

La pregunta aquí es: ¿por qué no se practicó una laparotomía (cirugía exploratoria de vientre) a Antonio Montes para tratar de remediar su situación a sabiendas de que el pitón de Matajaca había penetrado la cavidad?

Verduguillo ofrece la siguiente respuesta:

Porque dada la poca resistencia física del herido -tuberculoso avanzado y padeciendo frecuentes ataques disentéricos- no aguantaba la operación que era preciso hacerle, que consistía en una laparotomía, sacarle los intestinos y resecar todas las partes contundidas por el cuerno. ¡Se habría quedado en la operación!

Preciso es aclarar que en la enfermería los médicos no se dieron cuenta exacta de los daños causados por el cuerno; sí se constató que había penetrado a la cavidad, pues ahí se perdía la exploración. Fue al hacerse el embalsamiento cuando todo se vio con claridad.


Esa versión de Rafael Solana sobre el estado general de Montes no la he podido confirmar a plenitud. El Dr. Cuesta, en un artículo publicado 38 años después – en el número del semanario La Fiesta de la Ciudad de México, correspondiente al 17 de enero de 1945 –, confirma la enfermedad intestinal previa y en una entrevista concedida al diario ABC de Madrid y aparecida en su edición del 19 de enero de 1907, el Dr. Sánchez Lozano, médico personal de Antonio Montes deja entrever que el diestro, tras un percance en la Feria de Abril del año anterior, tuvo alguna complicación respiratoria, pero sin confirmar que padecía tuberculosis.

La evolución del diestro no fue satisfactoria y pronto evidenció que la herida fue penetrante de vientre, pese a lo que se haya escrito de cualquier lado del Atlántico. Algunas versiones, encontradas por supuestos, son estas:

La de Julio Bonilla Recortes, para el semanario El Toreo de Madrid:

…El cuerno, una vez que penetró á la cavidad de la pelvis, rompió los músculos psoas é ilíaco y siguió hacia arriba y hacia la derecha, deteniéndose del lado derecho, detrás del intestino, en la fosa ilíaca. Llama muchísimo la atención que el cuerno, al seguir todo ese trayecto, haciendo tamaños destrozos, haya podido deslizarse entre el intestino recto y el hueso sacro, sin llegar á romper el peritoneo, de manera que, propiamente, aunque penetró á la pelvis, no produjo lo que en cirugía se llama una herida penetrante de vientre.

En la autopsia se encontró que la herida, anfractuosa, llena de recodos, con fractura de los huesos, estaba infectada. Se encontró, además, que el peritoneo, no obstante que no había sido desgarrado, ofrecía los signos de una peritonitis séptica en sus principios, pero ya claramente desarrollada. Esto se explica por la contusión sufrida por el peritoneo y el intestino; y explica, á su vez, la circunstancia de que desde los primeros momentos so hayan paralizado la vejiga y el intestino.

En la cavidad pelviana había derrame e infiltraciones de sangre. 

La causa de la muerte.

De lo que encontraron en la autopsia y de los síntomas observados durante la vida, los médicos, según pudimos informarnos ayer, deducen que la herida era mortal, y que la muerte tuvo por causa inmediata la septicemia y la peritonitis séptica, consecuencias de la herida.

La del anónimo informante de Eduardo Muñoz N.N. para El Imparcial de Madrid es así:

Se ha visto que el cuerno del toro, después de haber atravesado las masas musculares, no se había dirigido hacia adelante y hacia arriba, pasando por la escotadura ciática y penetrando así al canal de la pelvis, sino que se había dirigido más hacia adelante y había roto el hueso, perforándolo. El hueso lesionado fue el sacro. Allí se podía percibir la abertura hecha por el cuerno, que había después atravesado casi hasta salir por la parte anterior, cerca de la espina iliaca. En esta última parte se descubrió que había astillas de hueso que habían ido á desgarrar y contundir profundamente los tejidos.

Un punto á discusión era el de averiguar si se había presentado ó no una peritonitis. El doctor Cuesta y sus ayudantes opinaban que la alta temperatura, que el estado de postración y todo el cuadro alarmante que tenían á la vista, eran debidos á una infección peritoneal que se presentaba de una manera fulminante. Por su parte, el doctor Macías opinaba que no había signos claros de peritonitis, y que todo el cortejo de síntomas que se habían presentado en las últimas veinticuatro horas obedecían á una infección séptica general, causada, á su vez, por la herida anfractuosa irregular, llena de esquirlas, y que no había sido desinfectada debidamente por su situación misma y por su naturaleza. Parece que esta última opinión prevaleció; pero mientras tanto, personas que estuvieron cerca del enfermo en esos momentos hablan de discusiones que llegaron hasta la acritud entre los facultativos que intervinieron en la exploración efectuada al herido.


Antonio Montes

La que se contiene en el tomo III del Cossío es de este tenor:

…el suceso dio lugar a varios comentarios de la prensa y hubo quien culpó de ello a los médicos que atendieron al herido. El doctor Alejandro San Martín, al hablar de las heridas por ‘punción’ dijo: ‘Tal vez a una herida por punción se deba la muerte de Montes en Méjico, suceso que ha tenido tanta resonancia y ha dado lugar a tantas críticas de la conducta de los médicos que figuran en él…

Treinta y ocho años después, el Dr. Carlos Cuesta Baquero, responsable del tratamiento de Antonio Montes, escribió los hallazgos de la autopsia practicada al cadáver del torero:

La herida que recibió Antonio Montes estaba localizada en la asentadera izquierda (a corta distancia de la saliente huesosa que anatómicamente nombran gran trocánter). El cuerno hizo contusiones en un tejido que hay dentro (tejido retro-peritoneal), en el redaño (peritoneo), en los pliegues de ese redaño que sujetan el intestino (inserción fija posterior del mesenterio y del mesocólon de la iliaca) y en los mismos intestinos. El trayecto que recorrió el cuerno haciendo esos destrozos fue mayor de treinta centímetros.

Lo anterior refleja que, la opinión del Dr. San Martín, citada por Cossío en el sentido de que se trataba de una herida por punción no era desacertada y sí prudente a la distancia y que las versiones tanto de Julio Bonilla, como la difundida por N.N. fueron construidas seguramente por influencia de Monosabio que pretendía saldar sus diferencias con Roque Solares Tacubac y sin considerar el parte facultativo rendido inicialmente por el propio Dr. Cuesta, sino combinando este con el reporte de la autopsia y señalando la presencia de un Dr. Macías que no es todo clara en este asunto, pues no todas las informaciones lo mencionan. Al final de cuentas, los informadores adictos a Carlos Quirós consiguen filtrar la duda acerca de sí Antonio Montes murió a causa de la atención deficiente que le prestó un equipo médico inepto.

Creo que en 1945, como hoy, vale esta reflexión que hacía por esos días el Dr. Cuesta Baquero sobre este asunto:

Al embalsamarle, se vio que la cornada era profunda, en mayor extensión, originando contusiones en el peritoneo y derrame sanguíneo en la cavidad. De allí provino la peritonitis séptica. Si hubiera estado la ciencia quirúrgica con el progreso actual, se hubiera practicado una laparotomía – abertura de la cavidad ventral – desinfectado directamente el sitio donde estuvo la sangre derramada. Además, ¡si hubieran existido ya el licor de Dakin – Carrel, las sulfamidas y la penicilina!...


Descripción gráfica de la cornada de Antonio Montes
En suma y visto a más de un siglo de distancia, las lesiones sufridas por Antonio Montes eran mortales de necesidad por la simple razón de que no había medios para combatir la infección que con seguridad se presentaría, laparotomía o no. Independientemente de lo anterior, la técnica quirúrgica para tratar las heridas por asta de toro dejaba mucho al azar, pues en esos días, en lugar de transformar una herida traumática en una herida quirúrgica, controlada, lo único que se hacía era explorarla, limpiarla lo mejor posible y taparla, dejando a madre natura el trabajo de sanarla… sí es que eso era posible.



Total, que como lo afirma Rafael Solana, el prestigio profesional del Dr. Cuesta Baquero sufrió una importante abolladura con la muerte de Antonio Montes y la posterior persecución de Monosabio, pero a la larga, creo que la historia se ha encargado de poner a cada uno en su sitio y cuando se requiere – al menos en lo que a la historia del toreo se refiere – una perspectiva objetiva del tiempo que ambos vivieron, generalmente se procura la opinión de Roque Solares Tacubac, porque se tiene la certeza de que va desprendida de partidarismos y de otro tipo de intereses, de esos que no siempre se pueden confesar.

Aldeanos